Capítulo seis.

214 44 3
                                    

Llegué a casa antes de las seis, mi madre estaba en la sala viendo fotos familiares, y cuando notó que entré, se lanzó abrazarme en medio de lágrimas.

-Lo siento, entiendo por lo que estás pasando, pero debes entenderme tu a mí, te amo a ti y a tu hermana, no puedo soportar que algo malo les pase...

Me sentí de inmediato culpable por haber sido tan egoísta y abracé a mi madre unos cuántos minutos. Estuve tentado a contarle acerca del cuaderno, estuve a punto de decirle que había encontrado algo que tal vez valía la pena y entonces mi padre entró al cuarto bastante preocupado.

-¡Elena!- pero al darse cuenta que yo estaba en casa, soltó un suspiro de alivio, y también se lanzó abrazarme.

¿Qué les estaba pasando a todos? Estaba muy confundido, luego mi padre me mandó al cuarto, mientras tenía "una plática importante" con mi mamá. Me pegué a la puerta para oír todo, y al instante me arrepentí de haberlo hecho.

Jaime, el chico que había estado golpeando a otro, el chico que había visto tan sólo unas horas, acababan de reportarlo desaparecido.

Me encerré con seguro, totalmente pasmado, sin saber exactamente cómo sentirme. Eran tantas emociones y tanta preocupación para una edad tan corta como la mía. Saqué de inmediato el cuaderno, en busca de respuestas, y lo abrí justo donde lo dejé.

"Mar. 6 febrero, 1993.

Marianela era una bonita pelirroja de tan solo doce años. Su belleza era lo que más la caracterizaba. Mar podía conseguir todo lo que quisiera con su dulce sonrisa, pero nunca lo usó para nada bueno.

Ella sería la segunda, declaró la bruja totalmente decidida. Todo empezó en un restaurante. La bruja miraba desde lejos, a una distancia prudente, Marianela tenía una cucaracha en sus manos, escondida, y cuando le sirvieron el plato, la metió para luego gritar y culpar a su primo.

¿Quién no le creería a esa carita triste?

Lo que nadie sabía es que, mientras que regañaban y castigaban a su primo, Mar a sus espaldas reía diabólicamente.

Oh, esa maldad, cuánto impresionó a Cranya, quien no aguantó mucho para tenerla entre sus invitados.

Cierta tarde, cuando Mar jugaba con sus amigos a la escondite, se fue detrás de un gran bus, dónde nadie la oyó gritar, y en donde a nadie se le ocurrió buscar.

Es una lástima, era un buen escondite.

Cuando llegó finalmente acompañar a Sebastián, Cranya le tenía una sorpresa, una dulce y rica sorpresa, en medio de una sopa.

Está mal mentir, bella Mar. Al final de cuentas, las mentiras jamás nos llevan a nada bueno. Menos en este caso, que te llevó a la bruja."

-¿Julián? ¿Estás ahí?

Estaban tocando a mi puerta, era mi mamá, ¡de nuevo! ¿Por qué era tan difícil leer en paz?

-Hay alguien que quiere hablar contigo.

Guardé el cuaderno de inmediato debajo del colchón, y traté de disimular, tomando un libro de mi escritorio como si hubiera estado leyendo ese.

-Julián, hablo enserio, abre la puerta ya.

Me dirigí a la puerta y cuando abrí, apareció la persona que menos esperaba ver.

-Hola, niño.- sonrió, y me extendió la mano. Era aquél detective con el que había hablado aquella mañana.

Miré de inmediato a mi madre, y ella me dio una mirada de "sé educado".

-Hola, señor.- le respondí.

-¿Está mal si paso?- dijo cuando ya había cruzado la puerta. Noté que el detective miraba despectivo todo mi cuarto, en especial porque estaba hecho un gran desorden.

-Los dejaré solos.- dijo mi madre, y dio media vuelta.

¿A qué había venido aquél señor? ¿Tal vez necesitaba más preguntas? ¿Acaso era por lo que le había dicho esta mañana?

-Julián, ¿verdad? A tus padres les ha parecido más apropiado que te lo diga yo- se sentó en la silla de mi escritorio y continuó.- Esta tarde ha desaparecido otro niño, ya van ocho. Estamos alarmados, y por lo tanto habrá toque de queda, así que está extremadamente prohibido salir después de las cinco, sea niño, hombre, mujer, o gato. ¿Entendiste?

Asentí con la cabeza, de hecho me estaba sorprendiendo que no hicieran nada, así que eso estaba bien por mí. Y entonces, el detective se acercó más a mí como si fuera a compartir un secreto y dijo:

-Aquí entre nos, te quería pedir perdón también por lo de esta mañana, no ha sido mi mejor respuesta.- lo miré desconcertado sin saber qué decirle.- Ya sabes, lo de que la bruja te llevaría, estoy seguro de eres un buen chico, y por lo general, siempre son los malos quienes lo pasan mal.

Aquél último comentario me dejó sorprendido y formó en mí una duda que necesitaba sembrar, y ¿quién mejor para hacerle preguntas que a un detective?

-¿Señor? Antes de que se vaya... Normalmente ¿cómo hace para resolver casos?

-¿A qué te refieres?

-En este caso, cuando hay tantas personas desaparecidas, ¿cómo saber por dónde empezar a buscar?

El detective sonrió, una amplia sonrisa, como si le complaciera que le preguntara esas cosas, y respondió:

-Siempre debe haber algo que los conecta.- luego le quitó importancia con un gesto de las manos.- No tienes que preocuparte por eso, créeme, estoy trabajando muy duro en ello.

Se dispuso a salir y justo cuando iba a cruzar la puerta, lo iba a detener para preguntarle su nombre, pero él se apresuró a contestar:

-Llámame Simón. 

El misterio de Cranya.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora