8. Tejona con piel de serpiente.

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Alexa caminaba descalza en la inmensidad de la noche. Llevaba puesto un camisón blanco, que combinado con su rubio cabello y los árboles pelados del bosque,  daba muy mala espina. Sus pies tocaban la tierra húmeda, y el olor proveniente de ésta le hacía sentir como en casa. No le había parecido extraño el hecho de caminar sola por un bosque a oscuras, o que el viento no le hiciese sentir frío. Estaba próxima a una caída libre, pues se hallaba caminando hacia un acantilado. Estaba muy alto, con demasiada niebla para saber si había agua o suelo debajo.

Mientras daba pasos,  más seca se volvía la tierra. Mientras avanzaba,  los pocos y muertos árboles desaparecían. Llegó un punto en que su piel desnuda sintió la tierra tan áspera como una lija. Estaba cerca del precipicio,  del final. Entonces,  ¿por qué se detuvo?

La razón fue un nido. Un nido de pájaros grandes, en la punta del abismo, oscilando entre la seca roca y la caída al vacío. Alexa agudizó su vista, todo estaba tan gris como sus ojos mismos. Ya no estaba segura de si veía a color o en blanco y negro.

El nido tenía sus residentes. Pero no eran huevos. No eran pulluelos. Eran ratones. Ratones negros, dorados, azules, plateados y amarillos. Había también rojos,  verdes y cobrizos. Correteaban alrededor del nido y sus colas lanzaban pequeñas chispas. Hacían ruido, mucho ruido. Unas cuantas vocecitas haciendo “cuik cuik cuik” a una velocidad alarmante. Algunos chillaban más fuerte, otros eran más grandes, pero ninguno podía salir del nido.

Y Alexa no podía avanzar un sólo paso. Sentía que debía hacerlo, porque la tierra se estaba resquebrajando y llenando de grietas. ¡Y no podía moverse! Además, se sentía con la responsabilidadad  de ¡los pobres ratones! Pero la roca que los mantenía a salvo de su caída no se soltó. Lo que pasó fue mucho más extraño.

Surgió una serpiente de entre las grietas. Aunque todo a su alrededor de veía gris, los colores de ésos animales eran bien vivos y brillantes. Los ratones eran brillantes,  y la serpiente era brillante. De un verde brillante ,jaspeada con negro. Sus ojos eran amarillos (cómo los de Mr Little Moustache) y los tenía fijos en Alexa,  aunque pronto pasó de ella. La joven mantuvo su respiración, inquietada pero precavida. La serpiente empezó a rondar el nido,  más ningún ratón parecía percatarse. La cola de cascabel de la serpiente se alzó y se movió, más no sonaba. ¿Acaso Alex estaba sorda? No,  no era posible,  aún podía oír los chillidos de los ratones. El animal de sangre fría serpenteó dando vueltas alrededor del nido,  cada vez incrementando más su velocidad.

Alexa hizo una mueca. ¿Por qué iba a ver cómo se alimentaba una serpiente? ¿Por qué, si amaba las serpientes,  estaba tan incómoda con su presencia?  ¿Cuál era el sentido de ésta situación?

La serpiente tomó con su boca un ratón por la cola chispeante. Era dorado,  y brillaba mucho. Forcejeaba con sus uñas y sus dientes contra la serpiente. Incluso intentó cortar su propia cola,  pero al final no lo hizo. La serpiente lo llevó de la cola serpenteando hasta un hueco de las grietas y lo depositó con brusquedad en ése sitio. El ratón chilló y se retorció, pero en vano. No podía escapar.

La serpiente fue a buscar a otro ratón. Uno grande y de color negro. Lo atrapó con sus delgados colmillos y lo engulló. No,  esperen. No lo engulló. No era una serpiente normal.  Lo despedazó al partirlo a la mitad. La parte de la cabeza al torso cayó sobre el nido. Los ratones allí dejaron de chillar. Dejaron de moverse. Se quedaron quietos,  asustados, mirando a la serpiente con temor en sus pequeñitos ojos negros.

Y la serpiente cambió. Ya no era verde, sino blanca. Era blanca y reptaba hasta Alexa, acercándosele. Y ella no podía moverse.

La  serpiente hizo contacto visual con Alexa, con unos ojos inyectados en sangre. Y la serpiente hizo sonar su cascabel, y ella lo pudo oír. Le saltó al cuello, la atacó. Y mientras Alexa se desangraba cayendo en el piso, pudo percatar como un algo que no reconoció se posaba sobre el nido de ratones, sofocándolos de una manera tan agonizante como ella que estaba muriendo.

Alexa Diggory & El Cáliz de Fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora