Prefacio:

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Prefacio:

París, Francia.
Septiembre.
18 años antes.

La pequeña Blair Tauler corría entre el jardín trasero, ocultándose de algo no visible para nadie más que ella misma, con sólo cinco años era todo una beldad, sus flamantes cabellos castaños, semi-rubios ondeaban sin césar hasta poco más que sus hombros, sus ojos, dos hermosos zafiros dignos de un ángel puro y sin la crueldad que rodeaba su mundo, el mundo de simples mortales, carcajeo, dejando al aire sus finos dientes blancos de leche.

Se adelantó a esconder su cuerpo tras un árbol para evitar un ataque de su contrincante, el sudor empapando su rostro de porcelana.

- ¡Blair! - Escuchó el llamado potente de su padre.

El señor Miles Tauler era un hombre de negocios, imponente, de cara sería, con un porte impecable, de ascendencia inglesa, además de responsable y más debidamente estricto según las malas lenguas.

- ¿Si, padre? - Le preguntó de forma diligente con su voz más fina de lo que en realidad era.

- Tu madre quiere verte... - Suspiró -. ¿Otra vez jugando? Ya te he dicho que no te quiero ver fuera de casa, Blair. - Reprendió con tono severo.

- Pero me ahogó dentro. - Protestó mohína.

- Después lo entenderás, es por tu bien. - Trató de apaciguarle.

- Bien, ¿veremos a mamá? - Cambio de tema de forma radical, olvidando su enfado y encargándose de mirar de forma sutil a su padre pues no era recurrente que le permitiese ver a su madre, quien, desde que enfermó, estaba recluida en un hospital que a ella francamente le asustaba de sobremanera.

- Si, visitaremos a tu madre, pero será rápido, Blair, donde ella está no es un lugar para personas como tu... - Guardó silencio con rapidez, en sus ojos, igual de azules que los de la niña, un brillo de culpabilidad que se desvaneció igual de rápido que como llegó. - Seca tu rostro y espera en la entrada. - Se adentró de nuevo a la casa y ella lo siguió sin decir nada.

Al llegar a la instalación donde se encontraba recluida la mujer, la pequeña se aferro al brazo de su padre quien la abrazó por los hombros y bufo, no le agradaba que su hija de tan solo cinco años anduviese por tan tétrico lugar. Llegaron a la habitación donde los recibió una mujer postrada en una cama. Blair ahogo un sollozo y se apresuro a llegar junto a ella. 

Nadia Poortman era, en su tiempo, la mujer mas hermosa de París, su cabello liso y de un castaño puro y fino, con su sonrisa, que aun en aquella circunstancia mantenía con determinación, causando así, que sus ojos, de un color índigo, se volviese pequeño y fuesen arrugados con un par de líneas de expresión.  

- Blair, cariño... - Una de sus manos fue a dar a la mejilla de la menor. Su mirada llena de anhelo. - Estas tan hermosa. - Suspiro. -Quiero que sepas que mamá te ama, y que siempre estará aquí... Voy a estar siempre contigo... Y si tienes alguna duda, búscalo a él... Él te dirá... 

- Fue suficiente, Nadia. - Espetó Miles con prepotencia. 

- Es su destino, Miles, acéptalo. - Siseo como respuesta. - Phil te ayudará, pero tienes que encontrar... Entra al... 

- Ven conmigo, Blair. Fue un error traerte aquí. - Gruño el hombre tomándola por su antebrazo, y como no quería moverse, Miles no hizo mas que zarandearla para que siguiese su ritmo, una vez fuera de la habitación, ella se salió del agarre que mantenía su progenitor, cuando se dio la vuelta para encararlo, con la inocencia y el enojo que solo un niño puede tener, su padre le cerro la puerta en la cara, suspiro, a sabiendas que si tocaba, el señor que estaba adentro la iba a ignorar de todas formas y solo gastaría energías en aquello, se sentó, recostando su peso en la puerta. 

Ser una débil niña de cinco años la fastidiaba.

Observó a todas las personas que se encontraban recluidas en aquel lugar, notó entonces que habían confinados personas de todas las edades, desde mayores en edad avanzada, hasta lo que ella podía ver, eran niños de no menos de diez años, coincidió aquello a personas que visitaban a sus seres queridos. 

Dos de ellos llamaron su atención puesto que la miraban fijamente con ojos curiosos, sonrió con los nervios a flor de piel y les saludo con una mano tímida. Notó como los dos intercambiaban miradas y pequeños susurros breves y a la par se acercaron a ella.

- ¿Quien eres? - Pidió saber uno de los dos. - ¿Puedes vernos? - Se señaló a sí mismo y a su acompañante. Blair rió.

- Por supuesto que los veo, no son fantasmas. - Espetó entre finas risas. 

-¡Oh, no, por supuesto que no! -, concordó el otro, quien después soltó un bufido y carcajeo junto a ella. El chico que habló de primero miró a su amigo como si otro ojo le hubiese salido, ambos se miraron fijamente un par de segundos, hablando solo con sus miradas, Blair intercambiaba su vista de uno al otro esperando a que se dignasen a hablar y la incluyeran en sus secretos. 

- Soy Blair Tauler, hija de Miles Tauler y Nadia Poortman, tengo cinco años y estudio en casa, mamá está enferma y por eso estoy aquí -, señaló la habitación detrás de ella -. Esa es su habitación. - Añadió. Ellos ahogaron una exclamación, intercambiaron un par de susurros que aun cuando ella intento descifrar se le hizo imposible, sus palabras salían en un leve hilo de voz sigiloso. Al termino de aquel raro intercambio de perspectivas se inclinaron hacia ella realizando a la perfección una venia. 

- Yo soy Lukyan. - El mas bajo se dirigió a ella y luego señaló al mas alto. - Él es Arash, somos amigos, y aunque no lo creas yo soy el mayor, tenemos... ¡Auch! - Se quejó cuando el otro lo pisó sin culpa aparente.

- Lo lamento. - Se disculpó con desdén. - Tenemos dieciséis y... ¿Qué hace Antje con Arlette? - Alzó una ceja de forma inquisitiva.  

En aquel momento, la puerta de la habitación se abrió con ferocidad y dejo a la vista el rostro rojizo por el enojo de su padre, ella se encogió en sí misma, cuando el mayor se enojaba era mejor seguir la corriente porque capaz era de hacer cosas inimaginables. Ella volteo para despedirse de sus nuevos conocidos, y gran sorpresa se llevo a encontrar solo una flor y un hurón cambio de los dos chicos. Tomó la hermosa flor entre sus manos y el hurón se aproximó a ella acariciando su tobillo con su cabeza. Debajo del animal, una pequeña carta que tan solo decía, Phil.  

- ¿Me escuchaste, Blair Tauler? - Espetó su padre. 

- Disculpa, papá, ¿Qué me decías? - Tragó con fuerza al notar la vena de la frente de su padre inflamarse a tal punto que pensó, reventaría.

- Entra a despedirte de tu madre. - Le susurro como toda respuesta. - Rápido. - Apremió. Ella trotó hasta entrar a la alcoba. 

- Tu padre ya no dejará que vuelvas, pero te daré esto para que, cuando sea el momento, me encuentres, donde sea que este. - Su madre le tendió un espejo de mano antiguo. - Escóndelo de él... Adiós, cariño... - Su madre le sonrió y le indico que saliera, sin siquiera dejar que ella mencionase palabra alguna.

Advertencia: 

1) Es un retelling de la bella y la bestia y de rapunzel. Sin embargo sólo he tomado ciertos aspectos de ambos cuentos.

2) Es una historia que pese a todo es inventada por mi, no he plagiado ningún libro o tomado posesión de los derechos de autor.

3) Hay vocablos distintos que serán explicados a lo largo de la trama.

4) Esta historia no es tan extensa, pero si de capítulos tan largos como el mismísimo Támesis, si no te gusta este tipo de historias no insultes, tu lees lo que tu quieres. 

La Flor Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora