Trece.

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  Diana ya había salido de la enfermería. Y menos mal, porque cuando ella salía, Kenya entró vomitando babosas. Se hubiera quedado allí con ella, pero era demasiado asqueroso. Luego iría a verla, como una buena amiga. Ajá.
Se encontraba colocándose su túnica de entrenamiento de quiddicth, cuando alguien entró en el vestuario. Estaba ella sola, así que no le sorprendió.
- ¡Te estaba buscando! -exclamó el recién llegado.
La rubia fue rodeada por unos brazos, que conocía muy bien, pero que la estaban asfixiando.
- ¡Fred me matas!
- ¿De lo bueno que estoy? Vale no. Rió.
  Acompañó su risa. Fred se había convertido en poco tiempo un muy buen amigo, aunque se veían poco. Últimamente Diana estaba estudiando demasiado. -cof cof, Gus, cof cof-. Su padre se había hecho profesor, y no se lo ponía nada fácil.
- Había pensado que después del entrenamiento podríamos ir a tomar chocolate caliente, -Sonrió amablemente-. si puedes.
- Oh, es que... ya había quedado con alguien.
  Hacía algunas semanas que había empezado a hablar con el chico que la acompañó a la enfermería. Al principio le caía mal, le daba mala espina, pero luego dijo: ¿por qué no? Últimamente, todo le daba igual.
- ¿Cómo se llama el afortunado? -Sonrió pícaramente.
- Se llama Noesdetuincumbecia, de apellido, Telocontarécuandopueda.
  Fred la miró mal, molesto. Pero él ya sabía que ella no contaba nada hasta que pasara algo.
- Bueeeeno. -alargó la "e".

  Tras el entrenamiento, se dirigió al interior del castillo, donde un chico moreno se acercó a ella. Habían quedado en las puertas de la cocina, así como quien no quiere la cosa. Ambos se saludaron con una pequeña sonrisa, y entraron juntos en la cocina. No es que a Diana le gustara, no, él le fascinaba. A pesar de lo que la gente decía, se podía hablar con él de cualquier cosa. Aunque eso sí, era un poco idiota.
- ¿Qué le apetece tomar, señorita Klett?
Las cocinas estaban llenas de elfos que, por la campaña de Hermione Granger, ahora estaban ahí de forma voluntaria.
- Chocolate caliente, por favor.
- Ah pero, no podemos tomar chocolate caliente sin churros. No te dejaría hacer eso. -Sonrió.
- ¿Y de dónde vas a sacarlos? -Alzó una ceja.
  Alexis abrió un armarito que había a su derecha, y de ella sacó una bandeja con churros, mientras la miraba de forma burlona.
- Idiota. -Rió.
  Se sentaron uno frente al otro, y comenzaron a comer churros. Hablaron de astronomía, de las estrellas, algo que les gustaba a ambos. ¿Cómo podían significar tanto para una persona unas motas brillantes en el cielo?
- Diana -La llamó- Ponte esto, vamos a jugar. -Le tendió una venda negra.
No es lo que estáis pensando, tranquilos. Pero Diana sí lo pensaba.
- ¿Y ahora es cuándo me enseñas tu cuarto de juegos? -Cogió la venda.
- Estaría encantado si tuviera uno.
  Los dos se colocaron una venda en los ojos. El objetivo era intentar que el otro comiera el churro. Algo difícil teniendo en cuenta que no veían.
Tras varios intentos, Diana consiguió -por fin- darle el churro a Alex. Pero cuando fue el turno del chico, este deslizó su venda hacia abajo, haciendo trampas.
- Me toca. -Anunció-. Abre la boca.
Acercó el churro a su rostro despacio, manchando su mejilla aposta.
- ¡Me manchaste! -Ríe.
- Ya sabes que no veo...
Volvió a acercarlo, separando los labios de Diana con este.
- ¿Sabes lo que es un beso de chocolate, señorita Klett? -Preguntó en un susurro.
La chica negó con la cabeza, confundida ante la pregunta. Alexis, decidido, dejó el churro en silencio y se acercó a ella, fundiendo sus labios en un beso. No duró apenas un segundo hasta que Diana, alarmada, se separó.
- ¿Q-qué haces? -titubeó.
- Yo... pensé que... ya sabes. -Se rascó la nuca avergonzado.
No podía negar que no le había gustado, pero era muy repentino, apenas se conocían. Diana no era de esas.
- Pensaste mal. -dijo con deje de molestia.
- Siempre me han enseñado a ir por lo que quiero. Y lo que quiero, eres tú. -La miró a los ojos.
En su posición, se removió incómoda.
- Te va a costar, entonces.
- No puedo evitar que me gustes, así que propongo que me dejes conquistarte.
  No tengo nada mejor que hacer, pensó. Aunque prácticamente ya la tenía conquistada. Alexis Rowle al fin y al cabo, no era un mal chico.
- Está bien. -Le sonrió.
Terminaron de comer, y tras una despedida algo incómoda por parte de ella, se dirigió hacia la torre de Gryffindor. Mientras caminaba por el segundo piso, pudo oír unos ruidos raros. ¿Sería Peeves? Curiosa, siguió esos ruidos, que le condujeron a una pequeña puerta vieja.
- ¿Hola? -preguntó.
Parecía la rubia tonta de las películas de miedo.
Los ruidos cesaron de repente, aunque se escuchaba una respiración agitada. Con cuidado, empujó la puerta -que estaba entre abierta- y asomó su cabeza.
- ¡¿Di-Diana?!
El rostro de la rubia se volvió rojo de vergüenza de repente. Delante suya estaba Aiden, en medio de lo que parecía ser una tarea muy agradable. A su izquierda había un pequeño aparato de reproducción... ¿eso era porno?
Aiden se tapó como pudo, e intentó hablar. Pero era tarde, porque una Diana muy traumatizada había salido corriendo como una loca.

¿Séptimo año en Hogwarts? Hagamos que sea kul. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora