Capítulo 2

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-¿Cuál es tu nombre?

-Azahara Beckhamm.

El políca mi miró por cuestión de segundos, no pude definir el sentimiento de su mirada.

-¿Eres nieta de Alicia y Cedric Beckhamm? – su tono de voz era de lástima, las cosas estaban empeorando.

-Sí. ¿Qué les ocurrió?

-Hace un rato llamamos – el sonido telefónico antes de la masacre –, nadie contestó...

-Vaya al grano.

-Un camión se pasó el alto y fueron encontrados muertos dentro del coche cuando llegaron mis compañeros.

Las cosas ya iban mal desde antes. Sentí que alguien me sacaba el alma, intenté mantenerme de pie pero las piernas no respondieron y tuve que agarrarme del oficial para no caer. Respiré profundamente conteniendo las lágrimas, quería salir corriendo a máxima velocidad y gritar a todo pulmón. Estaba huérfana, mis familiares viven lejos y no tienen los recursos necesarios para mantenerme, y tampoco me querrían en su hogar, siempre he sido la más odiada en la familia ¿la razón? No la sé.

-Lo lamento. – sabía que se sentía mal por mí, pero ya estaba acostumbrado a casos como este – La llevaremos a la estación para contactarnos con familiares....

En ese instante llegó Trebor en su auto, afortunadamente vivía cerca de mi edificio porque ya necesitaba a alguien, no podía más con esto. Salió deprisa sin importarle haber cerrado la puerta y corrió a abrazarme, se lo impedí porque no quería que me vieran llorar. Una de las cosas que detestaba era que me vieran llorar, a partir de los nueve años nadie volvió a verme siquiera derramar una lágrima a excepción de Trebor. Era la persona que menos llevaba tiempo conviviendo conmigo pero la que más me conocía.

-No quiero ir a la estación. Iré con él. – dije cansada.

-Tiene que ir...

-Ella dijo que no. – mostró su identificación – Soy una persona legal, me haré cargo de ella, gracias por su trabajo.

No esperamos que respondiera y subimos al auto. Normalmente tomo la parte del copiloto, me encanta ir en frente mirando hacia adelante e irle cambiando a la música, esta vez ocupé la parte trasera, recostándome con los ojos cerrados para relajarme. El auto no se movió por unos segundos, abrí los ojos para ver si ocurría algo que lo impidiera y sólo pude ver a Trebor mirando hacia enfrente, aunque no me miraba directamente sabía que podía verme. Luego puso en marcha el coche y partimos. Cerré nuevamente los ojos y puse mi mente en blanco, concentrándome en el silencio que reinaba el coche, no sabría decir en qué momento me percaté que había dejado de oír las sirenas. Manchas de sangre vislumbraron en mi cabeza y tuve que abrirlos para no ver las siguientes imágenes. Centré mi mirada en el respaldo imaginando cualquier cosa con que distraerme, pero en mi mente sólo había caos. De tanto reprimirme repentinamente salió todo de golpe, me puse a llorar como una loca, ahogándome en mi propio mar de lágrimas y pensamientos, una vez que comencé ya no pude para el llanto. Sentía un enorme agujero en mi pecho, apreté fuertemente mi mano contra mi pecho aspirando que el dolor se fuera. De golpe el coche se paró y puede ver como salía Trebor con ferocidad del coche para sacarme del vehículo y acogerme en sus brazos.

-No pares. Ya deja de fingir que eres fuerte. – dijo ahogando las palabras al momento de sentir que trataba controlarme. Quería parar porque sabía que le partía el corazón verme así, sin embargo al pronunciar esas palabras me rompí más, no sólo por lo de hoy sino por todo, por un instante quería ser la frágil chica que soy en realidad.

Estábamos en... no tenía idea de dónde estábamos, era una calle estrecha donde al parecer Morfeo reinaba, ni el ruido de un reloj o el canto de un grillo se percibía. Sin avisarle eché a correr hacia la nada, no me importaba en absoluto si me perdía o terminaba en un mal lugar, quería desaparecer entre el viento que estrechaba mi cara y convertirme en una corriente fría más. Escuché pasos detrás de mí sabiendo de quiénes eran, grité sacando todo lo que llevaba dentro, fue un grito con tanta intensidad y volumen que nuca creí sacar. Me aproximaba a un parque, el llanto era menor, empero, seguía fluyendo. Al tener contacto con el pasto frené el paso cayendo en cuatro patas, poco a poco recuperé el aliento y las lágrimas cesaron. Trebor llegó un minuto después jadeando, era claro que había intentado alcanzarme. Se reclinó a lado mío apoyando su mano sobre mi espalda dándome palmadas, no lo miraba, mis ojos veían el pasto debajo de mí aunque en realidad mi mirada estaba perdida. A pesar de correr, llorar y gritar de esa forma todavía sentía algo dentro, o más bien dicho no sentía nada, se había formado un vacío en mi interior, quería seguir gritando y llorando, mas no me salía nada.

Me levanté del suelo para dar vuelta y volver por dónde venía. Caminé en línea recta hasta llegar al final del parque y dar comienzo a una avenida, ahí paré en seco, no sabía cómo volver, ni siquiera había puesto atención a lo que me rodeaba mientras corría. Vi que un coche se acercaba, y por un momento pensé en avanzar y dejar que el automóvil me matara de una vez por todas, pero justo antes de dar un paso pensé que a pesar de todo no dejaría que la vida me derribara, todavía me quedaban fuerzas para seguir.

Dejando pasar el vehículo seguí caminado aún sin dirijirle la mirada a Trebor, él mantenía una distancia para no tocarme y darme mi espacio. No aseguraba que fuera por el camino correcto hacia el auto, sin embargo no recordaba haber doblado calles minutos atrás por lo que pensé que siguiendo derecho llegaríamos. Trebor había memorizado cómo volver, lo conozco para saber que no le gusta ser una persona perdida, pero no me diría nada mientras yo tampoco lo hiciera, y no es que no quisiera sino que no podía, en este instante lo único que funcionaba en mí eran las piernas.

Caminé vagamente hasta por suerte topar con el coche, abrí la puerta de la parte trasera y me acomodé de la misma forma que estaba antes. Trebor cerró la puerta y subió en la parte frontal para continuar manejando, de aquí a su casa no nos volvimos a detener.

Cuando llegamos sus padres intercambiaron miradas y nos miraron a ambos confusos, estaban sentados en el comedor, al parecer interrumpí la cena. No saludé, tampoco hice expresión alguna, imagino que por sus mentes pasará la conclusión de que soy una mal educada, minutos antes me habría importado demasiado lo que pensaran acerca de mí, ahora me da igual, increíble cómo en cuestión de minutos cambias.

-Ella es Azahara...

NeptunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora