Jean veía esa página vacía algo amarillenta; acarició con sus dedos las iniciales de su nombre en la parte superior de la página, escritas con una primorosa caligrafía. Otabek le veía sereno, observando un profundo suspiro del joven cuando este tomo un bolígrafo junto al libro que descansaba sobre el escritorio.
—¿Estás seguro que quieres que este aquí? Quizá sea mejor si ordenaras tus ideas en privado...
—Tu eres parte de esta historia, y no soy tan bueno escribiendo historias— Sonrió calmando al kazajo.
Esa página en blanco era algo que se había deslizado de su mente con tantas cosas apareciendo en sus recuerdos; pero era hora de enfrentar esa historia sin final, de hacerle frente y continuarla.
<<—Entonces ya entendiste porque esa página esta así. La dejó en blanco y con tus iniciales para que tú la escribas— Le dijo Rosalie cuando vio esa hoja con entendimiento.>>
Jean tomó aire, y comenzó a relatar desde el momento en que abrió los ojos en el hospital, llenando rápidamente esa hoja por ambos lados; entre sus manos sacó otro libro, uno sin nada escrito en el que Rosalie le entrego de parte de Seung-gil para siguiera su historia.
—Esta historia tiene un largo camino para tener final, de una vez te digo Beka. — Cerró las pastas duras del libro, habiendo iniciado el primer párrafo de un relato que inicia tanto tiempo atrás, una que acogía el pasar de las vidas de ciertas personas.
—Me gustan los finales abiertos Jean— Respondió el mayor, abrazando al moreno que se dejó envolver por el cuerpo del kazajo.
Y a Jean siempre le gustaron las historias largas.
De su encuentro ya había pasado tiempo; su relación era algo más formal, ambos eran independientes en sus decisiones, pero optaron por vivir juntos. Muchas costumbres nacieron en su vida diaria, aprendiendo de las cosas maravillosas del otro, como de aquellas no tan hermosas particularidades que los caracterizaban.
—Jean, ya te dije que no guardes cosas en cualquier cajón que veas disponible— Otabek sacó unos patines de una gaveta donde el canadiense guardaba libros que lograba adquirir.
—Lo siento, es que si intentó darles un lugar termino olvidando donde los deje— El joven lo abrazó recargando su rostro en el hueco de su hombro—. Además, así encuentras sorpresas Beka.
El mayor empujó al canadiense encima del sofá negro de la sala, y callándolo con un beso que dejo sin aliento al más joven habló—: Bien, suficientes sorpresas por hoy, así que recoge por favor, y asegúrate de dejarlo donde debe ir— pidió el kazajo
El de cabellos castaños se sentó en el sillón, asegurándose de que el otro hiciera caso. Jean recogió inmediatamente todo lo que estaba sobre el suelo, hasta que tomó un pequeño libro de tapa verde, uno que siempre le hacía sentirse melancólico.
—¿Estas bien Jean? — El mayor se acercó al ver tan quieto al hiperactivo hombre—. ¿Te duele algo? — Conocía mejor que nadie las condiciones particulares de la salud del joven, siendo normal que se agotara rápido, o se distrajera con facilidad.
—Si Beka, no pasa nada— respondió acariciando la ilustración de la portada de aquel ejemplar en sus manos—. Este libro es mi favorito, una recopilación de cuentos...lo leí varias veces, incluso antes de saber que su autor era Seung-gil.
El mayor fue entonces quien abrazó esta vez a Jean, leyendo el título de aquel libro tan viejo. Le llamó la atención que el otro lo sostuviera con tanto cariño.
—Una historia de luciérnagas— Leyó en un susurro cerca de la mejilla de Jean—. Es un título interesante.
—Son cuentos de fantasía, con seres míticos y cosas así— explico Jean, recordando la vez que hizo a Seung leerle su cuento favorito—. En uno se relata un largo viaje de un hada sin alas, que las personas veían como una luciérnaga.
Otabek sabía que Jean era un hombre de dos amores, y ambos eran el de su vía; amaba a Seung-gil con toda su alma, como lo hacía con él; ninguno era menos importante, ni seria abandonado u olvidado.
—Podemos leer un poco más tarde.
Jean era definitivamente como una resplandeciente luciérnaga que alumbraba hasta el día.
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Until Tomorrow [YOI] [JJBek]
FanfictionJean despierta despúes de un coma, de poco más de 60 años, donde al fin la tecnología pudo reconstruir aquella parte de su cerebro dañada, siendo capaz de conservar su cuerpo tan joven como si hubiese dormido unas horas. Años en los que muchas cosas...