Capítulo 4

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Terminamos de desayunar y me dio permiso de darme una ducha. Al acabar me arreglé y me recosté de lado y miré hacia la nada, no percaté que él estaba en la puerta hasta que pronunció mi nombre, hizo una señal para que lo siguiera, sin muchas ganas me levanté y caminé detrás de él. Bajamos las escaleras y salimos a la calle y me indicó que subiera en su bicicleta en la parte trasera. Ni idea a dónde íbamos, pero tampoco tenía el menor interés, aparte hoy no tenía planeado hacer nada, ni mañana, ni pasado, ni el resto de mis días.

Subo con él y echa a andar en sentido contrario de los autos por la banqueta, lo abrazo por la cintura y recargo mi cara en su espalda. El paisaje se basa en edificios, edificios y más edificios, me hubiera gustado vivir en la época donde la naturaleza gobernaba y se podía admirar los hermosos paisajes que hoy poco a poco mueren, me hubiera gustado vivir en otra vida menos esta.

Desde que desperté no dejo de sentir este hueco en mi corazón, duele, duele mucho, no estaba preparada para esto, pero... ¿quién lo está? Por muchas experiencias que tengamos, por mucho que estemos acostumbrados a sufrir, nunca deja de dolernos y destrozar un poco de nuestro ser.

Paramos y bajamos en un prado alejado de la ciudad, acomoda su bicicleta a un lado de un árbol y caminamos hasta llegar a un punto donde haya sombra.

-Recuéstate – me ordena después de haberse tirado en el césped.

Le hago caso y me quedo mirando el cielo, está color azul claro con algunas nubes. No se escucha nada, ni siquiera la brisa del aire, hay una extremada tranquilidad. Es reconfortante estar al aire libre y no hacer nada, y mejor aún no pensar en nada, en ocasiones no son las personas las que nos lastiman, si no nosotros, nuestros pensamientos, nuestra mente, nos creamos tantas preguntas y llegamos a formular respuestas negativas, nos arrepentimos de nuestros errores, y pensamos demasiado las cosas, todo eso nos atrofia, y cuando tu mente se calla se siente tan bien, como si escaparas de una prisión.

Miro el cielo y no veo más que nubes y un cielo azul, entonces de repente pienso que si las personas se fueran cielo deberían volverse muy diminutas o invisibles para que no podamos verlas desde aquí, o a lo mejor el cielo está más lejos de lo que parece pero... ¿desde dónde empieza el cielo? Tal vez sólo le llamamos así al color azul que vemos arriba. A pesar de apenas haber despertado creo que podría volver a dormir. Cierro los ojos y por primera vez las horribles imágenes no aparecen en mi mente.

-Este lugar me encanta. – dice Trebor – Cada vez que me siento mal vengo aquí. Relaja mi mente, es como un lugar mágico.

-Es demasiado lindo. Nada te molesta. Nada te distrae. Es el lugar perfecto. – me quedo callada por un tiempo - ¿Cómo lo encontraste?

No responde, volteo a verlo y veo que mira al cielo como si estuviera viendo el pasado, vuelvo a mirar al cielo, pensando cuánta gente más lo estará mirando con sus cabezas llenas de ideas y pensamientos, buscando una solución entre las nubes, buscando algo sin saber exactamente qué.

-Hubo un tiempo donde en mi casa no existía la paz. – empieza a narrar Trebor lánguido – Hace tres años... - siento cómo se le forma un nudo en la garganta y después suspira – Yo tenía un hermano menor, se llamaba Josep, nos llevábamos dos años de diferencia. Me encantaba estar con él, en especial pelear, tenía una forma tan chistosa de enojarse. – por el tono de su voz sé que sonríe al recordar eso, pero su voz se vuelve sombría – Un día salimos los cuatro juntos a las montañas, rentamos una cabaña para tres días. El primero fue un momento inolvidable, jugamos, comimos malvaviscos y salchichas asadas en una fogata, creo que nunca me la había pasado tan bien con mi familia. El segundo... - guarda silencio – todo marchaba perfectamente bien; mi hermano y yo decidimos ir a dar un paseo por la montaña luego de comer, íbamos platicando y empezamos a pelearnos como siempre, sólo que esta vez se nos fue de control la situación, él comenzó a enojarse y me empujó, me pegué contra un árbol en la espalda y eso me sacó de mis casillas. Le devolví el empujón varias veces en los hombros haciendo que por cada golpe retrocediera, no me di cuenta que más adelante había una bajada, el último aventón lo hice con más fuerza que resbaló y empezó a rodar costa abajo por la montaña, se pegó contra varios árboles y al final salió disparado por una pequeña elevación y su cabeza aterrizó sobre una roca. –escuchó su voz entrecortarse evitando llorar – No sabía qué hacer. Me quedé paralizado y después corrí a verlo, tenía un estado fatal. Pedí ayuda a gritos mientras corría de nuevo a las cabañas, lleve a mis padres al cuerpo de mi hermano y unos médicos llegaron después, las ambulancias no demoraron en venir, sin embargo ya nadie podía hacer nada, él ya estaba muerto. – puedo notar que le cuesta no derrumbarse, y aunque lo está logrando no aguantará mucho.

-Basta, no tienes que contarme. – el simple hecho de oír me duele, no puedo imaginar cómo se sentirá él al volver a recordar, a volver a vivir un momento horrible que cambió su vida, no, sí sé lo que siente, y por eso mismo quiero que se detenga. A pesar de que un suceso haya pasado mucho tiempo atrás cuando lo piensas demasiado te sigue perjudicando, vuelve a arrancar un pedazo de tu alma.

NeptunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora