Capítulo 16 - Primera vez

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Mi mente estaba completamente desconectada de la realidad, divagando libremente dentro de mi cabeza. En mi entorno se desarrollaba el desayuno familiar en uno de los balcones de la zona del restaurante del hotel en Brooklyn. Una tenue brisa fría hacia acto de presencia y armonizaba con las vista de la ciudad a mitad de la mañana. Todo aquello se volvía borroso cuando me enfrentaba cara a cara con mis pensamientos, todos ligados a lo acontecido la noche anterior; es que por más que tratara de oprimir ese recuerdo se resistía con vigor y allí permanecía, en la cúspide de mi concentración.

Inconscientemente acariciaba mis labios, sintiendo a la sensación revivir y postrarse en mis labios, recordando su beso, su sabor. ¿Por qué lo hizo? ¿A dónde pretendía llegar con eso? ¿O acaso fue aquello un acto inconsciente manipulado por los estragos del licor? Añoraba averiguarlo, pero al menos mi orgullo construía un muro en medio, cortando mis intenciones, impidiendo fortuitamente el buscarla, contactarla de alguna manera para averiguarlo, quizá solo para descubrir que ya ni lo recordaba, que las memorias habían sido expulsadas de su cuerpo junto con el alcohol en una nueva mañana.

Aún quedaba una interrogante suelta que mariposeaba inquieta en mi cabeza: ¿Ty lo vio? ¿Cómo fue capaz de hacerlo con él quizá observando a unos cuantos metros? Aunque aquello me encaminaba a contemplar una disquisición y era que... quizá, solo quizá lo hizo porque no le importaba, porque tal vez entre ellos solo existe un contrato de colaboración como los que solíamos tener para guardar apariencias o para un bien en común. Él le agradaba, siempre encontró con él una conexión de gustos en común y le gustaba oír sus historias, a veces verlos reír juntos me despertaba tantos celos pero ella me aseguraba que solo era su amigo y en aquel entonces creí en ella. No lo sé... todo es tan confuso.

Escuché mi nombre ingresar por la recepción de mis oídos extrayéndome abruptamente de mis cavilaciones.

– ¡¿Camila?! – llamó mi madre inclinándose desde su asiento y balanceando su mano delante de mi rostro y aquella acción acarreó las miradas curiosas de Sofí y de mi padre.

– Lo siento, ¿qué decías?

– Que si quieres fruta.

– Ah, no.

– ¿En qué tanto piensas? – quiso saber mi padre.

– Nada, solo estaba repasando las respuestas en mi cabeza para la entrevista.

– ¿Hay alguna que te inquiete?

– No realmente, solo espero que no intenten tomarme desprevenida y agreguen preguntas nuevas de las que no informaron a mi equipo.

– Lo dudo, ya oíste a Roger. Genius no vende polémica – calmó mi padre con una sonrisa.

– Cariño – se involucró mi madre –, anoche ya no tuve tiempo de preguntarte porque volviste muy tarde, pero ¿Cómo te fue? ¿Pudiste verte con...? ¿Quién era?

– No, mami. No la conoces, pero me fue bien. Solo hablamos un rato – le sonrío –. Bueno, me voy a la habitación, tengo algo de sueño.

Me levanto de mi sitio.

– Vale, mi amor. Descansa – añade mi madre.

– ¡Ey! Kaki – intervino mi marcha Sofí –, recuerda que prometiste que organizaríamos un plan para hoy.

– Sí, tú solo busca un lugar entretenido para ir y después de una siesta vamos.

Pero claro que no podría conciliar el sueño, aunque pesara cuantioso sobre mis parpados. Simplemente quería huir de cualquier cuestionario que tuviera lugar en la mesa respecto a la persona de la reunión de la noche anterior. Y, con la serenidad y la solead de la habitación de hotel poder esclarecer pensamientos. La curiosidad me susurraba al oído lo que me arrancó un impulso involuntario por tomar el teléfono y escribirle.

Memorias CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora