11. MIKITZIN

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La oscuridad del alma de las personas, las emociones de los humanos, sus sentimientos, sus pensamientos y sus acciones son algo que siempre me han fascinado de ellos. ¿Cómo pueden hacer cosas tan impredecibles? ¿Cómo pueden ser tan estúpidos e inteligentes a la vez? 

Llevó ya dos noches sin poder conciliar el sueño, siempre tengo el mismo sueño, el mismo recuerdo de aquella noche cuándo el amor de los no vivos me pidió tener algo, cuándo su mujer se entere de todo será mi fin, ese bebé que cargo en mi vientre es fruto del mal, si algo le pasa a amo de los muertos será mi culpa. 

Si algo le pasa al orden de lo sobrenatural, de los dioses será mi culpa por ser tan estúpida. 

¿Acaso me estoy humanizando? ¿Podrá ser posible? Los humanos son tan extraños, siempre los miraba desde lejos, cuando me tocaba transportar sus almas del mundo terrenal al mundo de los muertos, siempre me gustaba ver como actuaban, siempre eran tan diferentes y únicos a la vez. 

Algunos rogaban porque yo llegará, incluso venían a mis brazos, otros... lloraban y suplicaban que me alejará, creo que les asustaba mi presencia, sabían que su momento había llegado, sabían que la muerte les tocó a su puerta. 

Creí que alguna vez le podría mentir, pero temo que London se haya vuelto loco, haya perdido su humanidad, su bondad que tiene su alma y haya sido reemplazada por la oscuridad y se lo haya consumido todo, no quiero ser la culpable de haber destruido a un humano. 

Los recolectores de almas nunca deben interactuar con los humanos, no debemos hablarles, solo vamos y nos llevamos su alma, damos las indicaciones necesarias y nos vamos, los recolectores de almas no poseen sentimientos y si los tenemos debemos ocultarlos, los recolectores de almas no pueden negarse a hacer su trabajo ya que por esto fuimos creados exclusivamente. 

Y ahora seré la deshonra de toda mi raza, desde el fondo de los mundos se vendrá abajo todo.

Por mi culpa el final vendrá, seré la culpable de que el dios de la guerra reiné y creé un caos en todos los mundos, los dioses entrarán en guerra, el Octógora tendrá otra revolución, los cielos caerán y los infiernos ascenderán y aún peor el mundo de los infieles será el campo de batalla de todo esto. 

Chasca y todos los demás espíritus escaparán del árbol de la vida y pedirán cuerpos para volver a este mundo, los heraldos de la muerte, los custodios del Mictlán nos arrodillaremos ante el nuevo amo que nos impongan. Veo todo esto venir sino detengo a Chasca. 

Pero me hacen falta fuerzas, recuerdo verla en medio de las grandes filas de las almas que hacen para poder entrar al Mictlán, se veía triste, infeliz y cuando me miró me reconoció, a la pobre anciana que le dijo que Chasca buscaba su alma. 

Me sonrió y me abrazó me pidió ayuda para salir pero le tuve que ser sincera, le tuve que decir que todo ya estaba perdido, las víctimas que dimos al dios de la muerte no eran para qué ella pudiera salir y volver a la vida, el sacrificio era para sellar los nueve mundos y evitar que el dios de la guerra saliera, para darle fuerza al dios y amo del reino y debilitar a Chasca, ya no podíamos salvarla. 

Ella ya ha pasado mucho tiempo en este mundo, ya no pertenece al mundo de los vivos y la verdad me siento culpable de estar utilizando a London, pero es la única manera que tengo de poder salvar el mundo. 

Me siento mal de usarlo porque quizás, solo quizás comienzo a sentir cosas por él, pero es muy pronto, sé que es falso, sé que mi corazón está con aquel ser frío que me ha negado, que me ha abandonado pero no porque quiera, sino porque debe de hacerlo por nuestro bien. 

Cuándo todo esto acabe me escaparé y esconderé de todo esto. 

Falta un día para completar el sacrificio, Chasca se debilitará y no podrá hacer su cometido con suerte y quizás pueda encontrar una forma de adelantar la venida de los hermanos del noveno elemento. 

Sólo necesito encontrar ese dichoso hechizo que solo puede ser utilizado una vez cada mil años. Es lo único que me queda. 

  — ¿En serio crees que podés salvar aún al mundo? ¡Daté cuenta de una vez estúpida! No puedes salvarlo ya, nuestros mundos, sus mundos ya están perdidos y necesitamos que llegue el nuevo orden—   Habló Hester con sorna mientras se terminaba su café. 

Tenía una sonrisa que no se le podía quitar, había aceptado reunirme con ella este día, quizás era una trampa, quizás era una mala idea pero ya me encontraba frente al café en dónde me había citado. 

  — Ese es tu punto de vista, del mío no estamos perdidos aún, aún existen razones por las que luchar, el hombre, los guardianes, los seres sobrenaturales no necesitamos de un nuevo orden de los dioses— Contesté mientras me sentaba frente a ella, se le veía más rejuvenecida está vez, el sacrificio aún no le había surtido efecto. 

Bebió un poco más de su bebida caliente antes de dignarse a contestar mi opinión. Llevaba un vestido moderno floreado, de fondo blanco y flores azules, un bolso grande del mismo tono azul que su vestido, un gran sombrero de playa y unos tacones. 

— Eso es lo que piensan los que nunca han sufrido, los que tienen el privilegio de estar con las castas altas, de vivir como un tlatoani, mientras los demás nos morimos en la pobreza y esclavitud ¿Acaso no has visto la verdad? ¡Cómo podés seguir ciega! ¡Mira tanta injusticia frente a tus ojos! ¡Podemos hacer algo por mejorar la vida de todos! ¡Huitzilopochtli puede hacerlo! ¡Ne yankwik wey teot!— Gritaba como loca hacia mí, sin conseguir la atención de las demás personas presentes. 

  — No, eso es lo que ese idiota te ha hecho pensar, la verdad no es esa y no te ayudaré Hester o Chasca— Contesté seria, haciendo que ella comenzará a perder los estribos. 

— ¿Acaso piensas aún que Popocatzin te aceptará a ti y a tus hijos? ¡Él nunca aceptará su relación! ¡Sos solo una recolectora de almas no una diosa  Mikitzin! ¿Oh preferís que te nombre como te haces llamar? ¿Como es? ¿Xochimitl? — Se burlaba de mí sin pudor pero no me caí, no dejé que viera mi sufrir. 

Sonreí y rogué a los dioses que mis ojos no se pusieran rojos. 

  — No me importa lo que haga el señor de los muertos o la gran triada del noveno nivel, Mictlantecuhtli, Miquiztetl y Xoaltentli, pueden hacerme lo que quieran, no me importa no ser una diosa, solo quiero que el mundo no entré en guerra por dos idiotas que estaban aburridos y decidieron tomar el poder— Contesté, tratando de sonar fuerte. 

  — Qué ilusa sos Mikitzin, no solo yo quiero que suceda este cambio, hay varios infiltrados entre los recolectores de almas, seres sobrenaturales, guardianes e incluso hay dioses que desean este cambio y nos apoyan, pronto un nuevo mundo renacerá de las cenizas,  pronto seremos libres— Dijo ella con una mirada de esperanza en algo que acabará mal. 

Reí ante su comentario aunque en mi interior tenía miedo, tenía miedo que fuese cierto lo que dijera y hubiesen varias personas apoyando la causa perdida, necesitaría más que el sacrificio para poder detenerlos. Necesito el hechizo, necesito que vengan los dos hermanos del noveno elemento. 

Dentro de unas cuántas horas se ocultaría Tonalli y saldría Metzli con su ejército de Sitalmet, hoy tendría que acabar con todo esto, no puedo esperar más tiempo.  

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Popocatzin = Mictlantecuhtli

Miquiztetl = La muerte, mensajero del dios de los muertos. 

Xoaltentli = Personificación del sueño y los trastornos mentales. 

Tonalli= Sol Metzli= Luna Sitalmet= Estrellas Mikitzin= Muertecita

LOS MUERTOS NO VUELVEN A LA VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora