XXXI

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Me pesan los párpados, hay una luz que me molesta, lo que hace más difícil que pueda abrirlos, me encuentro recostada sobre una camilla en una habitación completamente blanca, detallo el gran candelabro en el techo con aleaciones doradas y grandes trozos de cristal pendiendo de él. Hay muchos arreglos florales, mi atención se centra en unas cuartigüentitas sin su precioso escarchado sobre la mesita que está a mi lado izquierdo. Intento moverme, pero tengo todo el cuerpo adolorido, a mi derecha hay un gran ventanal, donde se puede apreciar el tronco dorado del árbol de Obelarium. Eso quiere decir que la extracción ha terminado y de seguro no he calificado.

Lo último que recuerdo es a Raissa revelándome que ella fue la sinibrer encargada de infiltrar a aquel grupo que deseaba capturarme aquella noche cuando los reyes decidieron festejar mi cumpleaños en el castillo, al igual que la delatadora de la ubicación de mi familia adoptiva para que fuera amenazada a muerte con tal de que me entregaran. Una lágrima se desliza por mi mejilla, estoy agotada de la traición, de creer en aquellos con los que se podría crear un lazo de confianza y al final me terminen apuñalando por la espalda. La traición me rodea, ya he tenido suficientes lecciones para aprender que la confianza no existe entre los nobles.

La puerta de la habitación se abre, apenas le dirijo la vista cuando lo veo avanzar con pasos inseguros por delante de la camilla, se me revuelve el estómago al tener que aguantar su presencia, quiero gritarle que se largue, pero de nada me servirá hasta que no termine de escuchar lo que vino a parlotear. Toma una silla y se sienta a mi lado, los segundos avanzan y solo hay un silencio tajante en ese tiempo, no me siento incómoda con ello, ya que soy la encargada de que se genere ese ambiente, me muestro neutral, ahora sin despegar la mirada del ventanal.

—¿Cómo te encuentras? —silencio es lo único con lo que le respondo—. Comprendo, sigues enojada conmigo.

Karsten toma una rosa blanca de uno de los arreglos cerca de él para luego arrancarle los pétalos en un intento por evitar el incómodo momento.

—¿Qué ha sucedido? —susurro, tengo la voz ronca y la garganta reseca.

—Se ha cancelado la extracción —revela, consiguiendo mi atención—. Ha sido una masacre total, en la extracción se suelen presentar bajas, pero lo que ha ocurrido en los riscos de Lenus, no tiene grado de comparación, murieron alrededor de cuatrocientos nobles. Midgadriel está de luto.

Debería sentirme mal al respecto, pero la verdad es que no siento nada, ni culpa o dolor. Muchos nobles iban con esa intención, acabar con sus adversarios y avanzar a la siguiente fase de la extracción, hacer todo lo posible por evitar ser degradados y conseguir una mejor posición.

—¿No se supone que debía ser así? —cuestiono.

—No —susurra—. Adara... se descubrió que fue un sabotaje.

—¿Qué quieres decir?

—La segunda fase estaba bajo control, meses antes se había inspeccionado los riscos de Lenus, para controlar a las bestias que vivían allí y que no fuesen una mayor amenaza para los aspirantes...

—¡Pues han fallado! —lo interrumpo con un bramido—. Muchos nobles han muerto debido a su descuido.

—No, Adara —Me observa con temor, no quiere contarme la verdad—. Se ha descubierto que ha sido obra del grupo de sinibrers que ha estado detrás de ti, se presume que han incitado a las bestias y que estas atacaran a los nobles, al igual que la inclusión de más criaturas que ni siquiera suelen habitar esta zona.

Me llevo una mano al pecho, me cuesta respirar, eso cambia mi punto de vista, ahora me hace pensar que todo ha sido mi culpa, que todos esos asesinatos se han perpetuado con el fin de capturarme, vidas inocentes han sido segadas, nobles que ni siquiera tenían una conexión conmigo, estaban allí solo para cumplir un objetivo y realizar un futuro.

Nobleza HíbridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora