Un poco mas, sólo un poco mas

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Intento escribir acerca de la vida, de lo que quiero, de lo que pienso, de aquellas ideas que me parecen confusas, de filosofías, de la sociedad y su mentalidad, de todo y de nada; y no puedo, solo puedo pensar en ti y en cómo aprovechar lo más posible el tiempo para poder estar contigo, ya que sé que de aquí en adelante cada vez será menos. Ya lo había dicho el doctor.

El cáncer no perdona y tú has tenido que luchar contra uno de los más agresivos, el cual se ha ido expandiendo silenciosa y rápidamente. 

Dos años. Dos cirugías, tumores, medicinas. Aun con todo ello, has sido muy fuerte.

Mientras yo intento encontrar congruencia en cada hoja en blanco que abro en el editor de texto, tú estás junto a mi, sobre ese banco verde de plástico que de tantos apuros nos ha sacado cuando más de uno quiere ver esta pantalla de computadora.

Me esperas, con cierta impaciencia porque ya es de noche y estás cansada. Quieres ir a la cama y quieres que yo vaya contigo, deseas con urgencia que te cepille y que intente quitarte esos molestos nudos que se han hecho recientemente por que ya pasas más tiempo inactiva, es normal que el pelo largo se enrede cuando ha estado mucho tiempo aplastándose en una cama.

Ya cenaste y lo hiciste muy bien, de momento al menos. Eso sí, tuve que darte la comida bocado por bocado, sacando paciencia (no sé de donde) para esperar que masticaras y tragaras con toda calma para terminar de comer.

He interrumpido una y otra vez la escritura en mi ir y venir de la oficina a la sala, de la sala a la cocina, de la cocina al baño para vaciar por séptima u octava vez (ya no sé, ya perdí la cuenta) mi vejiga, últimamente he necesitado tomar más agua porque también tengo mis achaques, que ¡claro!, son muchísimo menores a los tuyos.

Cambio el banco verde por una silla del comedor, pongo encima tu cobija con catnip para que estés más cómoda. La ignoras. Vuelvo a interrumpir mi escrito para saber dónde te has metido ahora, si no tienes otro ataque de tos, si estás respirando bien, o si ya te fuiste a la sala, donde antes estaba esa cobija rosa con catnip.

Te encuentro saliendo de tu arenero. Por cierto, hoy se rompió la pala limpiadora mientras limpiaba tu arena. Parecería un mal presagio, pero trato de no pensar en ello. Necesitamos otra pala limpiadora y punto.

Al parecer no te resulta tan mala idea usar la silla

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Al parecer no te resulta tan mala idea usar la silla. Nuevamente me acompañas en esta noche de letras que se volatilizan desde mi cabeza hacia el exterior, se esparcen con rapidez y se esfuman como vapor. No sé cómo hacer para atraparlas y volverlas a meter al texto que necesitaba escribir para el trabajo.

Algo importante y serio quería escribir, algo acerca del verdadero feminismo, empoderamiento femenino, o algo de la fortaleza emocional, ¿o era algo acerca de la sororidad y los berrinches de princesas empoderadas?. Ya no sé, no logro ubicar bien cada cosa en su lugar, todo se mezcla como plastilina Playdoh en manos de niños.

El ambiente huele a arroz blanco, ese que hago estilo japonés (aunque esta vez no es japonés, es metsican' y no se aglutina como el japonés); cocido con agua y sin sal. Es nuestra comida de aquí a que termine el mes. Barato, saludable y llenador.

Hay agua hirviendo en otra hornilla, es para un te de limón al que le traigo ganas desde hace una hora. Burbujea, desde aquí la escucho. Debo apagar la estufa.

He apagado la estufa, pero mi té de limón tendrá que esperar unos minutos, ya que tú me miras con agradecimiento y felicidad desde tu silla con cobija rosa y catnip, sé que si me ausento nuevamente para prepararlo tu correrás detrás de mi para alcanzarme y luego te quedarás quien sabe dónde. Si pongo en una balanza el té y tu compañía, prefiero mil veces más tu compañía. ¡Qué digo mil, diez mil! ¡Cien mil! ¡Millones de veces!

Espera un momento más, por favor, no te vayas. Quédate más tiempo. 


El fugaz relato de una despedidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora