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Adam se acercó corriendo y me sujetó el pelo, con la otra mano se tapaba la nariz.

--No debes estar aquí Adam. -Dije con arcadas.

--Claro que debo estar aquí, eres mi mejor amiga. -Le invadió una arcada.

--¿Puedes llamar a mi madre, el móvil lo tengo en el bolsillo pequeño de la mochila.

De repente sonó un portazo.

--¿Abby? -Preguntó una voz masculina.

No respondí.

--Se que estás aquí, tu mochila está afuera.

Adam seguía conmigo.

--Hmmm... Ahora salgo. -Cogí un trozo de papel y me limpié. -Quédate aquí Adam. -Dije muy bajito.

Abrí la puerta y salí donde él. Sí. Era Marco. ¿Quién iba a ser si no?

--¿Te encuentras bien?

--Hmmm... Sí, debo irme. -Agarré mi mochila y salí del baño.

--¡Abby espera! -Hizo pararme.

--¿Y esos pies? -Me preguntó mientras se agachaba para ver quien estaba en el interior. Los pies de repente desaparecieron, Adam se subió al bater.

Marco se acercó y de un codazo rompió el pestillo de la puerta. Estaba flojo.

Adam se encontraba allí, de puntillas subido al bater.

--¿Qué hace él aquí, Abby? Exijo una explicación. Ya me la puedes ir dando. -Se cruzó de brazos y me miró seriamente.

--Yo... Yo me encontraba mal y él me acompañó por si me pasaba algo. -No quería decirle lo del vómito.

Puso los ojos en blanco. Creo que se enfadó aún más.

--Abby ¿Me estás poniendo los cuernos?

--No, Marco, no. Llevo toda la mañana mala y tú ni siquiera te has molestado en decirme hola. ¿Cómo crees que me siento? Una mierda. Él, Adam, es mi mejor amigo, él está cuando lo necesito, él me ayuda en todo lo que sea para hacerme feliz. ¿Y tú qué haces? ¿Intentar ligar conmigo para romperme el corazón? Tranquilo, que aquí se acaba lo nuestro y límpiate el pintalabios rojo que tienes en el moflete. -Salí de nuevo por la puerta dando un portazo.

En conserjería llamé a mi madre, me senté en el banco para esperarla. Levanté la mirada y vi salir a Adam y a Marco. Marco se fue mirándome con cara de rabia. ¿Será por qué le he dejado?

Adam se acercó y me abrazó.

--Me quedaré aquí contigo hasta que venga tu madre. Por cierto... Me he quedado  a cuadros cuando le has dicho eso a Marco. Lo has hecho muy bien. -Me sonreía.

--Necesitaba desahogarme. No comprendo mis sentimientos.

--Él no te gustaba.

--Puede ser... -Agaché la cabeza.

--Creo que ambos debemos descansar de chicos ¿No crees? -Me dijo sonriendo. -Leo puede esperar. 

Una sonrisa pequeñita se me formó en el rostro. En ese momento mi madre apareció por la puerta.

--Ya estoy aquí. Venga vámonos que tu padre está en la cocina y no quiero que la arme.

--Adiós Adam. -Le rocé la mano y le sonreí.

Al llegar  casa volví a vomitar, así tres veces seguidas. Al rato me tumbé en la cama y cerré los ojos.  

Me olvidé del mundo completamente. Yo y mi cama ¿Qué más se puede tener?

A la mañana siguiente, mis ojeras desaparecieron, yo estaba como nueva. Si digo que ayer estaba enferma, nadie se lo creería. Me brillaba la cara.

Era sábado y salí a dar un paseo.

Adam

En línea

YO: Adam, estoy donde la fuente de enfrente de tu casa. ¿Podemos hablar? Es urgente.

ÉL: Ahora mismo voy.

Levanté la mirada y venía Adam corriendo, su forma de correr era graciosa, por lo cual me entró la risa.

--Ya estoy aquí. ¿Qué es esa cosa urgente? -Se apoyó en sus piernas mientras respiraba muy seguidamente. Estaba sin aliento.

--Pues... No era nada urgente. Si te decía si querías quedar no ibas a querer. -Sonreí.

--Eres muy mala persona ¿Lo sabes? Casi me muero aquí. -Él sonreía achinando los ojos. -¿Estás bien por lo de Marco o hace falta que te de una dosis de diversión?

--Me da igual Marco.

--Vaya... Que claro lo tienes. -Dijo sentándose a mi lado.

--Nada de novios. NADA.

--Te terminarás enamorando de alguien.

--No.

--Sí. Ya te lo digo yo. Soy un gran pitoniso. Y se que te vas a enamorar de alguien.

--Pues a ver ¿Cómo será ese alguien? -Pregunté.

--Tu alma gemela.

--No digas tonterías Adam. Todos sabemos que eso no pasará.

--Bueno... Piensa lo que quieras. Solo te aviso. -Sonreía.

--Aquí se acaba esta conversación. Me tengo que ir ya. Ya nos veremos. -Le di un abrazo.

Cuando llegué a casa fui a sacar el móvil y no lo encontraba. Miré bien en los bolsillos y en cada rincón de la casa. ¡No estaba!

Corriendo fui hacia la fuente, el mismo chico de pelo azul, sí, ese chico que se asustó de mi. Estaba sentado con el móvil entre sus manos. Mirándolo. El móvil estaba con contraseña, lo cual no podía cotillear.

Me acerqué y se lo quité de sus manos.

--Ese móvil es mío. ¿Qué haces con él?

--Ho...Hola. Yo... Yo me lo encontré aquí y decidí esperar hasta que el dueño regresara a buscarlo. Lo siento. -Se levantó y se marchó.

--¡Espera! -Dije mirándole con cara de preocupación.

--¿Sí? -Giró su cabeza.

--Perdóname por ser una estúpida. Estaba nerviosa y...

--No pasa nada. Un placer conocerte. -Siguió por su camino.

--Igualmente... -Me quedé pasmada, ahí, con el móvil entre mis manos. Pensando en mi mal comportamiento.



¿Quién es capaz de enamorarse de una Nerd?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora