No es hasta cuando pasas tanto tiempo lejos de casa que le echas de menos y volver después de un largo viaje se siente tan reconfortante. El olor dulce que viaja por el aire y el calor hogareño que me envuelve en un abrazo de bienvenida me alivia. No hay sonrisas más sincera que la de nuestros allegados, que nuestra familia, y la de nuestras mascotas, pero especialmente la de Ringo, que incluso estando decaído se las arregla para levantarse y asistir a nuestro encuentro mientras atravesamos el umbral de la puerta. Saludo a todos los presentes, a mi padre que se adelantó unos días atrás justamente porque nos informaron que Ringo no estaba bien de salud.
Sofí y yo nos arrodillamos para alcanzar la altura de Ringo y de Leo que dejan lamidos por nuestras mejillas, por nuestras manos.
– Ey Ringo y Leo ¿Nos echaron de menos? Yo si te extrañé – consintiendo sus cabezas.
– Te trajimos regalos para que te pongas mejor – le informa Sofí atrapando su cabeza entre sus manos y colocándolo delante de su rostro y Leo se apresura a robar su atención –. A ti también, no te pongas celoso.
– Ya están de vuelta, Ringo, ya puedes estar tranquilo, regresaron a salvo tus niñas – se une mi madre a saludarlo y a dejar caricias en su pelaje, es el consentido de la casa ahora que está enfermito.
– ¿Cómo ha estado? – pregunté a mi padre quien presenciaba la escena.
– No ha querido comer desde ayer. La veterinaria lo revisó ayer pero prefiere que esté en la clínica para poderlo examinar al completo y tomar radiografías. Si continua así esta tarde será mejor llevarlo mañana temprano.
– Sí, espero que no haya necesidad – volví mi atención a Ringo –. ¿Escuchaste eso Ringo? Si no comes tendremos que llevarte al veterinario, amigo. Sabemos cuánto odias eso así que juicioso a comer – colocando mi mano bajo su hocico y atrayéndolo hasta mí para dejar un beso rápido en su nariz sin darle tiempo a sacar su lengua y lamerme toda la cara como acostumbra.
El sonido del timbre irrumpió la estancia mientras continuábamos dejando carisias sobre Ringo, mi padre se encaminó a atender. Cuando abrió la puerta escuché su voz incorporarse desde el vestíbulo.
"Nick..."
Apunté mis ojos al umbral viéndolo ingresar a la estancia con una sonrisa dibujándose en su expresión cuando sus ojos conectaban con los míos. Mi corazón responde ante su apariencia mientras lo completó caminar hacia mí.
– Hola – saluda y deja un beso en mi mejilla y la sanción de sus labios en mi mejilla me tensa.
– Hola – correspondo con una sonrisa.
– Señora Cabello, ¿Cómo está? – continua saludando a mi familia y amigos presentes.
No puedo apartar mis ojos de él, y es una buena señal ¿no? me gusta pensar que él puede ser el brillo de esperanza en esta oscuridad; me gusta como mi corazón reacciona ante su imagen, me gusta como provoca una sonrisa espontanea en mí, tan natural.
– ¿Llegaste hace mucho? – pregunta volviendo a mi lado después de saludar.
– No, acabo de llagar.
– ¡Uf! Qué bueno. Te dije que quería ser de los primeros en felicitarte.
Lleva su mano al bolsillo y extrae una cajita terciopelo y me la ofrece, sus mejillas están sonrojadas y me esquiva la mirada. Sonrió ante su expresión y tomo entre mis manos la cajita, la abro y descubro en su interior un dije plateado con la palabra "Havana".
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Memorias Camren
FanfictionHabía una vez una chica a la que le rompieron el corazón y los sollozos de su dolor se volvieron canciones que el mundo entero cantó a todo pulmón. Una historia llena de secretos que le prohibieron revelar, pero deja pistas en sus letras que gritan...