Maraton 2/3
La fiesta de despedida había terminado. Las invitadas se habían marchado y, en algún momento de la noche, La mujer enmascarada había vuelto a ponerse los pantalones.
Pero no por mucho tiempo. Nada más se cerro la puerta tras Belen y la amiga que iba a llevarla a casa, volvió a poner la música y Ed Sheeran llenó la habitación.
La Enmascarada empezó a bailar y a desnudarse sólo para ella.
Micaela estaba de pie frente a ella, comiéndosela con la mirada. Dios, era increíble. Demasiado linda como para ser real. Sin embargo allí estaba, actuando para una sola persona.
¡Era una fantasía hecha realidad!
Una vez se quedó sólo con la tanga, le tendió la mano y la invitó a bailar con ella en el momento en que acababa la canción para dejar paso a Closer.
La conmovedora melodía hizo que a Mica se le encogiera el corazón. Dio un paso hacia la enmascarada y dejó que la estrechara en sus brazos. Se dejó llevar por la música, atrapada en el momento en el que la fantasía se unía a la realidad.
Ella le dio un suave beso en la frente y Micaela supo que no podría seguir controlándose. Se entregó a ella por completo.
Sus cuerpos, apretados el uno contra el otro, se movían al unísono. ¿Haría el amor tan bien como bailaba? La oji azul tragó saliva mientras rezaba por que así fuera.
Le puso la mano en la cadera con una familiaridad que la hizo estremecer. De pronto dejó de bailar.
–¿Qué ocurre? –preguntó ella.
–¿Crees en el amor? –dijo Barbara con su fingido acento inglés.
–¿Qué? –la pregunta la pilló desprevenida. En otro tiempo quizá hubiera creído en cuentos de hadas, pero ya no. Puede que exista para algunas personas.
–¿Pero para ti no?
Micaela negó con la cabeza.
–La vida es demasiado corta como para atarse a una persona.
–¿Y si es la persona adecuada?
Mica hizo un silencio y medito su respuesta antes de hablar.
–Creo en la pasión –dijo–. ¿No te parece suficiente?
–La pasión alimenta el cuerpo, pero el amor alimenta el alma –explicó la Enmascarada.
–Hay muchos tipos de amor.
–¿Como el que sientes por una buena amiga?
–Sí. Mica pensó en Bar. Estaría abajo, sola, seguramente habría oído el ruido de la fiesta a través de los finos muros. Le dolía admitir que la oji marrón habría sido perfecta para la antigua Micaela, la mujer que había sido en otro tiempo.
Pero ahora la mujer perfecta para ella era la Enmascarada, o al menos eso había creído hasta que había empezado a hablar de amor.
–¿Por qué me haces esas preguntas sobre el amor? Tú y yo no nos conocemos.
–Precisamente –dijo ella–. Quería asegurarme de que nos entendemos. Ninguna quiere hacerle daño a la otra. Lo de hoy es sólo sexo. Nada de amor. Quizá un pequeño romance –añadió con una sonrisa–. Pero nada de amor.
–Nada de amor –repitió Mica, convencida de que estaban de acuerdo.
¿Entonces por qué aquellas palabras la hicieron sentirse tan vacía por dentro?
Barbara le pasó la mano por la espalda, entreteniéndose especialmente en la curva que formaba su columna. La oji azul se acurrucó en sus brazos y ella no pudo evitar sonreír, pues le encantaba el modo en que respondía a sus caricias.
Y entonces se dio cuenta de algo. Micaela Suarez la hacía desear ser mejor persona.
Una mujer buena no le mentiría ni la engañaría antes de hacerle el amor. Tenía que salir de aquel embrollo. Tenía que poner fin a aquella estúpida seducción.
–Mica –dijo olvidándose del falso acento inglés –. Tenemos que hablar.
Pero ella no lo escuchaba, ni siquiera lo oía. Se había puesto de puntillas y le acariciaba la oreja con la lengua al tiempo que apretaba los pechos contra su brazo. En pocos segundos, Barbara ni siquiera recordaba lo que iba a decirle. Los más puros instintos se apoderaron de ella y le hicieron echar a un lado sus honorables intenciones.
–Llevo tres días pensando en esto –murmuró ella–. Estoy preparada para ese beso inglés.
Bar estiró la mano y se la puso en el culo para apretarla bien contra su pelvis. Después bajó la cabeza y la besó en la boca. Ninguno de las dos cerró los ojos. La oji marrón pudo ver el rubor que se asomaba a las mejillas de Mica y que daba fe de su excitación.
Estaba excitada. Increíblemente excitada.
Le desabrochó el vestido sin dejar de besarla. Ella se despojó de la prenda frenéticamente y la dejó caer al suelo.
Fue una maravillosa sorpresa descubrir que no llevaba ropa interior. Se había preparado.
–Eres perversa –susurró mientras deslizaba la mano por su cadera hasta llegar al muslo, donde volvió a subir hasta dar con la esencia de su feminidad.
Micaela gimió y apoyó la cabeza en su hombro. Con una mano la agarraba mientras adentraba un dedo de la otra en su sexo y lo sumergía para saborear el húmedo calor de su cuerpo.
Aferrándose a ella con ambas manos, la oji azul lanzó un grito.
Siguió besándola, se sumergía en ella con la lengua y con el dedo. Sus gemidos se unieron a los de ella.
Era tan dulce. Le encantaba sentir que ni siquiera podía decir nada porque estaba llena de ella.
Sus músculos le apretaban el dedo haciéndole saber que deseaba más. Lo deseaba a ella.
Era suave... Aquella mujer sabía cómo vivir. El deseo que sentía por ella borraba cualquier pensamiento razonable de su cabeza, dejaba de ser la mujer práctica y sensata de siempre.
–Más –le dijo con una voz ronca–. Más.
Ella sonrió ante su exigencia, la amaba por ello. Movió el dedo más y más fuerte hasta que empezó a temblar entre sus brazos.
–Tómame –imploró descaradamente–. Tómame ahora mismo, sobre la mesa de la cocina.
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Enmascarada (Barbica)
Hayran KurguCuando Micaela entró en el club de lesbianas striptease sólo buscaba una aventura, un poco de diversión pero su actitud atrevida hizo que terminará en el escenario con una hermosa bailarina.. Y así fue como empezó la aventura.