Capítulo nueve

154 25 3
                                    


Me sorprendió que mi abuelo me creyera tan rápido. Me bastó con contarle todo lo que estaba pasando, y lo que me había encontrado, incluyendo lo de Jaime, lo del cuaderno, para que mi abuelo Antonio empezara a hacer especulaciones.

-¡Te lo dije, Julián! La bruja tenía algo que ver, te he dicho siempre que seas un buen niño, y hasta ahora me vienes a creer.

Debí de esperarlo de mi abuelo, al fin y al cabo él siempre fue un fiel creyente de todo lo que le contaras con fervor.

Seguimos hablando un rato más, hasta que volvimos a la casa, y entonces mi abuelo cerró con llave la puerta y todas las ventanas. Me tomó del brazo y nos fuimos a la cocina, la habitación más en el fondo, y susurró:

-Hijo, ven, guarda silencio. Te creo, pero no podemos hablar de esto en la calle así como así. Ahora, muéstrame el libro.

Dudé de si debería o no. Tal vez mi abuelo sólo estaba fingiendo para que le diera el libro y así poder acusarme con mis papás. Pero, era mi abuelo, mi abuelo que siempre me seguía los juegos, mi abuelo que era un amante del misterio.

Saqué el cuaderno de la mochila, y se lo di. Inmediatamente se sentó a leerlo, con suma lentitud, y luego, después de un tiempo, como deseando acabar con las páginas.

Cuando finalmente lo acabó, cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás.

-Abuelo... ¿me crees?

-Tenemos que hacer algo Julián... sólo que no sé qué. Soy viejo, se supone que tengo que ser sabio, y cuidar de ustedes. No puedo dejar que sigas involucrado en esto, pero tampoco sería justo apartarte así no más cuando confiaste en mí. Tampoco puedo llevarlo a la policía porque...

-¡No! Abuelo, no, por favor, por nada del mundo lo lleves. ¡Es mío! Tienes que creerme, estoy muy cerca de encontrar algo.

Empecé a rogarle y a tomarlo del brazo, él me miraba con consuelo y al final terminó cediendo.

-Si quieres ayudar en esto, tienes que prometerme unas cuántas cosas. Nada de salir solo, siempre vas a estar conmigo a donde quiera que tengamos que ir, no le vas a decir a nadie más de esto, ni siquiera a tus papás.

-¿En serio, abuelo? A ellos serían los últimos en decirles esto.- Antonio soltó una risotada y siguió.

-Y por último, siempre vamos anotar todo lo que vayamos encontrando, o cualquier cosa que pueda parecer importante, ¿está bien?

-¿Por qué?- pregunté con suma curiosidad.

-Mijo, no podemos dejar que se nos escape nada. Además, en el peor de los casos, si algo nos llegara a pasar...- se detuvo un momento, y recordó que hablaba con un niño.- ¡Pistas! ¡Haremos un libro de detectives!

-Está bien, abuelo.- Le sonreí, y me sentí a salvo. Era como si mi abuelo fuera una clase de superhéroe, y en cierto caso, lo fue.

-Ahora, muéstrame lo que llevas.

Saqué las notas, y las estudiamos juntos. Todo parecía tener sentido para los dos, aunque yo no estaba escuchando muy concentrado. Ali se me vino a la mente. Cómo estaría de emocionada y asustada a la vez si estuviera con nosotros. Se la pasaría cantando, y tal vez, algunas veces se taparía los oídos para no oír nada que le pudiera causar pesadillas. Yo le diría que fuera valiente, incluso si de igual manera esa noche ella dormiría conmigo.

Pero en ese momento, me di cuenta de que en realidad, la valiente siempre fue ella.

Las personas valientes no son las que no tienen miedo de hacer nada. Las personas valientes son las personas que incluso con miedo, pueden hacerlo todo.

El misterio de Cranya.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora