Tercera parte

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No supo en qué momento volvió a perder la noción del tiempo. Los labios de Harry se resbalaban contra los suyos, posesivos, sedientos; húmedos. La saliva era una, la mezcla perfecta de alcohol, droga y pasta dental. También un sabor a algo más que no conseguía identificar.

Tommo ahogaba los gruñidos que le provocaba la fricción en su pantalón. La palma del más joven amasaba su bragueta, notaba sus dedos a la perfección. Se volvía salvaje; empezaban a ser brutos.

El tatuador tiraba de la cabellera del otro mientras pasaba la lengua por su mandíbula. Sonreía con la respiración entrecortada, siendo más rudo en el movimiento con su mano si era el otro el que tenía la intención de buscar su boca. Mientras, con la otra mano libre golpeaba la precaria pared. La de los cubículos del baño. Harry fue el que lo volvió a arrastrar allí y Tommo esa vez no fue consciente de la gente con la que se encontraron a su paso. Porque sólo se había encargado de comerle la boca al chico de la camisa floreada.

Gruñó al sentir los dedos torpes en el botón de sus vaqueros. La bragueta ya se la había bajado, la mano del otro era ágil y se colaba con facilidad y descaro entre las ropas, tomando aquello que buscaba con ansias. Tommo gimió cuando su miembro fue encerrado en los dedos largos. Harry sonreía mientras lo veía cerrar los ojos y fruncir de aquella manera el entrecejo. Temblaba bajo él.

El tatuador bramó por lo bajo cuando vio cómo la cabeza llena de rizos despeinados quedaba a la altura de su pelvis. Harry se había puesto de rodillas en el suelo, masturbándolo. Sus nudillos se quedaban blancos debido a la fuera que ejercía en sus manos. Sentía la boca seca, que sus piernas nos aguantarían su peso...

El chico pareció ronronear.

Tommo quería mirarlo. Sabía lo que iba a hacer y era otra razón la que lo obligaba a observar. Harry se relamía los labios, ensalivándolos mientras una sonrisa torcida adornaba su expresión. Los ojos verdes estaban clavados en los azules porque también quería que el dueño de estos lo mirara. Quería que lo viera.

El tacto seco de la mano de Harry se esfumó cuando tras un lametazo en la punta del miembro, dio paso a su boca. Sus labios tantearon el tamaño, la garganta se contrajo y Tommo, irremediablemente, gimió alto cuando notó la calidez. La boca era suave, lenta, prieta... Los dedos del chico acariciaban la parte baja de los testículos e instó a que Tommo llevara una mano a su pelo. A que lo agarrara. El tatuador intentó mover las caderas cuando sus dedos se enredaron en un par de rizos, pero la boca del otro tuvo un efecto más paralizante. Sólo podía gemir mientras notaba la lengua ajena resbalando por su carne. Cuando percibía la dureza del paladar.

—Joder. Joder...

Aunque no se percatara de ello, el más joven sonrío al escucharlo.

No quería correrse en su boca; quería aguantar. No sabía exactamente por qué, sólo necesitaba alargar el momento. Sabía que tenía los dedos de los pies encogidos y que las extremidades se le quedaban flojas.

—Mierda...

Todo porque probablemente era el mejor sexo oral que había recibido nunca.

El cosquilleo en su vientre se acrecentaba y sus dedos cada vez tironeaban más del pelo castaño. Hasta que Harry paró, jadeando. Asfixiado, con los labios totalmente húmedos y sonrosados.

Arrebatador.

Tommo gruñó cuando lo miró. Tiró de su barbilla, liberando su melena y empujando su cuerpo contra la puerta del baño para ponerlo de pie. Harry de inmediato atacó su cuello y él coló una mano por su camisa apenas abrochada. Entre aquella tela que no dejaba nada a la imaginación. Dos botones saltaron, el de ojos verdes se desabrochó su propio pantalón y empujó a Tommo, haciendo que diera un paso hacia atrás y cayera sentado sobre el inodoro con la tapa ya bajada.

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