9. EL SACRIFICIO

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Estaba de camino por las dos víctimas, hoy las mataría, hoy estaría más cerca de mi amada, dentro de poco estaríamos al fin juntos, solo me separaban de ellas esas inútiles almas moribundas que este mundo no necesita. 

Me levanté y moví un poco del asiento de mi auto, no estaba muy preocupado por las dos víctimas de hoy, parecían ser algo fáciles de atrapar y asesinar. 

Sus nombres Rocío Aguirre y Gabriela Huesca, como decía anteriormente la última de estás era vecina del chico que fue poseído por el Nanahuatzin, lástima por esas dos niñas, nadie se mete en mi camino, prometo tenerte cerca de nuevo, prometo destruir a todas esas personas que te hacen daño. 

La noche estaba cayendo y un grupo de adolescentes en vestidos de colores chillantes y cortos se dirigía hacia la zona de bares y discotecas de la ciudad, entre ellas iba una de las chicas cuya alma debía de dar a los dioses. 

De cabellos rubios pintados, ojos cafés y piel color canela suave, no tenía un mal cuerpo para ser sinceros, y ese vestido la hacía parecer muy atractiva pero no debía de olvidar su verdadero objetivo. 

En dos horas tenía que atrapar a la otra chica a unas cuadras lejos de aquí, pronto, cuando la luna estuviera en su punto las cuatro almas serían al fin dadas al dios de la muerte, y pronto estaría más cerca de su amada. 

Quizás la podría ver, quizás podría tocarla. 

Había estado investigando últimamente acerca del espíritu que poseyó al chico aquella vez, parecía tener que ver con un antiguo dios que se sacrificó para ser el dios sol en la mitología mexica, pero también me encontré con qué fue una especie de semidios que nació de un morro, una planta muy peculiar. 

Parecen ser seres mágicos que pueden hacer lo que deseen ¿Acaso habrán mas seres involucrados? Claro, Chasca dijo que era una guerra entre el dios de la guerra y el mundo. Ese dios quiere gobernar el mundo, tenerlo en sus manos. Pero no lo hará si eso implica la vida de Emily. 

Como tenía previsto Rocío se alejó del grupo para poder ver a escondidas a un chico, este chico nunca llegará, o bueno lo hará, pero muy tarde. Salí deprisa de mi auto con mi paño en la mano izquierda y por si fuese necesario un pequeño cuchillo. Ella se encuentra distraída viendo algunas cosas en su bolso. Me le acercó por detrás en silencio y logró taparle la nariz con el paño, solo tengo que esperar a que caiga sedada en poco tiempo. 

Parece no resistir por mucho tiempo y cae en mi brazos sin ninguna objeción y no hay ningún testigo de mi secuestro, la llevó al auto y la siento con los amarres en la parte de atrás, de manera que no se vea o se note a simple vista. 

Enciendo el auto y pongo la radio mientras me dirijo a mi siguiente víctima. En poco tiempo logro divisarla en la parada de auto bus, no se encuentran muchas personas pero si las hay, por lo que no puedo simplemente ir y secuestrarla, decido que lo mejor es engañarla. Salgo de mi auto, cuidando que nadie note la presencia del cuerpo que llevo amarrado al fondo del auto y me dirijo con tranquilidad hacia la parada. 

Hay un vagabundo a mi izquierda y una mujer algo regordeta vendiendo fruta a mi derecha, adelante mío se encuentra Gabriela, lleva el pelo sujetado en una coleta y se encuentra mirando constantemente su reloj, pareciera que tiene mucha prisa y es porque la tiene, necesita llegar a su caso pronto pero lastimosamente ya nunca más lo podrá hacer. 

  — ¿Conocéis dónde queda este lugar?—  Le preguntó a la chica con mi acento extranjero y le muestro en un mapa la ubicación de un centro turístico que no queda muy lejos de acá, a tan solo unas cuatro cuadras. 

— Sí, camine a la derecha hasta llegar al semáforo de ahí crucé a la izquierda hasta que vea una panadería, ahí doble a la derecha nuevamente y siga recto hasta ver el parque y al lado izquierdo de este se encuentra la iglesia que está buscando, si quiere yo misma le puedo acompañar, me queda de camino— Suspiró con pesadez Gabriela. 

LOS MUERTOS NO VUELVEN A LA VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora