Hoy en día.
Nevsky, San Petersburgo, Rusia.Ella entró al hotel, con una actitud despreocupada, con pasos ligeros y lentos. Como si no tuviera ningún problema en absoluto.
Cuando, en realidad, su mundo estaba a punto de colapsar.
Mientras avanzaba a la recepción, sus caderas se contoneaban con sensualidad, atrayendo las miradas de todos. Pero ella no se inmutaba.
Y es que en ese sensual vestido rojo, le robaba el aliento a más de uno.
Pero ella no estaba ahí para ver a los hombres babeando por ella. Ni para encontrar al mejor prospecto. Ni para hacerse de la fortuna de otro pobre tonto.
Sus asuntos eran meramente de negocios, contrario a lo que muchos decían sobre ella.
Cuando llegó con la recepcionista, le sonrió.
-Privet, Irina. Habitación para Pendleton- la mujer, con cabello pelirrojo, de unos cuarenta y tantos, asintió. Tecleaba su nombre con rapidez.
-Da, aquí tiene señorita Pendleton- respondió, mientras entregaba la llave del cuarto. -Disfrute su estancia en el Nevsky.Ella agradeció antes de darse media vuelta. Llegó hasta el bar y tomó asiento.
-Privet, Sergei- saludó.
-Privet, señorita Amber.El acento ruso del barman siempre le inspiraba confianza. Tenía algo en esos ojos gris azulados, o quizá era su sonrisa, siempre torcida y genuina. Lo cierto era que en medio de tantas turbulencias, con su trabajo y tener que mantener la imagen adecuada, los escasos minutos que pasaba con el barman eran como un oasis.
No se preocupaba por el sonido en el timbre de su voz, ni por su maquillaje, cabello o vestido. Y eso le fascinaba.
-¿Lo de siempre, krasivyy?- preguntó el barman.
-Sí, por favor.Mientras él preparaba el trago, ella escaneó su entorno.
No había nadie, más quienes se encontraban en el recibidor. Un hombre, ya mayor leyendo el periódico. Un joven, de unos veintitantos, trabajando en su ordenador y una pareja que se registraba.
A esta hora, cuando el sol se ocultaba y la noche caía sobre la ciudad, eran más los que se iban que los que entraban. La razón, a esta hora los maridos finalizan su jornada laboral y vuelven a sus hogares. Y es que este hotel en particular, no es del tipo donde llevas a tu familia. O a tu esposa.
Por eso ella lo escogía para sus reuniones. Privacidad, confidencialidad. Dos piezas clave en sus "negocios".
-Aquí tiene- él le entregó su bebida y ella sonrió.
-¿Sergei, me darías la hora, por favor?- él asintió.
Sacó el celular de su bolsillo. -Ocho treinta y dos.
-Gracias.Una vez más, se giró para ver a su alrededor. Nada había cambiado mucho.
Y tampoco estaba su "cliente".
Pero por alguna razón, su piel se erizó y millones de descargas eléctricas bajaron por su columna.
Sus piernas, de pronto, se sentían demasiado débiles.
Su sentido de alerta estaba activado, como una alarma de emergencias sonando en su cabeza.
Ella volvió a mirar otra vez, con su ceño fruncido y los labios apretados. Estaba lista para saltar a la acción de ser necesario. Sin embargo, de nuevo, no había nada diferente.
Volvió la vista al trago, llevando la copa a sus labios. En el momento cuando el cristal rozó la delicada piel femenina, alguien habló detrás de ella, a unos centímetros de su nuca.
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Tú Siempre Serás Mi Chica
FanficÉl cree hallar a la mujer que dió por pérdida. Ella cree estar haciendo lo correcto. Ambos creen pelear contra el crimen. No podrían estar más equivocados. De la escritora de For Better Or Worse (En Las Buenas Y En Las Malas). "Tú siempre serás...