Jean despierta despúes de un coma, de poco más de 60 años, donde al fin la tecnología pudo reconstruir aquella parte de su cerebro dañada, siendo capaz de conservar su cuerpo tan joven como si hubiese dormido unas horas.
Años en los que muchas cosas...
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Cuando el mundo se le comenzó a ir abajo, su vida a desplomarse en sus manos sin que pudiera hacer nada, fue el día que ya ni si quiera podía caminar correctamente, cuidarse el todo sólo, o tan si quiera recordar los nombres de su propia familia.
Intentó ocultarlo, esforzarse cuanto podía para compensar lo que iba perdiendo; al final tuvo que dejar su carrera como jugador de hockey; abandonar el equipo que era como su segundo hogar le hizo ver que su enfermedad era real.
Sin poder hacer trabajos muy demandantes, decidió enseñar patinaje; Seung-gil solo le abrazó, y le besó profundamente aquella noche, recordándole al sentir la piel desnuda del otro que no estaba sólo, aun si se perdiera.
Y cuando vio que lo perdido en su mente jamás se recuperaría, fue al darse cuenta de los cambios en su vida.
Sus padres no lo dejaban sólo, Seung-gil lo acompañaba a todos lados de ser posible; en días anteriores se había olvidado del tiempo, como de su propio nombre.
Perder cosas se convirtió en una nimiedad; el no poder controlar su propio cuerpo cuando la enfermedad avanzo fue el punto definitivo de no retorno, Seung-gil lo sabía; él lo entendía.
Lo único que parecía constante en su mente, ese pequeño tesoro imborrable en sus memorias, uno que sería resguardado en lo más profundo de sus recuerdos era un nombre, una persona: Seung-gil. Probablemente no sería capaz de decirlo pronto, o saber que significaban esas letras que nombraban a la persona más importante en su vida.
Lo siento Seung...
Solo tu nombre, por favor permítanme no perder eso.
Así fue su última plegaria.
Sus parpados se cerraron por más que quiso mantenerlos abiertos, no despegar sus ojos de la mirada más significativa y sincera que jamás le dio él; pero la anestesia comenzó a llenar sus sentidos; un larguísimo letargo se inició en su cuerpo, esperando detener la enfermedad hasta que encontraran una forma de tratarla.
Seung-gil nunca dejó de sonreírle, algo inusual en ese hombre tan inexpresivo. Jean vio los labios de esa persona moverse, mientras los sollozos de su familia iban volviéndose cada vez más lejanos; su nombre...él se llama...
¡Como pude olvidarlo! ¡Él es Seung-gil!
Los médicos en la habitación se movían inquietos a su alrededor preparando cientos de cosa, y una compleja máquina que comenzaba a cerrarse con Jean dentro; sus ojos azules siguieron el lento movimiento de las palabras silenciosas de la persona que más amaba en el mundo, una que se estaba despidiendo, aunque no con palabras que dieran a entender eso.
Hasta mañana Jean.
Descifro el joven, que se sumió en la oscuridad de un pesado e inviolable sueño.
Hasta mañana a todos...Seung.
Hasta mañana.
Seung-gil vio sorprendido la respuesta de Jean, mientras escuchaba los sollozos ahogados de la madre de este, mientras consolaba a la pequeña Rosalie, quien abrazaba a su hermano mayor.
Tocó el vidrio que separaba esa zona esterilizada de donde estaban ellos; cerca de sus veinticinco años fue cuando supo, que esa era la última vez que vería a Jean, y aun así no quiso despedirse.
Solo fue capaz de decir algo similar a un hasta luego.