Zamas Fusión: La curiosidad mató al gato.

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—Su codicia de tratar de tocar a un dios... ¡Ese es su pecado! Un dios es aquel que mira hacia abajo. No es uno al que puedas tocar tan casualmente y sin embargo, ¡Vuestras incontables humillaciones contra mí son pecados dignos de muerte!

—¿Humillaciones? De qué diablos está hablando este tipo — farfulló Goku mirando a Vegeta; quién se encontraba junto a él.

—¡Bah! Este insecto no sabe ni de lo que habla — agregó Vegeta mientras examinaba la herida de su brazo.

Ambas partes cesaron totalmente sus ataques. Por un lado se encontraban ambos saiyan's, exhaustos y lastimados por los constantes ataques de Zamas Fusión, Goku y Vegeta trataban de mantenerse ocultos para recuperar un poco de su energía. Elevado unos cuantos metros del cielo se encontraba aquel ser divino que se hacía llamar Dios supremo y absoluto, aquel ser que se había convertido en un gran rival para aquel par de guerreros era despreciado por los humanos que habían sobrevivido hasta ese entonces.

Él Dios se encontraba concentrado tratando de buscar a sus adversarios, pero una pequeña e insignificante presencia lo sacó de su concentración.

—Usted no es nadie y no puede destruir la Tierra — gritaba una niña andrajosa mientras se acercaba hacia el ser supremo. — ¡Usted no puede! — bramaba furiosa.

Aquel ser abominable posó su vista en la chiquilla, no pudo contener su ira al mirar a la inocente niña que se acercaba a él. Le traía muchos recuerdos a la mente, recuerdos que lo forjaron, además recordó la promesa que le hizo a su fiel compañera.

Inicio de Flashback.

—No es justo — gritaba Zamasu mientras corría detrás de la pequeña niña.

—Zamasu, recuerda que la vida no es justa — musitó mientras la pequeña dejo de correr y con un ligero andar se acercó al precipicio.

— ¡Ten cuidado Eolande! —exclamaba el pequeño Kaio-shin.

—Zamasu, ¡Apresúrate! — rogó Eolande con un tono de voz que indicaba susto.

El pequeño Zamasu se acercó apresurado hacia su compañera de juegos. Al principio no comprendía cuál era el temor de la niña, pero pronto se dio cuenta de las extrañas naves que se encontraban aterrizando.

—¿Qué hacen esas naves en el planeta Kaishin? —preguntaba Zamasu.

—No tengo idea, pero será mejor ir a ver —La niña miró a Zamasu y comenzó a correr en la dirección que cayeron aquellas extrañas naves.

—Eolande, ve despacio —gritaba él. —Puede ser peligroso — agrego haciendo que la niña se detenga.

—¿Tú me defenderás? — preguntó ella y notó como el niño comenzó a sonrojarse. —Lo tomaré como un sí.

Continuaron su camino hasta las extrañas naves. Cuando llegaron al lugar pudieron observar que se trataban de tres naves en forma de esfera, las cuales habían causado tres grandes perforaciones en el planeta.

Zamasu notó algo muy extraño en aquellas naves y no tardo mucho tiempo en darse cuenta que las personas que se encontraban dentro de las esferas poseían un ki maligno. No lo pensó dos veces y tomo a Eolande del brazo para poder esconderse.

—¿Por qué hiciste eso? — Se molestó la niña.

—Esos seres no tienen buenas intenciones — respondió el Kaio-shin, mientras tapaba la boca de la niña.

Pasaron unos cuantos minutos y los "seres" que se encontraban en las naves espaciales salieron. Parecían humanos comunes a excepción de unos cuantos detalles como la cola que tenían, similar a la de un mono, eran demasiado altos, y se veían demasiado musculosos; eran una raza desconocida para ambos niños.

Los desconocidos tuvieron una pequeña conversación la cual ambos pequeños no pudieron escuchar, pero notaron que aquellos hombres se dirigían hacia la pequeña aldea donde vivían en resto de Kaio-shins.

Los dos movidos por la curiosidad se marcharon detrás de aquellos seres, procuraron ser sigilosos para que ellos no noten su presencia y lo lograron, pero ambos niños se arrepintieron de su curiosidad cuando observaron la desgarradora escena: Su pequeña aldea reducida a nada y todos sus habitantes yacían en el frío suelo, todos se encontraban muertos menos ellos.

Zamasu reaccionó primero e intento tomar a Eolande para poder huir, buscó la mano de la niña pero no la encontró. La buscó con desesperación y notó que la pequeña se acercaba cada vez más a aquellos hombres que causaron grandes destrozos en su planeta.

—Ustedes no pueden destruir nuestro planeta —gritaba mientras lloraba con demasiada fuerza.

—Claro que podemos niñita — Se burló uno de ellos.

—Somos de la raza guerrera de los Saiyan's, y tomaremos tu lindo planeta —decía mientras reunía energía para atacar a Eolande.

Pasaron solo tres segundos, tres malditos segundos y Eolande había terminado cerca de Zamasu tirada en el suelo con grandes heridas en todo su cuerpo. El niño se arrastró como pudo para poder llegar a socorrer a su compañera, pero se dio cuenta de la debilidad de su ki.

—Lo siento... mucho... — dejó aquella frase inconclusa ya que el pequeño corazón de Eolande había dejado de latir, había dejado de existir.

—¡Eolande! ¡Eolande! — Se lamentaba amargamente Zamasu, mientras agitaba a la niña. —Vengaré tu muerte, me desharé de todos los humanos. Me vengaré de los asquerosos saiyan's.

Fin de Flashback.

—Claro que puedo, cumpliré mi promesa —vociferaba Zamas Fusión, mientras se concentraba para su último ataque, una vez reunida toda la energía la lanzó hacía la Tierra haciendo que esta se fragmentara y estallara en miles de pedazos. —Cumplí con la promesa — soltó cuando se dio cuenta que aquel planeta conocido como Tierra había desaparecido por completo al igual que los últimos Saiyan's que quedaban vivos.

Zamas sintió un gran alivio en su pecho, aquel hecho le había atormentado durante tantos miles de años. Su último paso era revivir a su compañera, Eolande para poder entregarle aquel mundo perfecto, aquel mundo sin humanos, aquel mundo sin amenazas, aquel mundo sin monstruos. 

Dragon Ball: One-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora