-Me pidieron que explicara lo ocurrido. No quise mentir y les conté la verdad, que yo lo había matado.
-No digas eso, no fue tu culpa.
-Fue mi culpa por no medir mi enojo, por no ver lo que estaba detrás de él. – lo miré al oír su voz rota, está llorando, no pudo guardar más el dolor. – Y no sólo lo digo yo, mis padres también, me odiaban, arruiné la familia. No me miraron a la cara por seis meses, no tuve permiso de asistir a su funeral, me llamaron asesino incluso en las casa vecinas, me miraban con repugnancia. Yo lo maté. Maté a mi hermano.
Me le echo encima para abrazarlo. Una las peores emociones es la de culpa, y el caso de él no es una culpa de algo sencillo, se trata de que piensa que mató a un ser que amaba, y todo mundo se lo afirmó en la cara lo cual lo vuelve peor. Uno se siente culpable cuando hiere los sentimientos de alguien, cuando haces algo mal que afecta a personas, ahora imagínate él con la idea de que asesinó a su hermano y aparte destruyó a su familia.
-No fue tu culpa, escúchame, no fue tu culpa, fue un accidente. – intento no llorar para no hacerlo sentir peor.
-Pero fue algo que pude haber evitado.
Lo abrazo más fuerte intentando robarme su sufrimiento, él no merece esto, ninguna persona debería vivir cosas como a la que ambos nos estamos enfrentando porque qué hemos hecho para recibir esto, qué se supone que hace la gente para recibir este tipo de dolor.
-Salía mucho en bicicleta para despejar mi mente, y encontré este lugar. Aquí me sentí tranquilo, no había gente que me criticara y me recordara a cada segundo la muerte de mi hermano, aquí el silencio no me susurraba "asesino". Y decidí seguir viniendo, poco a poco este lugar me ayudó a mejorar, lo que necesitaba era alejarme de todo, y eso hasta la fecha me hace bien, me hace descansar del mundo, poder respirar libremente, dejar que tus pensamientos fluyan y se los lleve la brisa, es como tipo de terapia, en mi opinión es la mejor.
Me quedó recostada en él escuchando su corazón latir indicando que está vivo, pero realmente no lo está, ninguno de los dos está vivo, yo no creo que esto sea vivir. Pienso en lo que dijo acerca de alejarse de todos y creo que tiene razón; al igual que necesitamos descansar de la escuela, el trabajo y las actividades diarias también del mundo, el descanso es fundamental para poder seguir adelante. Y este lugar es el indicado; en mi vida muchas veces me sentía cansada, harta de todo, y este lugar me abraza en sus brazos cálidos para darme energías y poder seguir.
La historia de Trebor me dejó con un nudo horrible en el estómago, ya no podré verlo de la misma manera, no porque lo considere un "asesino", sino que al conocer la historia de alguien entiendes por qué se comporta de esa manera. Antes al ver a Trebor pensaba que era muy tranquilo, con una mirada sencilla, cálida, no sabía cómo cabía tanta tranquilidad en una persona, no obstante ahora sé que debajo de esa paz hay todo un infierno, un alboroto de pensamientos.
Sé que tendremos que volver a la vida diaria en unas horas, sin embargo no quiero, no quiero que llegue ese momento, quiero volverme prisionera de este lugar, quiero congelar el tiempo y no avanzar más. Me quedo mirando hacia la nada, sintiendo el tiempo pasar terminándose mi paz. Este prado es nuestro hogar, anteriormente era sólo de Trebor, y ha sido tan amable de compartirme lo más especial para él, abrirme la puerta a su hogar que ahora se ha transformado también en el mío. ¿Por qué digo que es nuestro hogar? Porque un hogar no es simplemente una casa, es un lugar donde tu alma siente paz, y no es fácil encontrarlo, y cuando lo haces ya no quieres salir de ahí.
-Hay que volver. Mientras más estés aquí menos querrás salir. – se sienta Trebor – Lo digo por experiencia.
-No hizo falta mucho tiempo para que quisiera quedarme atrapada aquí.
Se levanta y me da una mano para que también lo haga. Veo un su mirada que siente lo mismo que yo, ninguno de los dos quiere regresar, y si morimos de hambre o sed nos importaría lo mínimo, mas ambos estamos conscientes de que tenemos que vivir aunque no queramos.
-Regresaremos otro día, lo juro.
Le doy mi mano y también me levanto, vamos costa arriba donde está su bicicleta y volvemos a la ciudad. Me siento relajada, un gran peso de mí se fue hace uno instantes, el prado se había llevado una parte mala, pero no toda. Mientras veía la gente en la calle pensaba por qué tanto estarían pasando, en qué estarían pensando, cuándo llegaría su fin y si alguna de esas persona vivía con sentido de vida. Yo ya no sabía nada de mi vida, ya no veía futuro, sentía que mi vida ya no tenía valor. Si muero hoy o dentro de treinta años me daría igual porque no tengo nada qué hacer en esta vida, no pienso suicidarme por la razón de que quiero ver hasta dónde más soy capaz de llegar, cuán más fuerte puedo ser, y también la forma en la que la vida piensa matarme. No pienso suicidarme porque tengo curiosidad de saber cómo la muerte quiere llegar por mí, cómo va a ser mi fin sin yo alterarlo.
De repente Trebor frena espontáneamente cuando un vehículo se pasa el alto y casi no atropella. Ambos miramos al conductor y este asustado se baja para preguntar si estamos bien, asentimos y Trebor le dice que no se preocupe y volvemos a andar. Ninguno de los dos sintió nada cuando pasó ese pequeño accidente. Estoy abrazada a su cintura, y no sentí ninguno de sus músculos tensarse, o sobresaltarse o usar un tono de voz diferente, habló como si sólo se tratase de alguien que le tiró su pluma por error. Yo tampoco sentí nada en lo absoluto, tal vez así viviré, como un muerto, sólo respirar pero no sentir nada, y aquí es cuando me doy cuenta de que Trebor desde hace tiempo que murió y ha tenido que vagar por este mundo fingiendo estar vivo.
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Neptuno
Non-Fiction..."En este momento sentía que era una habitante del Sol y repentinamente me habían lanzado en una nave a Neptuno, jamás volvería, y ahora tendría que acostumbrarme al frío y la soledad de Neptuno para poder sobrevivir."...