Dentro del océano

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El sol se derritió ante las nubes, dándonos un cielo en llamas. Pero era el cielo en llamas que veía en sus ojos el que me aterraba.

La curva de sus labios insinuaban palabras cínicas, y los latidos de mi corazón roto, estaban por encima del silencio. Y bajo aquel atardecer ardiente, sentí sus huesos sobre mis palmas, y bajo la mirada crítica del recuerdo, la besé como quién besa por última vez, con desesperación. Y escuché su súplica, pero yo no quería, y oí el revólver, pero yo no quería.

El tacto era frío, como ella. Pesaba ligeramente, como mi consciencia.
Las olas desenfrenadas golpeaban las rocas de la orilla, y mis dedos en el gatillo eran como aquel golpe, con prisa.
Su silueta formaba la mala imágen de un pequeño fantasma, que ahora yace en mis memorias, como el frío de aquella noche, como el ardor de su último atardecer. Y el golpetear de las olas yacen en mis oídos, como el estruendo que interrumpió el silencio, para acabar con su dolor.
Sangre, mucha sangre, sangre.

¡SANGRE!

Mis manos temblorosas dejaron caer el revólver, como su cuerpo, con un ruído seco sobre la arena. Y las olas besaron su cuerpo, y se lo llevó a sus adentros. Y el mar se la tragó, como yo mis sentimientos.

(¡Aún te mato en mi mente! ¡ERES MÍA, MALDITAMENTE MÍA!)

Las historias de LuciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora