Capítulo 7: Mi verdad, Tu mentira - Parte 4

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La noche era fría, Candy miraba por la ventana del taxi que ella y Albert habían abordado, estaba un poco confundida y triste, la muerte de la tía Elroy no la esperaba, por supuesto que había notado que la anciana estaba delicada de salud, pero nunca pensó que fuera tan grave.

Albert desde su asiento la observaba, se sentía profundamente compungido por la muerte de su tía, ella había sido como una madre para él. Sin embargo, no podía negarse que esa situación le daría una nueva oportunidad con Candy. Ella había dejado a Tom para ir con él, sonrió para sus adentros. Era hora de recuperar a su pequeña. A su Candy.

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Terry caminó por las calles de Nueva York, se sentía dolido por el abandono de Candy. Y neciamente pensaba que era porque ella no lo amaba como él a ella.

Llego a la calle donde vivía Susana, suspiró, sabía que estaba cometiendo un error, pero él y la rubia seguían comprometidos.

Cobarde – escuchó a sus espaldas, se giró para enfrentar a su ofensor y se topo con el potente puño de Thomas Stevenson. Cayó al suelo, mientras el abogado lo miraba con sorna – Cobarde – repitió, mientras Terry se limpiaba el labio y se ponía de pie.

¿Qué quieres Stevenson? - Terry no le regreso el golpe, estaba demasiado decaído para ello.

Comprobar que no eres el hombre correcto para Candy – contestó, seriamente y se recargo sobre la pared, Terry lo miró con curiosidad.

¿Por qué lo dices? – preguntó, levantando una ceja.

Dejar que venga otro hombre y se lleve a tu novia, habla mucho – recargó su cabeza sobre la pared en la que estaba recargado – Eres un cobarde – le insultó por tercera vez.

¿Qué querías que hiciera, Stevenson? Él vino y le dio esa noticia, aunque lo hubiera querido, Candy no se hubiera quedado.

Ja – se mofó – no conoces a Candy. Ella es tu novia, ¿no? – el castaño asintió – Tú debías ser quien se fuera con ella, enfrentar a Albert y decirle que no era nadie para imponer su voluntad.

Como lo hiciste tú – comentó Terry, comprendiendo a dónde quería llegar Tom – No podía hacerlo, Albert no lo sabe, y yo...

Si, si, me sé el cuento, Grandchester, tú estás comprometido con la señorita Marlow, nadie sabe de su relación, etc. Pero eso es tu culpa por ser un imbécil, ah – lo miró – y un cobarde, pero eso ya te lo había dicho – Terry le lanzó un puñetazo, pero Tom lo detuvo y le dio con la rodilla en el estómago, el actor cayó nuevamente al suelo sin aire – Sabía que harías esto, te he seguido desde hace rato, pensé que irías a tu departamento, sin embargo, aquí estás. No tienes a Candy y vienes a consolarte con tu prometida. Falleció su tía ¡Por Dios! Tú debías darle su apoyo, ir tras ella. Acompañarla en este difícil momento, pero no, le diste la espalda, te sentiste desplazado y piensas pagarle con la misma moneda con tu prometida.

¿Por qué sigues diciendo que es mi prometida? – Terry recordaba haberles dicho que ya habían terminado, pero que Susana no lo aceptaba, ¿qué tanto sabía Tom? Además con eso eludió la realidad de las palabras de Tom.

Por favor – se exaspero el ex vaquero – Candy te creyó porque debía hacerlo, porque desconfiar de ti es darse cuenta de que le mientes, ella te ama y si tú le dices que dos más dos son cinco ella te creerá, y no por esto quiero decir que ella es tonta, pero te ama, y amar significa confiar, creer en las palabras del otro aunque el sentido común te diga que las cosas no son así. Pero yo no te amo – le sonrió – y sé que le mientes, sé que sigues comprometido con la Marlow, sé que nunca hablaste con ella sobre terminar, sé que te da miedo enfrentarla y decirle que el compromiso se acabó. En fin, Grandchester, lo sé todo.

Algún día es hoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora