Tú Siempre Serás Mi Chica

Capítulo IX

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Hoy en día.
Nevsky, San Petersburgo, Rusia.

-No, Oliver- su voz estaba rota, tratando de retener el llanto. -No puedo. No tengo opción.

-Felicity, todos tenemos opción.
-No, Oliver. Yo renuncie a eso hace mucho. No lo entiendes...
-Tienes razón, no lo entiendo. Por eso, explícame- le suplico, atrapando su rostro con las manos, haciendo que los ojos de ella se encontraran con los de él. -Habla conmigo, Felicity.

La rubia sintió esta cálida emoción inundarle el pecho. Así es como el amor se sentía, así es como el amor debe ser. Pero al verlo, tan tierno y compasivo, recordó el mucho daño que ella podía causarle.

Se alejó de él.

-No puedo- y se soltó a llorar.

A Oliver parecían exprimirle el corazón. No resistía verla llorar sin poder alejar la tristeza. En especial porque no sabía el porque de su dolor.

Y quería. Quería entenderla, quería no tener que sentirse herido y traicionado cada vez que pensaba en ella. Quería poder perdonarla y no guardarle rencor.

Quería saber la verdad.

Felicity se secó las mejillas y aspiró hondo. -Lo siento tanto, Oliver- se disculpó. -Te mereces una explicación. Te mereces saber la verdad, yo lo se. Pero no puedo. Al menos no ahora.

Con cuidado, camino hacia la puerta.

Giró la cabeza, mirando atrás por última vez. -Espero puedas perdonarme.

Oliver estaba destrozado. -No cuentes con eso.

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Seis años atrás.
Las Vegas, Nevada, Estados Unidos de América.

-¡Por favor, Felicity, lo lamento!- dijo él, mientras la seguía a través del bar.
-¿Sabes lo humillante que fue?- inquirió, sin mirarlo. -¡Fue el remate de una semana horrible!

La tomó entonces de los brazos, haciendo que se detuviera.

-Felicity- la hizó girarse a él. Ella tuvo que alzar la vista, pues le sacaba veinte centímetros de diferencia. Al ver sus ojos azules, no pudo evitar encajar su nombre en aquel rostro de ensueño.

Un nombre que se había esforzado por olvidar.

-Lo lamento, de verdad, pero en serio necesito tu ayuda- ella se liberó del agarre, que enviaba electricidad por toda su piel.
-¡No!
-Vamos, voy a recompensarte, chica miércoles- agregó, en un tono pícaro.
-¡Es viernes, y la respuesta es no!
-Dijiste que podías, que tenías dedos mágicos- él sonrió, al recordar la forma en que balbuceaba.
-Eso fue antes de que hicieras una escena enfrente de treinta personas.
-Felicity, nadie de ellos estaba lo suficientemente sobrio para recordarlo- protestó. -Además, cualquier chica estaría feliz de que le armara una escena así.
-¡Yo no soy cualquier chica, Oliver!- Felicity se dió media vuelta y camino, hecha una furia.

Él se maldijo internamente.

Sabía que tenía razón. Desde que la miró por primera vez, lo supo. Ella era diferente. Diferente a todas las demás chicas. Simplemente había algo en ella.

Y debía ser algo especial si Oliver buscaba cualquier excusa para estar cerca, para verla otra vez.

Nunca se había sentido así antes. Sólo habían conversado dos veces y él ya se encontraba desesperado por hacer surgir una oportunidad para hablarle. Para escuchar su voz una vez más.