Inframundo:

178 10 0
                                    


Una vez que traspasaron la grieta caminaron por un pasadizo estrecho, flanqueado por paredes de piedra que se extendían hasta el infinito, al final del pasaje, se encontraba el rio Aqueronte, que se extendía hasta más allá de donde la vista alcanza a ver, como una enorme culebra zigzagueante.

- Vamos, hay que convencer al barquero.- susurró la Diosa

- ¿Caronte?, no podremos cruzar, no tenemos un óbolo para pagar el viaje.- dijo preocupada la cortesana.

- Es cierto.- afirmó Malco.- y no podemos esperar cien años vagando por las riveras del río, esperando que nos lleve gratis.

- Yo no tengo óbolos, pero creo que este collar que me regalo el Dios Hades podrá pagar el precio.- dijo la Diosa mientras introducía los pies en las aguas del río Aqueronte, éstas que parecían un espejo de lo quietas que estaban empezaron a arremolinarse.

Del fondo del Rio emergió un bote, piloteado por un hombre huesudo, con porte de rey pero con ropas de mendigo, eran las almas de los ahogados las que lo empujaban y era el barquero el que las azuzaba con su remo, las Almas al ver al barquero se amontonaron esperando que Caronte las seleccione.

- Mi Reina, no está permitido el paso a los vivos.- inquirió

- Este collar regalo de tu rey Hades pagará el precio por ambos.- expresó la reina mientras se lo colocaba en las huesudas manos.

- Como usted diga mi señora.- respondió el barquero cogiendo el pago que se le ofrecía

Al llegar a la otra orilla, caminaron por un sendero de piedra que estaba en medio de los campos Asfódelos donde solo crecían las flores de Asfodelas, la comida favorita de los muertos. Era un lugar fantasmagórico donde caminaban muchas almas alrededor, almas que no fueron ni buenas ni malas, lamentándose, al final del camino, estaba la entrada al palacio y esta era custodiada por Cerbero un perro enorme de tres cabezas que al sentir nuestra presencia, se puso en guardia y comenzó a gruñir dispuesto a evitar que cualquier ser vivo ingrese al inframundo. Pero fue Perséfone la que se encargó de él, se acercó al enorme can como si fuera un cachorro inofensivo, acarició dos de sus cabezas mientras que la del medio se agachaba para que la Diosa recueste su mejilla

- Tranquilo Cervero, son amigos míos.- dijo con mucho cariño al perro de tres cabezas

El enorme can cedió el paso a la Diosa y a los dos jóvenes, dejándolos ingresar a los dominios del Dios Hades.

- Bien eso fue fácil.- dijo Malco

- Sí, lo fue, y ahora los tres Jueces.- señalo Perséfone.- escúchame Malco, por ningún motivo debes mentir, en el trivio que es la antesala al palacio de Hades, se encuentran los tres Jueces del inframundo:

v Eaco, el Juez piadosos.

v Radamantis, el que indaga, castiga y obliga a los hombres a confesar culpas cometidas, aquellas que su corazón guarda celosamente.

v Y Minos, el del voto definitivo.

- Bien mi señora

- Ahí contaras tu historia y serán los jueces los que te permitirán el paso o no al tártaro, el Rey y juez Eaco es uno de los más piadosos y seguro escuchará tu historia antes de decir nada pero el Juez Radamantis es otra cosa, él indagará hasta que confieses lo que tu corazón no quiere confesar y si por casualidad le mientes terminarás en el tártaro pero para ser castigado por la furias, pero tranquilo el voto definitivo lo tiene el Rey Minos, el será el que los dejará pasar o no, yo ingresaré primero y los esperaré en el castillo de Hades, buena suerte.- y sin decir más la Diosa atravesó la enorme puerta de roble negro que daba ingreso al Ante patio del gran Palacio del inframundo.

Las puertas se volvieron a cerrar una vez que terminó de pasar la Diosa, solo transcurrió unos minutos y el sonido de la cerradura abriéndose sobresaltó a los jóvenes.

- Es hora .- dijo Aspacia

Las puertas negras se abrieron y Aspacia y Malco ingresaron al Trivio, tres imponentes jueces, antiguos reyes de magníficas ciudades los observaban, hasta que fue el Rey Eaco el que rompió el silencio

- Soy el rey Eaco y quiero saber ¿a qué han venido?, ya que a ustedes aún no les ha llegado la hora de estar aquí.

- Mi rey Eaco.- dijo educadamente Malco.- estamos aquí por mi amada Medusa, ella fue convertida en un monstruo por la Diosa Atenas y hemos venido a pedirle al Dios Hades que nos permita darle una de las semillas de los frutos de sus granadas para así romper la maldición

- Pero tú pretendes más que solo romper una maldición.- indago Radamantis.- no lo crees así Eaco

- Preguntémosle Radamantis.- dijo el piadoso juez

- Habla, habla ahora.- exigió Radamantis

- Mi rey Radamantis, es cierto que yo no solo quiero romper la maldición, yo quiero salvar a Medusa de este cruel destino, que por mi culpa ha tenido que sufrir

- Venías muy decidido cuando empezó esta empresa, pero ahora no estás seguro de lo que tu corazón quiere, ¿no es así?

Aspacia que estaba escuchando todo con la cabeza gacha no pudo evitar aguantar la respiración.

- Si mi rey.- dijo Malco con pesar en su alma.- mi corazón está dividido, sé que debo salvar a Medusa, yo estoy enamorado de ella, pero mi corazón aún no olvida a Aspacia, la sigo queriendo y el que ella quiera dar su vida para salvar a Medusa me hace quererla aún más, sé que es imposible salvar a las dos y eso me está matando.

Aspacia no podía creer lo que escuchaba, Malco aún la amaba, pero ya no había vuelta atrás tenía que realizar un sacrificio, un sacrificio de amor.

- Por tu sinceridad yo el rey Minos les permitiré el pase al reino del Dios Hades, pasen al tártaro

Unas enormes puertas rojas que se encontraban detrás del rey Eaco se abrieron y Aspacia y Malco pasaron rumbo al tártaro.

Llegaron a unas escaleras que descendían y parecían no tener fin, indicaban el camino hacia el palacio de Hades y más allá estaba el lugar donde castigaban los crímenes cometidos por los hombres y donde eran escarmentados de diferentes formas, los más leves se encontraban más cerca al palacio, mientras que los crímenes más atroces como el de Ixión que asesino a su suegro arrojándolo a un pozo lleno de carbones en llamas y que sufría como castigo pasar la eternidad en una rueda en llamas girando y girando sin parar, estaban más alejados casi llegando al gran abismo, usado como mazmorra para los Titanes, los demonios y monstruos, ahí se encontraba Medusa.


Medusa y la cortesanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora