Capítulo 10

1 0 0
                                    

-Oye no tienes porqué ser así...- dice al dar cuenta de quién soy.

Fred jala una silla de la mesa costera y se sienta a lado mío para quedar a mi estatura. Empecemos por quién era este tal Fred. Bueno, podemos iniciar con había una vez una niña de once años que gozaba bastante de ir a jugar con su prima Lyzeth de trece años, eran muy unidas hasta que un niño, Fred, de quince años, se le declaró y se volvieron novios. En un inicio nada había cambiado, ellas se seguían viendo y Lyzeth se la pasaba hablando de su "amor" con Fred. Después Lyzeth ya no tenía tiempo para ella, decía que iba a salir con Fred, Fred, Fred y sólo Fred, siempre era él. ¿Creerán entonces que fue por celos? Desearía que sólo hubiera sido por eso. Fred no era una buena influencia del todo, y Lyzeth cambió repentinamente.

-Tenía sólo trece años. – le dije con un leve enojo y cierta tristeza.

-Lo sé. Y sabes que lo lamento mucho...- puso su mano sobre la mía y la aparte como si fuera algo tóxico.

-Tus disculpas no van a cambiar nada, me das asco, me das pena...

-Tú no eres muy inocente que digamos, también contribuiste y los sabes, todos piensen que tú fuiste un peón que nunca jugó en la partida y por eso eres libre de ese caso, pero ambos sabemos que ese fue tu error, el no jugar. – me dijo Fred ya enojado.

No pude negarlo.

Fred había metido a Lyzeth en las drogas, ella en un principio había aceptado por querer quedar bien con su novio y su grupo de amigos, pero después ella empeoró. Cada vez que salían la obligaban a consumir más y más. Se veía tan abatida, ella me contaba cómo se sentía, se describía acabada, que cada vez que la droga hacía contacto con ella era como vivir en el infierno, me decía que ya no quería pero "amaba" bastante a Fred como para decírselo, con temor a que terminara con ella por no querer seguir haciendo eso. Mi corazón se partía al verla así, yo era menor que ella, sin embargo estaba consciente de que eso es un extremo para alguien de trece años. Más tarde, Fred apostó que Lyzeth le era tan fiel que no se acostaría con uno de sus amigos. Charls, uno de sus amigos, aceptó el trato y emborrachó tanto a Lyzeth en una fiesta que organizaron para poder acostarse con ella. Fred se enteró y se enojó bastante con Lyzeth. Mi prima se sentía tan mal, siempre la veía llorando y a cada rato llamaba a Fred para pedir disculpas, hasta que uno tarde Charls le mandó un mensaje pidiendo perdón y explicó que lo había hecho por una apuesta, pero que se sentía realmente mal. Lyzeth enloqueció. Yo estaba en su cuarto con ella cuando llegó ese mensaje. Aventó todo, rompió su espejo y grito con lágrimas, lloraba de rabia y tenía la cara muy roja, yo estaba tan espantada que me quedé en un rincón preocupada, era como ver un animal. Entonces se detuvo y me miró, se acercó, me agarró de los hombros, y me dijo sonriendo.

-Mi mamá no está. ¿Podrías ir a su cuarto, y ver en el cajón de las medicinas? Vas a encontrar uno de color blanco con una luna en la tapa. Ve, y traémelo.

Negué sin decir nada. Mi cuerpo temblaba con verla así. Tenía miedo de ella, no sabía cómo reaccionar.

-Bien, - contestó Lyzeth – yo iré.

Salió de la habitación y me quedé ahí, inmóvil. Miraba el cuarto hecho un total desastre. Parecía que un huracán había arrasado con todo. Los muebles de cabeza, el espejo roto, y todo lo demás esparcido por doquier. Me recargué en la pared y me deslicé para abrazar mis rodillas y comenzar a llorar. ¿Qué estaba pasando?

-¿Qué? ¿No vas a responder? – preguntó Fred. – Es porque sabes que es cierto.

-¿Y qué querías que hiciera? – le dije cansada – Tenía once años, y tenía miedo, bastante. No tenía idea de qué hacer, nunca había visto algo así. Y al verla así también me destrocé porque la quería bastante.

-No eras tan tonta de pequeña, pudiste haber avisado y ahora ella seguiría con vida. – me dijo enfurecido.

-Ya te dije que tenía miedo. El miedo me ganó. Deje que me venciera. – me levanté de la silla enojada. – Sí, fui una idiota. Y échame la culpa si quieres. Soy la culpable. ¿Feliz? ¿Eso quieres oír? ¿Crees que a mí no me afecta como a ti? Me afecta incluso más. Tú ni siquiera la querías. Si la hubieras querido no le abrías hecho eso, así que ahora no me vengas con esto. Pero si eres bastante cobarde para admitir que la mayor parte de la culpa la tienes tú está bien, por mí está bien, yo aceptaré la culpa, así que ya te puedes quitar ese peso de encima. Pero sabes algo, eso es ser más idiota de lo que yo fui.

Los de la cafetería nos miraban, al igual que sus amigos y aquellos que se habían detenido en la calle para ver lo que sucedía. Me senté nuevamente y puse una la palma de mi mano en mi frente. Inhalaba y exhalaba para controlarme. Recordaba que después de haber llorado tanto tiempo ese día mi tía había entrado al cuarto, yo había levantado la cara al oírla y ver su reacción. Puso una cara de espanto y me vio. Tal vez mi cara había mostrado un aspecto tan mal que vino y me abrazó.

-¿Qué fue lo que pasó? – me preguntó ella.

No dije nada.

-¡Lyzeth! – se levantó y la llamó para encontrarla.

Luego sólo oí gritos de desesperación. Llegó la ambulancia y ya saben qué sigue. Mi tía me devolvió a mi casa y no me habló otra vez. Hasta meses más tarde me preguntó si sabía algo, y le conté todo lo de Fred. Se creó una gran discusión entre mi tía y los padres de Fred, sin embargo al final a Fred no se le hizo nada más allá de castigos.

NeptunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora