Recordar ♧ 1950

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 "Aunque estés tan cerca, no puedo ver lo que sientes, como cuando la luna aparece cuando el sol se va. Espero que vuelvas conmigo como si nada hubiera pasado.

Ahora el dolor desaparecerá como en un sueño." -Gemini (Taeyeon)

1950

Yeeun acercó hacia mí un pequeño tarro de galletas de chocolate y con una sonrisa dibujada en sus labios me señaló el reloj. Ya casi era hora de que nuestro invitado llegara, faltaban exactamente cinco minutos, y por alguna razón me puse bastante ansiosa.

Miré hacia la ventana, directamente hacia la panadería. Lugar del cual Jaemin salió corriendo antes de que Yeeun y yo termináramos nuestra comida, y hoy no ha vuelto.

El olor parecido al azufre me devolvió hasta al frente de la puerta, se abrió como si nada en un estruendo y en el instante que colocaba una galleta en mi boca, Haechan apareció.

Era guapo, más alto que yo, tenía una piel color canela bastante bonita y cara de confusión hasta que se encontró con nosotras.

—Ho-Hola, mi nombre es Yeeun Jang y ella es... —Se acercó mi compañera, pero yo me adelanté.

—Soy Jeyla Park, tu tutora a partir de este momento. Bienvenido —extendí mi mano y él la aceptó aunque se veía bastante consternado, confundido y posiblemente avergonzado.

Me hizo recordar mi primer día en esto. Yo comencé a trabajar justo el primero de enero en el año 1870, pero antes de que llegara a Seúl, me dijeron mi nombre y que morí en el auge de lo que hoy se conoce como Renacimiento.

Pero como siempre con este castigo, nadie recuerda absolutamente nada de lo que fue su vida. Tal vez solo nos dicen aquello para que tengamos la cuenta de todos los años que llevamos sin ser humanos.

Todos los años que llevamos sin vida.

—¿Quieres galletas? —pregunté para alivianar la tensión.

—Quiero —aceptó inmediatamente y tomó varias del frasco como si hace mucho no hubiera comido, cosa que nos hizo sonreír.

—¿Te dijeron cuándo falleciste? —le cuestioné en el instante que se sentó en el viejo sofá al frente de nosotras.

—Más o menos en La Gran guerra mundial* —respondió un poco acongojado, aunque después sonrió alzando sus cejas de forma provocativa—. Morí en una guerra, señoritas. Seguramente luchando con mis fusiles —comenzó a hacer como si estuviera disparando—. Ayudando a una hermosa dama en apuros, robando algún tesoro... O tal vez robando hasta el mismo Papa... —asintió imaginando—. Como dije antes, morí en un acontecimiento bastante importante. Soy importante.

Y pensar que ahora estábamos en el comienzo de otra gran guerra.

Yeeun y yo estábamos totalmente pérdidas en aquel relato que ni cuenta nos dimos cuando aparecieron las cartas encima de mi escritorio.

Sin embargo, los Ángeles de la muerte tenemos un sentido especial, aquel que nos hace presentir las muertes. Y sabíamos que algo enorme provenía de la calle.

Salí corriendo hacia las tarjetas mientras Haechan y la pelinegra veían qué era lo que sucedía afuera.

—Jeyla, el ejército se dirige hacia acá. Están a unos cincuenta metros como mucho.

Comencé a leer cada una de las cartas con cuidado. Eran más de diez, aunque debía tener en cuenta que también estaban las de Haechan. Conocía algunos nombres allí escritos y uno de ellos era el de la anciana en la panadería.

—Jaemin —susurré sin pensarlo. Aunque después me detuve abruptamente procesando lo que acababa de decir.

No. No voy a ser tan estúpida.

—Haechan —lo llamé despejando mi mente y él me miró asustado. Nadie estaba preparado para este trabajo—. ¿Te explicaron por qué volviste al mundo terrenal?

—En realidad no puse mucha aten-.

—Las reglas son simples —lo interrumpí empujándolo al baño—. Tzuyu-Sunbaenim te dio un traje, ¿no es así? Colócatelo ahora. Y lo más importante, no olvides el sombrero.

Observé el reloj con el corazón en mi garganta. Faltaban diez minutos para que ocurriera la masacre, Haechan alcanzaba a cambiarse.

El verdadero problema fue cuando vi desde la ventana a Jaemin entrando a la panadería bastante decaído sin tener idea de lo que se avecinaba.

Observé las tarjetas una vez más. Yo no tenía su nombre entre los míos, pero era posible que Yeeun sí lo tuviera entre las que acababa de sacar del bolso.

—¿Cuántas tienes? —Señaló con la cabeza las tarjetas que tenía en la mano.

—Doce, ¿Y tú?

—Ehh —se quedó leyendo las cartas hasta que encontró una que la hizo ahogar un grito—. S-solo cinco. —La escondió detrás de su espalda lo más rápido que pudo, pero fue bastante obvia.

Yo no era ninguna estúpida, ella tenía a Jaemin.

—¿Qué tienes ahí? —pregunté acercándome amenazadoramente hacia ella.

Tragó saliva y se resignó a entregármela mordiéndose el labio.

Confirmar mis sospechas fue algo indescriptible. No entendía por qué me sentía tan malditamente mal, pero estaba segura que no podía volver a repetir el mismo error. No quería seguir más de este modo. Queriendo salvar a un simple mortal.

—¿Por qué me la escondes? Ese humano y yo ya no tenemos nada que ver.

—Vi cómo lo mirabas en la cafetería —suspiró—. Te importa bastante así no lo conozcas, Jeyla. Precisamente por eso estoy acá, ayudarte con Haechan era solo una excusa ideada por Tzuyu-Sunbaenim.

Me encontraba totalmente "confundida". No quería ver la realidad, pero ésta me golpeaba con fuerza demasiadas veces, cada vez más fuerte, haciéndome sentir impotente, vacía y también estúpida cuándo intentaba evitarla.

—Jeyla, tengo que asegurarme de ver sin vida a este chico. —me informó con un tono tan frío que congeló hasta lo más profundo de mi corazón.

Y en ese mismo instante, comenzaron a escucharse disparos al otro lado de la calle.

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*Gran guerra: así se le decía antes de la Segunda Guerra mundial a la Primera.

Smile ➳ Jaemin ; TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora