Febrero de 1968
La Habana, Cuba.- Fueron tus ojos los que me dieron, el tema dulce de mi canción. Tus ojos verdes claros serenos, ojos que han sido mi inspiración -
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El reloj marcaba las siete cuarenta de la noche. Todos en la gran casa del teniente Álvarez estaban vueltos locos; y a mí me traían como una verdadera 'chacha'. Sino era una cosa, era la otra, que si eso, o lo otro estaba mal puesto, que debo hablar y actuar 'decente' frente a los invitados, debo tener seriedad y nada de andar bailando o cantando. Conclusión: aquí todos eran unos aburridos.
Los invitados comenzaban a llegar a la casa; que creo que era más grande que la posada dónde estaba viviendo ahora.
La mayoría de los invitados pertenecían a los verdes, así qué venían con uniformes. Y otros eran los que quedaban de las familias de renombre en la sociedad de la Habana.
La verdad, es que todos se miraban adinerados, y llenos de lujos que aún les permitía tener la revolución. Sólo eran pocos los que podían pertenecer a la 'sociedad", y esas son las familias que apoyaron a la revolución desde su inicio; además de que donan miles de dólares al nuevo gobierno Cubano.-Karla, Tienes que atender a los invitados en la entrada. Samia se desmayó, y el capitán la acaba de llevar al doctor- explicó Elena, una de las chicas de limpieza. Ella había sido tan buena al instruirme en algunas cosas, era una mujer muy noble, además de guapa.
-¿Pero qué se supone que debo de hacer?-pregunté mirando como me llevaba de la mano fuera de la cocina.
-Sólo recibir, saludar y ya está, Mami- respondió como si nada, sonriendo mientras guiñaba un ojos-Anda, dale chiquilla.
Al salir de la cocina, me bajé un poco la falda del uniforme que me habían dado; la verdad es que era muy pequeño, muy atrevido y no me gustaba traerlo en este lugar lleno de hombres sin corazón.
Elena y yo caminamos bajo las miradas de aquellos hombres que parecían desnudarte, y lo odiaba, no tenían respeto ni si quiera porque estaban con sus mujeres.
-Mira, aquí te quedas- murmuró entregandome una hojita-Éstas son las personas que faltan, sólo son...oh, hacen falta sólo dos, hasta suerte tienes, mija-guiñó un ojo, haciéndome sonreír. Es que esta mujer era tan alegre, y atrevida.
-Ya está, dale chica -le quité la hoja, y sonreí dando un respiro profundo.
-Suerte Karlita-animó antes de retirarse.
-Si que la necesito-susurré para después apretar mis dientes, sin dejar de sonreír. Realmente me sentía tensa e incomoda, creo que nunca antes me había sentido así.
Cogí un par de respiraciones y comencé a observar a todos en el lugar.
Todas esas personas platicaban y reían, pero no habia nada de bombo ; la nueva sociedad era realmente aburrida,y parecían ser muy falsos. Para empezar, no sé si era bueno, o malo, pero estaba un señor que me lo topé muchas veces en la estación de Cojímar. Él era amable comprandome los dulces que hacia mi mamá, pero siempre estaba acompañado de quien creí que era su esposa, y ahora está con otra mujer; sonriendole y besandola de la misma manera que lo hace con la otra menor.Por otro lado, todos parecen hablar de como ganaron con su revolución, mientras en el lugar se escucha música clásica ¿Eso lo habrán aprendido de las familias que ahora huyeron a Estados Unidos? ¿Desde cuando habana se volvió tan apagada, tan seria y formal?. ¿Qué está pasando con el mundo?