Buscándote

223 9 0
                                    


Nada de lo que hizo pudo evitar el destino de su amada, ni siquiera el haber gastado toda su fortuna buscándola, había llegado tarde, su cuerpo yacía en el frio piso de piedra, rodeada de escombros y de varias estatuas de piedra, ya no importaba nada, todo se había perdido, su amada había muerto

Con mucho cuidado levantó el monstruoso e inerte cuerpo del piso, no le importo lo áspero de la piel, similar a las escamas de los peces, o la horrible cola grisácea que antes fueran dos largas y bien formadas piernas, con mucho cuidado llevó lo que quedaba de su amada hacía su nave y colocó su cuerpo en un hermoso baúl de cedro que tenía en su camerino, tenía que trasladarlo rápido a su casa donde estaba su padre, pero al llegar a la ciudad, el puerto estaba lleno de personas, esperando ver al monstruo, Malco no soportaba a esa gente, personas con las que había crecido, gritando a Medusa, habían convivido con él y ahora le arrojaban verduras, huevos, tomates podridos, todo hacia el baúl que contenía el cuerpo de su amada.

- ¡quémenlo!, ¡quemen su cuerpo!, ¡quemen al monstruo!.- gritaba la multitud.

Un mar de caras coléricas, desfiguradas por el odio y entre todas ellas una, la de una chica rubia, que lo miraba con vergüenza, él la reconoció de inmediato, era un rostro que por mucho tiempo había tenido entre sus manos y al que había amado y llenado de besos. Pero no quería verlo, su dolor aún estaba muy reciente y su traición aún sonaba en su cerebro.

Malco llevó el baúl con el cuerpo de su amada a través de la enardecida multitud.

Aspacia caminaba detrás de la gente en silencio mientras su mente no paraba de pensar, "por qué no se da por vencido, maldita sea ella está muerta, muerta, le han cortado la cabeza y aun así ha traído su cuerpo", sus pensamientos fueron interrumpidos cuando la multitud se detuvo. Vio a su amado entregar el baúl de fino cedro al padre de Medusa, los vio abrazarse e ingresar a la casa donde se hospedaba el señor Demetrio.

Las horas pasaron lentamente, el crepúsculo se anunció y la turba empezó a dispersarse, la calle estaba vacía ya todos se había ido, todos menos ella, Aspacia seguía de pie frente a la enorme puerta, tenía que hablar con Malco, tenía que pedirle perdón.

Ni la leve garúa que empezó a caer la harían irse, nada importaba, nada evitaría que hable con él, la sensación de frio aumentó con la lluvia, un aire helado penetraba debajo de su túnica y congelaba sus huesos cuando de pronto el enorme portón se abrió.

El corazón de Aspacia, se detuvo por un segundo mientras aguantaba la respiración

El guapo moreno salió de la casa y camino hacia ella

- ¿por qué sigues aquí?.- preguntó exhausto, no tenía ganas de pelear estaba demasiado agotado para hacerlo.

- Porque quiero hablar contigo Malco, quiero pedirte perdón, nunca fue mi intención lastimar a Medusa

- No menciones su nombre.- dijo el joven de forma intimidante a la cortesana.- no te atrevas

- Malco yo sé que me odias y realmente me duele mucho verte así, pero, no entiendes que yo te amo, que eres el único a quien he amado.- Aspacia cogía desesperadamente la túnica del joven como si de eso dependiera la vida misma

Malco soltó lentamente el agarre de la muchacha y con voz muy triste dijo:

- No entiendes, acaso no te lo dije antes, mi corazón le pertenece a Medusa y solo a ella.- se giró, empezó a caminar hacia la calle alejándose

Aspacia cayó al piso derrotada

- ¡espera!.- grito la mujer.- yo sé donde puedes encontrar la cabeza de Medusa.- dijo lo último en un susurro

Medusa y la cortesanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora