Capítulo 1

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"Me lo agradecerás luego."

Las palabras de Zayn sonaban dentro de su cabeza en forma de palpitantes latidos.

Abrió los ojos y los centró en el reloj sobre la bordó pared frente a él. Su turno finalizaba en cinco minutos. Gruñó molesto.

Bajó el rostro, fijando la vista en el sudado cuerpo bajo él.

El hombre tenía la cabeza hacia un lado, refugiada en el hueco de su brazo. El lado izquierdo de su cuello se hallaba expuesto hacia él y su boca no dudó en arrastrarse hacia allí.  Succionó suavemente para luego acariciar con su lengua y presionar una pequeña porción de piel entre sus dientes.

Tenía un exquisito sabor. Una mezcla única de sudor, su olor propio y aquel gel de baño que el hombre debía utilizar en su ducha entre cada cliente.

Él solía ser el primero cada noche. Lo había sido cada fin de semana durante todo un mes. 

Pero aquel domingo resultó distinto. Se demoró bastante en ordenar su papeleo y para cuando se dirigió al club, recién el cuarto turno estaba disponible.

En primera instancia pensó en regresar a casa y esperar al siguiente fin de semana, pero luego recordó que su anhelo de verlo no esperaría. Después de todo, él nunca sería el único.  

Las manos del hombre se cerraron en apretados puños mientras un ahogado jadeo salía de él, trayéndolo de vuelta a la realidad. Se alejó de su cuello dispuesto a observar aquel rostro sonrosado de verdes esferas entrecerradas y separados e hinchados labios rojos.

Los estaba atormentando con sus movimientos y era consciente de aquello, pero el hombre parecía disfrutarlo y, por alguna razón, verlo en aquel estado era todo el placer que iba a buscar cada noche.

Su vista se perdió en el hinchado bulto del cuerpo ajeno, una idea atravesó su mente y no dudó en preguntarlo.

-         ¿Hace cuanto no te corres hoy?

-         D-dos clientes –murmuró, mordiendo su boca. 

Sonrió de lado, echó un vistazo al reloj y comprobó que su tiempo realmente se acababa. 

Se dirigió a sus labios y desarmó el apriete en el que se hallaban. 

Rozó sus bocas entre sí mientras depositaba una de sus manos en el latente bulto bajo él. Lo rodeó ganándose un nuevo gemido reprimido.

-         Puedes hacerlo conmigo –movió su muñeca de forma  sincronizada con sus embistes-. Vamos, bebé, hazlo por mí y no reprimas tus sonidos.

Le atrapó el labio inferior y mordió sin ejercer demasiada presión. No detuvo sus movimientos hasta que el hombre bajo él se liberó completamente. 


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