El presagio

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ST. Augustine, Florida. Estados Unidos. Octubre 1933

Esteban y Elena arribaron al puerto de St. Petersburgo la madrugada del primero de octubre de 1933. El aire era limpio y el clima cálido.
El viaje en barco resultó una experiencia agradable. Madre e hijo habían entablado amistad con el Capitán, un viejo marino de barba gris mal cortada y con modales toscos, pero un hombre que demostró ser honesto y tener un corazón piadoso.

El Capitán Smith contaba con grandes aventuras en su haber y Esteban se había convertido en un atento y fascinado oyente. Por lo que pasaba gran parte del día en la cabina de mando.

La memoria prodigiosa con la que contaba Esteban dejaba al viejo capitán boquiabierto. Sus preguntas y comentarios estaban tan perfectamente relacionados que no había detalle que él joven olvidara. Nunca en sus años de marino había tenido una compañía igual.

A la hora de despedirse, el Capitán abrazó con mucho afecto a Esteban y lo invitó a acompañarlo en alguno de sus próximos viajes, lo que Esteban aceptó con sincera alegría y entusiasmo.

En St. Petersburgo debían esperar el tren que los llevaría hasta su destino. En la estación, Esteban recorrió minuciosamente cada detalle, observando a las personas que transitaban y a los trabajadores del lugar.
La mañana era hermosa, el sol brillaba en lo alto, mientras admiraba el cielo, un acontecimiento que le resultó absolutamente extraño llamó su atención. Esteban descubrió una nube negra que parecía avanzar hacia allí, hacia el lugar donde ellos se encontraban.

Sin embargo, el sonido del tren lo obligó a correr hacia donde se encontraba su madre quien lo llamaba a los gritos para que la ayudara con el equipaje.

Una vez ubicado en el tren, eligió sentarse del lado de la ventanilla. Tomó un pequeño libro de anotaciones, obsequio del Capitán Smith y comenzó a disfrutar de la lectura.

Pensó en Ámbar, tenía muchas cosas para contarle, muchas historias fascinantes del Capitán. Además estaba decidido a abordar pronto el barco y participar en alguno de los viajes que el marino tan detalladamente le relató.
Imaginó el rostro de ella, su ceño fruncido y todo lo que opinaría sobre ese tema y sonrió.

En la mitad del camino, el sol que hacía tan sólo unos minutos bañaba su rostro se había ocultado. Una nube negra cubría todo el cielo. El día se había vuelto una noche oscura.

Mientras observaba por la ventanilla tan extraño acontecimiento, la mirada penetrante de una mujer lo hizo voltear. Sobre el otro extremo del vagón notó a una mujer de cabello negro y ojos verdes, que podía ser aproximadamente veinte años mayor que su madre, lo miraba insistentemente. Cuando él le devolvió la mirada ella sonrió y le hizo una seña para que se acercara.

Su madre junto a los demás observaba anonadada el extraño acontecimiento del clima.

Angeles y Vampiros. La profecíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora