Capítulo 7 - El principio del fin (Parte 2)

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Lentamente me fui extrayendo del sueño, la luz se colaba por las ventanas aun cuando las cortinas de velo intentaban obstaculizar y es que en medio del ajetreo de nuestros cuerpos ansiosos por sentirse habíamos olvidado correr la segunda cortina, la que atajaría perfectamente a la luz mañanera.

Sentí su serena respiración rozar mi espalda con cada respiro. Ella estaba amarrada a mí por la espalda, su cuerpo cálido abrigándome, su respiración colisionaba en mi nuca y uno de sus brazos me servía de cabecera mientras el otro me envolvía por la cintura. Me sentía tan llena y tan protegida entre sus brazos. Comencé a moverme despacito procurando no irrumpir su sueño, solo quería apuntar mis ojos en su dirección y fascinarme contemplándola mientras duerme. Cuando me liberé de su agarre ella se movió levemente colocándose boca arriba aún sumida en el sueño y un suspiro abandonaba sus labios. Estaba desnuda de las caderas para arriba, pues las sábanas cubrían lo demás. Las sábanas me negaban el privilegio de contemplar en todo su esplendor a mi luna, a mi musa.

Sonreí traviesa ante la idea que se posó en mi cabeza. Comencé a liberarla del amarre de las sábanas poniendo al descubierto su cuerpo desnudo. Con las yemas de mis dedos comencé a trazar su cuerpo, sus muslos, el valle anterior a las puertas de su placer, su vientre, ascendí hasta sus senos y tracé figuras en ellos, su cuello, el cosquilleo provocaba que sus cejas de vez en cuando se tensaran tenuemente. Era como si ella fuese mi lienzo y yo pintara una obra de arte. Tantas sensaciones embargaron mi cuerpo, ternura, amor, deseo; todas mariposeaban en mi estómago. "¡Dios!" la amo tanto que no lo puedo soportar. Quería gritarlo, siempre quise gritarlo, pero no podía, no debía. Me levanté de la cama y caminé desnuda por la habitación hasta el baño, busqué un labial, escogí uno rojo intenso y volví con ella. Me tumbé a su lado nuevamente, de costado, con el codo apoyado en la cama y la palma de mi mano resistiendo el peso de mi cabeza. Mordí mi labio y comencé a escribir con la punta del labial sobre su vientre.

Empecé a dibujar una "L", después una "E", continué con una "R", seguido de una "N", ahora un espacio; continuamente una "J", una "E", una "R", una "G", una "I", entonces una "coma" para continuar dibujando una "T", una "E", un espacio y una "A", una "M" y concluyo con una "O".

– Yo también te amo...

Su tono ronco de repente me arranca una sonrisa y entonces busco sus ojos con los míos y ahí estaba, con sus ojos verdes observándome, despierta y con una sonrisa de lado, la misma que me derrite. Rompo mi posición para ir hasta sus labios y cubrirlos de muchos besitos, entonces ella atrapa mis labios entre los suyos y sus manos me presionan contra su cuerpo, dejando caer todo mi peso sobre ella, sus yemas acaricia la desnudez de mi espalda mientras sus labios masajean los míos. La puerta de sus suspiros se abre permitiendo el ingreso de mi lengua y el sonido del choque de nuestro beso quiebra el silencio. No podía besarla cuando lo deseara, por ello un beso suyo era extendido al máximo cuando estábamos a solas, como si buscáramos satisfacer cada deseo retenido antes de salir al mundo y tener que aguantar hasta un próximo encuentro.

Ingresamos juntas a la bañera, el agua espumosa llegaba por encima de nuestros ombligos. Yacíamos una frente a la otra, con nuestras piernas dobladas y entrelazadas a las suyas, nuestras feminidades estaban próximas y nuestras miradas conectadas.

– Yo primero – pido al mismo tiempo que tomo el jabón líquido y sobre mi palma riego un poco.

Ella sonríe y continua expectante siguiendo con su mirada cada uno de mis movimientos. Llevo mi palma con el jabón hasta la piel de sus hombros y comienzo a enjabonarla, me inclino un poco hacia ella para alcanzar su espalda, tras estar más próxima a ella deposita un beso corto en mis labios y me roba una sonrisa. Le enjabono hasta la nuca, su cabello está recogido al igual que el mío así que no estorba. Acabada esa zona, vuelvo a llenar mi palma de más jabón pero esta vez mi palma se encarga de sus senos. Me concentro más en esta zona, dando giros con mi pulgar entorno a la aureola rosada de su pezón, que asumía una tonalidad cian debido al jabón.

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