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Los tacones de mis botines resuenan sobre el mármol de los pasillos del castillo con cada paso que doy, jamás había estado tan decidida en mi vida, estoy rompiendo una de las principales reglas en todos los reinos de Midgadriel, pero no puedo quedarme de brazos cruzados con lo ocurrido hace unas horas, mi familia tiene que estar a salvo en un lugar seguro y qué mejor lugar que el castillo de la realeza de Aqueser.

Las manitas de Theodor se aferran a la larga gabardina azulada y repleta de minúsculas lapislázuli en las mangas y parte del torso. Agradecí cuando Madame Eudora dejó por un día a un lado los vestidos y me complació con una sencilla camisa blanca de seda y un pantalón de cuero negro hasta la cintura ceñido a las piernas y los botines a juego del mismo color que la despampanante gabardina hacen un contraste perfecto. Recibí el conjunto encantada, pero lo que realmente me incomodó, fue tener que aceptar y utilizar el accesorio que me regaló la reina Clarisse, una pequeña pieza de oro con finas piezas de pedrería que decora mi cabeza, no llega a ser una diadema como la de una princesa, pero no pasa desapercibida y lo que más me aterra, es que me haga parecer que soy un miembro importante de la familia real de Aqueser.

«Serás como la princesa de Aqueser».

Jamás olvidaré esas palabras del rey Eryx, él espera de mí a un noble que nunca seré, pero si me está dando cierto grado de confianza y poder, entonces tengo que aprovecharlo para defender a aquellos que me importan, así tenga que romper las reglas de una sociedad que me desterró en un comienzo, que me abandonó siendo una indefensa bebé con el objetivo de que muriera como un perro callejero. Bueno, después de todo yo soy una regla rota, una hibrixter prohibida que fue aceptada en una familia real debido al fallo en una de sus leyes, de no ser por eso, jamás estaría en este lugar.

Volteo a mi izquierda, Karsten se hará un agujero en sus sienes de tanto frotarlas, sabe que el rey desaprobará mi arriesgada decisión, pero me importa en lo más mínimo y haré hasta lo imposible con mantener a mi familia en el castillo, no será el lugar más seguro del mundo, ya que, si una vez pudieron burlar sus defensas, ¿qué nos garantiza que no lo volverán a hacer? Pero en todo Midgadriel, creo que el castillo sigue siendo el mejor sitio para mantenerlos ocultos de cualquier peligro que los aceche.

Los guardias que tengo en frente se imponen ante las puertas para bloquear mi paso. Pésimo error, no estoy de humor y mucho menos cuando tengo algo tan importante que discutir con el rey. Agito las manos y de los ventanales que se ubican a los costados aparecen grandes lazos de agua que los sujetan por sus cabezas, realizo un chasquido de dedos y los guardias son lanzados por encima de nosotros hasta el otro lado del pasillo, donde se escucha como sus armaduras se estrellan contra el mármol.

—Cabe acotar, que yo no le he enseñado ese movimiento y mucho menos a ser tan agresiva —confiesa Karsten a mis familiares.

Ahora que lo pienso, es el movimiento más potente que he realizado, jamás había creado unos tan gruesos y de gran tamaño, algo que ahora me está afectando, tengo un límite, cualquier noble lo tiene, si un noble excede la capacidad de sus habilidades, se fatiga, es un cansancio corporal que nos obliga a tomar un descanso para volver a estar en óptimas condiciones. Podemos controlar los elementos gracias a la magia, la cual convertimos en magia elemental, pero internamente los nobles poseemos una energía que nos limita el poder utilizarla, el maná, sin ella no podemos realizar nada, hay nobles que desarrollan un mejor control distributivo que otros, como hay quienes poseen una exuberante cantidad de maná que los vuelve nobles formidables, como aquellos que forman parte de la élite o los reyes, como el rey Eryx y la reina Clarisse, o que mejor ejemplo que un prodigaus como Karsten.

Tambaleo un poco antes de dar el siguiente paso, una mano se sitúa en mi espalda baja, sabía que Karsten se percataría de mi fatiga, pero hago mi mayor esfuerzo y continuo con mi firme marcha, levanto la cabeza mostrando fiereza y decisión mientras poso un pie delante del otro, dando inicio a mi elegante andar como me lo enseñaron Miranda y la reina Clarisse. Nunca mirar al suelo y la vista siempre al frente, arrasando con todo lo que se atraviese en mi camino, aunque internamente sigo siendo esa tímida chica del Mancillar.

Nobleza HíbridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora