Capítulo VI

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Tres años atrás.
Manhattan, Nueva York, Estados Unidos de América.

-¿Prometida?- él le dió una gélida mirada, antes de negar con la cabeza. -¿En que rayos estabas pensando, Feli? ¿Decirle que sí? ¿A Oliver, el playboy no-compromisos-rompecorazones, Queen?- ella se abrazó a si misma. Venía a ayudarle y así era como le pagaba.

Él se frotó el entrecejo y luego las sienes, en señal de su frustración. -Además de ser una total estupidez... eres tan joven. ¿No aprendiste nada de tu madre?- Felicity tenía una buena respuesta a aquello, pero estaba demasiado exhausta como para responder. Tras un largo vuelo después de tantas emociones en una sola noche sólo quería cerrar sus ojos y olvidar sus problemas.

Pero no podía. No había tiempo. Las manecillas del reloj parecían avanzar con más y más rapidez, sin detenerse.

-Yo lo amo- contestó ella, con un hilo de voz.
-El amor es pasajero, Felicity- él la tomó del mentón. -Este será el peor error de tu vida.
-Necesito salvarlo. Necesito que la oscuridad no lo atrapé, que los fantasmas no lo encuentren.
-Me temo que es demasiado tarde para eso.
-¡No!
-Felicity- él pronunció su nombre con esesperación. -Se acabó.
-¡Debe haber una manera!
-Y si la hay, ¿estarías dispuesta a pagar el precio?

Ella miró sus ojos, amenazantes y sin emoción en ellos.

-¿Cuál es el precio?
-Es el más alto. Es un sacrificio. Pero no te costará tu vida- ella no entendía nada, hasta que él concluyó. -Te costará todo lo que eres.

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Hoy en día.
Nevsky, San Petersburgo, Rusia.

El sacrificio, el precio más alto.

En su mente, aquellas palabras se repetían como una tortura. Había aceptado, y tal como se lo había advertido, le había costado todo lo que era.

Y había aprendido a lidiar con ello, a vivir con ello. Aunque claro, eso era posible porque tenía la seguridad de que Oliver estaba a salvo.

Pero aquí, y ahora, le habían dado la vuelta al tablero. Los lugares y la jugada no eran los mismos. Los jugadores se convirtieron en las piezas del juego. Ambos estaban en peligro. Oliver estaba en peligro.

Se sentía tan miserable. Había fallado en su misión, en su intento de mantener a Oliver lejos de la oscuridad.

Los recuerdos la perseguían.

Por eso necesitaba huir. Necesitaba olvidar.

Y así, entre llanto, furia, agonía y culpa, se sumergió lentamente en aquel espacio donde todo era una visión empañada, demasiado inestable y borrosa como para recoger sus piezas rotas y armarse otra vez. Donde incluso deseas que la muerte te atrape en sus brazos.

Pero no porque ya no quieras vivir, si no porque en ese lugar, donde todo parace aplastarte, la vida ya no es vida, y la muerte parece la única salida.

Había estado tanto allí que era una sensación familiar.

Cada noche, cada día, cada momento al cerrar los ojos, cuando era consciente de que había perdido al amor de su vida y quizá para siempre, cuando la soledad, la impotencia y esa idea de no ser suficiente la atormentaban con una sonrisa de burla, ahí comprendía que siempre sería perseguida.

Por sus recuerdos, por sus fantasmas, por el pasado, por la oscuridad.

Era como caer en un hoyo profundo que no tiene fondo. Te sumerges más y más. Y gritas, pero parece que nadie te oye.

Tú Siempre Serás Mi Chica Donde viven las historias. Descúbrelo ahora