Capítulo 3

4 0 0
                                    

-Ella es Azahara. – se mostraba avergonzado por mi súbita presencia – Se quedará a dormir aquí por hoy. Tuvo un problema y no tiene dónde dormir. Le dejaré mi cuarto y yo dormiré en el sofá.

Me arrastró otra vez sin esperar respuesta hacia su cuarto en la planta de arriba. Su casa se sentía tibia, podía percibir que no eran una familia unida pero tampoco separada, bastaron unos segundos para recordar lo que me contó meses atrás sobre su familia, me había dicho que su madre trabajaba como enfermera y su padre administraba una empresa, por lo que casi no estaban en casa, sin embargo cuando estaban los tres juntos la pasaban bien.

Llegué a su cuarto, no era muy grande, al entrar podías ver una cama en un extremo con un pequeño mueble, una televisión enfrente y un armario a la derecha, las paredes eran color azul opaco y sólo tenía una ventana pequeña. Me quedé parada al igual que él en el umbral, dudaba si quería quedarme o no, mas no tenía a dónde ir así que decidí permanecer aquí poniendo un pie en el suelo de madera y avanzar a la cama, desaté las agujetas y me recosté a mirar el techo. Usualmente las personas no suelen pintar el techo, pero el que se hallaba arriba tenía un diseño particular, todo estaba pintado de negro y estaban marcados los planetas de manera ordenada con pintura blanca alrededor del foco, y éste representando al Sol. Lo que llamó mi atención es que no había estrellas.

-¿Por qué no hay estrellas? - Él aún yacía en el umbral recargado, se acercó para recostarse a mi lado mirando también el techo.

-¿Por qué debería haberlas?

- Hay planetas y un Sol, imagino que es la galaxia, y las galaxias contienen estrellas.

Se formó un silencio. Imaginé que no nunca se lo habían preguntado y entonces no tendría respuesta, o quizá no había una razón, o estaba pensando la forma de explicármelo. No iba a presionarlo, tenía lo restante de la noche para escuchar. El cuarto a pesar de estar a oscuras se podía distinguir todo muy bien por la luz de la calle que aportaba su ventana.

-Las estrellas sirven para dar luz, yo no necesito de ellas para ver en la oscuridad, sólo la ayuda de un Sol para cuando me sienta atrapado entre la oscuridad.

No comprendí muy bien pero no quise pedir una explicación. En este momento sentía que era una habitante del Sol y repentinamente me habían lanzado en una nave a Neptuno, jamás volvería, y ahora tendría que acostumbrarme al frío y la soledad de Neptuno para poder sobrevivir.

Percibí luz a través de mis párpados, abrí los ojos y me senté de un salto al ver que no estaba en mi casa, después recordé y pude tranquilizarme al saber que no estaba en casa de un secuestrador. Volví a recostarme un rato porque tan brusco había sido el movimiento que me mareé. Respiré profundo y miré alrededor buscando un reloj o algo que marcara la hora, no encontré nada, por la tonalidad de la luz supuse que era temprano. Aproveché este momento a solas para auto responder unas preguntas. ¿Quién cuidaría de mí? Todavía no encontraba respuesta, tal vez si hablaba con uno de mis familiares e hiciéramos un trato, por ejemplo, que en vez de ir a la escuela trabajara, a lo mejor me permitirían quedar. ¿Qué sería de mi vida? Dudaba seguir teniendo una. ¿El colegio? Lo dejaría. ¿Si mis familiares no me aceptaran? Iría a una casa hogar, no creo que quedara de otra. ¿Haría funeral? No tengo dinero. ¿Avisaría a mis familiares? Probablemente se enterarán por su cuenta. ¿Volvería a casa a recoger cosas? No sabía si a una casa hogar debía llevar cosas, pero llevaría unas por si acaso. ¿Tendría el valor de mirar mi hogar? En ese momento entró Trebor, me incorporé para verlo bien. Se sentó enfrente de mí y acarició mi hombro, por suerte es Trebor y no hará la típica pregunta de cómo te sientes o algo parecido porque es una pregunta estúpida y la respuesta es obvia, cómo va a estar una persona después de todo eso ¿Bien?

Bajé la mirada esperando que dijera algo. No podía verlo a los ojos, sentía que se metía dentro de mi alma. El silencio era incómodo, sentía que podía leer mis pensamientos. Era horrible porque no me gusta que sepan lo que hay dentro de mí.

-¿Qué hora es? – decidí irrumpir el silencio

- Las nueve y algo.

-¿Qué hay de desayunar?

No dijo nada y tendió su mano para que la agarrara, lo hice y fuimos escaleras abajo. Había una pequeña barra donde me senté mientras él revisaba qué había. Por lo tanto observé cómo era su casa ya que la noche anterior no la pude ver bien. A mi izquierda estaba el comedor con una vista al patio trasero, a la derecha una sala con dos sillones con una mesa en el centro una televisión enfrente, atrás de sala un piano negro y después las escaleras, la puerta para salir al patio no la vi hasta asomarme dentro de la cocina, estaba en el fondo. No tenían cuadros ni muchos adornos, sólo paredes mostrando su blancura.

-Te prepararé unas tostadas ¿te gustan? – volteó a verme mientras sacaba dos platos.

Asentí y continuó sacando las cosas para prepararlas. Imaginé que en este instante tendría un aspecto horrible, necesitaba una ducha luego de desayunar si es que me lo permitía.

-¿Con qué quieres las tostadas? – preguntaba sacando crema, queso y otras cosas más del refrigerador.

¿Con qué quiero las tostadas? Con un corazón para llenar el hueco en mi pecho, y felicidad, mucho de felicidad por favor. Mi mente pensó eso inmediatamente, pero no dije nada, una pregunta así después de la noche anterior me vuelve loca, es como si hubieras enfrentado una tormenta en el mar y cuando llegas a la paz de la orilla una persona te pregunta si quieres un helado, te confunde, me confunde. No siento nada, al parecer mis emociones y sentimientos murieron, estoy vacía, y sobretodo perdida. Sigo respirando, sin embargo no viva. Tal vez hubiera sido mejor que también me perforaran el cerebro.

-¿Azahara?

-Como a ti te guste.

Me quedo mirando una pared, blanca al igual que todas, me levanto y camino hacia la pared para después posar mi mano en ella, es tibia, reclino mi cabeza para también tocarla y cierro los ojos. Por un momento siento hundirme lentamente en la pared, respiro hondo y despacio deseando ser transportada a un lugar menos este, mas al abrir los ojos sigo aquí, con una sensación vibrante en los dedos, maldigo al cielo por no dejarme entrar.

Alejo mi cuerpo un metro del muro y siento como Trebor se acerca por detrás y me abraza por encima de los hombros. Ambos nos quedamos mirando la pared, yo pensando que antes fui así, blanca y limpia, ahora soy de color negro, y él no sabría determinar qué piensa.

NeptunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora