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Los lunes siempre acaban conmigo. Los odio. ¿Por qué? Porque es el primer día de la semana.

Entré al instituto y vi a Marco cruzado de brazos junto a mi taquilla. Le vi y me di la vuelta.

--Abby espera, por favor. Necesito hablar.

--Yo no necesito hablar contigo. -Me coloqué bien la mochila y entré en la clase.

--Por favor, escúchame. -Me agarró del brazo.

Le miré.

--¿Qué quieres?

--Lo siento, soy un estúpido. Me enamoré de ti sin ser planeado y ahora te he roto el corazón...

--Mis sentimientos te dan igual, todos sabían que iba a pasar esto, no hace falta que me pidas perdón. Vete con tus chicas, me apuesto el cuello a que a ellas nunca las romperás el corazón y ¿Sabes por qué? Porque no están realmente enamoradas de ti. -Le mandé una falsa sonrisa que pronto se desvaneció.

Le dejé sin palabras.

Todas las horas que pasamos en el instituto no paraba de mirarme. Me arrepentía de muchas cosas. De haberle besado, de haber estado con él en una mentira...

Mis sentimientos se mezclaron. Adam. Marco.

Por la noche fui a beber agua, bajé un escalón y empecé a notar como un mareo. Caí por las escaleras. Me quedé inconsciente en el suelo. El ruido despertó a mis padres.

Cuando abrí un ojo una doctora me estaba cambiando el oxígeno, una mascarilla me tapaba la cara, una lágrima fría caía por mi mano. Miré a mi derecha y estaba mi madre llorando y mi padre consolándola con un clínex. Mi madre lloraba más y más cuando vio que yo estaba despierta.

--Hija, menudo susto nos has metido. Has estado inconscientes muchas horas, estábamos desesperados.

--¿Qué me pasó? No me acuerdo de nada. -Pregunté con miedo.

--Caíste por las escaleras. -Me dijo mi padre agarrándome una mano.

Me toqué en la cabeza y algo la cubría entera. Me la vendaron.

La doctora entró por la puerta.

--Hola Abby ¿Cómo te encuentras? -Preguntó amablemente.

--Pues no se... -Respondí mirando para todos los lados.

Pasaron tres días y nadie de mis amigos vino.

Mi madre salió de la habitación para atender una llamada, la puerta se quedó entre abierta. Y un chico de pelo azul me daba la espelda. Podía ver que sus dos manos las tenías tapando sus ojos y su cabeza estaba gacha. Se fue desvaneciendo hasta ponerse en cunclillas. Poco a poco se levantó y me miró.

Me quedé a cuadros cuando me di cuenta de que era el chico del móvil.

Entró la doctora de nuevo y me dio permiso para que me pudiese levantar. No me permitió hacer ningún movimiento brusco ni hacer paseitos largos. Lo máximo era de aquí a la máquina de comida.

Me puse en pie y lentamente me dirijí hacia allí.

Una bolsa de Doritos valía un euro treinta y cinco, asique metí una moneda de dos euros. Cuando la bolsita fue cayendo, de pronto... Ploff. Se quedó atascada. Le di un puñetazo a la máquina cuando me acordé de que no podía hacer movimientos bruscos.

Vi que un brazo pasaba por encima de mi hombro y la máquina recibió otro puñetazo pero el doble de fuerte. La bolsita cayó como una hoja de un árbol.

Era él... Su pelo azul y sus ojos marrones verdosos, resaltaban como estrellas.

Me di la vuelta y estábamos muy cerca, cara a cara.

--Gracias. -Le dije.

--No es nada. -Sonreía.

Me senté en una de las sillas de la sala de espera. Él, se sentó a mi lado.

--¿Qué te ha pasado? -Me preguntó.

--Me caí por las escaleras. -Dije mientras abría la bolsa. -¿Y tú?

--Mi abuelo está ingresado, mañana le operan y estoy muy preocupado. Estamos muy unidos.

--Lo siento... Todo saldrá bien. Ya verás. -Dije sacando una sonrisa.

--Gracias. -Extendió su brazo y abrió la mano. -¿Me das por favor? -Una sonrisa pillina le surcaba la cara.

Le eché un puñado.

--Lo siento por lo del otro día, en serio, soy un estúpido.

--¿Por lo del móvil?

--A parte. Te conozco de mucho tiempo, bueno... De vista Y no tuve la oportunidad de hablarte aquel día.

--Yo soy la estúpida por hablarte así. Pero... En serio... ¿Me conoces?

--Sí, vamos al mismo intituto.

--Nunca te había visto.

--Me refugio en la biblioteca -Me dijo. -No tengo amigos y allí nadie me conoce. -Pausó. -¿Quieres ser mi amiga? -Se reía.

Cierto. Me acaba de dejar en la friendzone.

--Está bien, seré tu amiga- Le sonreí.

Apareció mi madre.

--Hija, tienes que volver a la habitación, va a venir la doctora. -Saludó mi madre al chico del pelo azul.

--Ahora voy. Dame un minuto. -La sonreí.

Y se fue.

--¿Y como te llamas? -Me preguntó.

--Abby ¿Y tú?

--Adivínalo.

--No... Dímelo. -Intenté poner cara seria pero una carcajada se escapó.

--No. Adivínalo.

--No. Dímelo.

--Entonces te lo diré otro día. -Se levantó, me miró y me guiñó su ojo derecho. Sacó su sonrisita pillina.



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⏰ Última actualización: Sep 23, 2017 ⏰

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