Capítulo 8: La vida sigue, el corazón se detiene - Parte 2

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Esa noche la estación estaba llena de gente que deseaba volver a Londres, era inusual ver tanta gente, la vida era tranquila en Escocia, no había prisas, no había problemas que no fueran a resolverse.

Esa tarde pudo estar colmada de pasión, pero él quería hacerla especial, compartir su lecho con ella como su esposo, en una ocasión le había prometido ser un caballero y esa promesa seguía latente. Aun así se la pasaron besándose. Terry quería que ella volviera pronto a Nueva York, tenía que comprar una casa, porque su departamento, con sus inquilinos (deseados aunque innecesarios), no era una opción viable. No quería forzarla a vivir lejos de su familia, pero su carrera estaba en aquella ciudad y no podía cambiar su residencia así como así, pero eso era algo de lo que tendrían tiempo para discutir.

Un fuerte dolor se clavó en el pecho de ambos mientras él acariciaba el pecoso rostro, pensó que se veía hermosa, chupando sus labios y torciendo un poco la boca señal de que algo le preocupaba. El mismo se mordía los labios tratando de tragarse las palabras que sabía no debía decir.

- Candy – pero a veces la razón no le gana al corazón – no quiero dejarte, quiero quedarme contigo – su voz estaba cargada con tanta angustia que logró que la rubia se preocupara por él.

- Pronto estaremos juntos para siempre, Terry – prometió ella, besando sus labios, infundiéndole confianza, pero no por eso dejaba de sentir un pinchazo de miedo.

- Nos hemos separado muchas veces, Candy, eso me aterra porque siempre que lo hacemos mi corazón siente que no volverá a verte, que será la última vez que estaremos juntos.

Candy suspiró y le sonrió a medias, sin saber qué decir. Él estaba expresando lo que ella sentía, que su amor estaba destinado a fracasar, pero tenían que mantenerse positivos y confiar que todo estaría bien, que nada ni nadie podría separarlos.

A Candy le hubiera encantado que él se quedará, que esperará un poco más, pero no podía hacerle eso a su carrera y además las cosas con Albert no eran las más adecuadas, era consciente de la preocupación de Tom y su desconfianza por el patriarca de la familia Andley. Quiso convencerse de que sería otra prueba, una más y que sin problema la superarían para poder estar juntos finalmente, sin el temor de una nueva separación.

- Terry, no será así, nada podrá separarnos, hemos superado muchas pruebas, es tiempo de disfrutarnos, de pensar en el futuro, juntos.

- ¿Lo crees en verdad?

- Con todo mi ser, Terry, no te preocupes, regresaré a Nueva York para casarnos, en cuanto pise tierra seré tuya y tú serás mío para siempre.

El silbato del tren sonó, traicionero y celoso, invitando a los últimos pasajeros a abordar.

- Te amo, Terry.

- Yo también, Candy.

Se fundieron en un abrazo, desesperado por saciar las ansias de la cercanía, disipando los temores. Él la beso apasionadamente antes de abordar y con una última mirada se dijeron adiós.

Candy se quedó en la plataforma, viendo partir al hombre que amaba, el tren pronto se convirtió en un punto negro en el horizonte dejando una estela de humo. Se retiró cuando ya no pudo ver nada con el corazón latiéndole a mil por hora.

/O.o/

Nada podrá separarnos le había dicho Candy, quería creerle, tenía que forzarse a hacerlo con todas sus fuerzas, pero lo cierto era que él sentía que aquel sería un largo adiós.

/o.O/

Candy volvió a la mansión y atendió a Albert casi con movimientos mecánicos. Su amigo, su hermano, su protector, de nueva cuenta se convertía en su verdugo, ella esperaba que como lo hiciera antes, él no obrara apropósito.

Algún día es hoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora