No fui a clase de japonés. A las once y media de la noche le mandé un mensaje a mi maestro para decirle que no iba. Me hubiera gustado presentártelo y a su hijo, quien ha tenido también muchos gatos.
Me dolía todo el cuerpo; la cabeza, la espalda, el estómago, las piernas, las manos, el alma entera.
"Siento que de un momento a otro me derrumbaré" le dije ese día a tu humano mientras dejaba que escaparan algunas lágrimas. Pocas, porque no quería preocuparte mas. Has dado tanto que no me parece justo que te angustiaras e intentaras mantener mis emociones bajo control, cosa que solo a mi me corresponde. Y es que siempre has sido tan perceptiva, que se que el mínimo enojo, preocupación o tristeza tú lo notarías de inmediato. Tenemos un lazo muy especial.
No pudimos festejar a tu humano en su cumpleaños. El también está muy triste y no siente que sea el momento para festejar. Yo lo agradezco, ni a ti ni a mi nos gusta el barullo pachanguero.
Así pues, pasé el día más tranquila. Sentándome junto a ti, llenándote de besos y caricias. Solo te dejé dejé sola porque se me ocurrió cocinar pizza. Me quedó bien. Es triste no podértela enseñar en la cocina y platicar contigo acerca del procedimiento de la misma, como hacíamos cada mañana, cada tarde y cada noche mientras cocinaba. ¿Te acuerdas? Yo te decía lo que haría con cada ingrediente y tu contestabas con un puntual "miau", a veces más a veces menos, con diferente entonación, solo tú y yo entendíamos esas largas conversaciones.
La noche fue más tranquila, por fin pude dormir con la luz apagada, no tosiste en todo el día y en toda la noche, lo cual me dio una tranquilidad muy particular, profunda, pero diferente. Una tranquilidad indescriptible que, irónicamente, me inquietaba un poco, como estar viviendo esa calma que antecede el final de una etapa.
Dormimos bien. Desperté temprano para ir al baño como acostumbro, acaricié tus orejas y tu pequeña cabeza y volvimos a dormir.
¡Cuánta falta nos hacía!
ESTÁS LEYENDO
El fugaz relato de una despedida
ContoCuando ellos se van parece poca cosa, pero no lo es. Siempre queda algo así como un vacío, que poco a poco se va convirtiendo en un mar de aprendizajes y recuerdos.