CAPITULO 10

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3/3 《fin del maraton》

La llevó a la mesa de la cocina, le separó las piernas y se adentró en ella con la fuerza que le había pedido.

Pero lo cierto era que Micaela deseaba mucho más. Se había apoderado de ella la necesidad de sentir sus cálidos dedos dentro del cuerpo.

–Más –susurró de nuevo–. Más.

La llevó a un lugar completamente desconocido para ella y cuando todo su ser, cuerpo, mente y alma, estaba al borde del precipicio, esperando la explosión del orgasmo… se dio cuenta de algo increíble.

Aquella mujer era una completa desconocida. Fue entonces cuando explotó.

Gritaron al mismo tiempo y su cuerpo se puso rígido. Arqueó la espalda sobre ella y, a la luz de la lámpara de la cocina, Mica vio que ardía como el fuego.

Jamás había sentido nada parecido a la intensidad de aquel clímax. No podía respirar. No podía pensar. Lo único que podía hacer era sentir cómo se estremecía hasta el último rincón de su cuerpo.

Cayó sobre ella y escondió el rostro enmascarado entre su pelo. Sus cuerpos entrelazados quedaron rendidos sobre la cama. Después de unos segundos, ella le pasó la mano por el costado.

Desapareció el vacío de la separación. Eran una sola. Amantes. Aunque fuera tan solo por un fugaz momento. La oji azul le acarició la boca y después el rostro por encima de la máscara, sintiendo los pómulos por debajo del cuero.

Los segundos pasaron y el silencio volvió a llenarse de deseo, de la impaciencia de sus cuerpos.

Micaela estaba maravillada.

Calleron al suelo..

Sobre el piso de baldosas, Mica podía oír los latidos de su corazón, un sonido que la hizo sentirse satisfecha y en paz. Estaba tan cómoda y feliz que de pronto sintió miedo.

¿Qué estaba sucediendo? No quería sentir ese tipo de emociones por ella. Sólo quería sexo.

Y entonces se le pasó por la cabeza algo alarmante.

–Dios mío. - tuvo sexo con una completa desconocida.

–Tranquila...

–El corazón estuvo a punto de salírsele del pecho.

¡Esa voz!

La mujer enmascarada levantó la mano para retirarse la máscara, pero la oji azul ya sabía de quién era el rostro que se ocultaba debajo. Seguramente lo había sabido desde el primer momento, aunque de manera inconsciente.

Los ojos de Barbara, impregnados de amor y preocupación, no se apartaban de ella. Fue entonces cuando se dio cuenta de que estaba conteniendo la respiración y aguardaba a ver cuál era su reacción.

Le acarició la mejilla muy despacio.

–Eres tú.

–Siempre fui yo, Mica, desde el momento que te vi por primera vez –dijo ella–. Y mira cómo he acabado por tu culpa. Mintiendo y engañándote.

–Bar –susurró ella con un suspiro. No podía ser ella. Había vivido su aventura más salvaje con la mujer que más deseaba evitar–. Lo siento.

–Nada de arrepentirse, ¿Te acordas? –su sonrisa era dulce y tierna.

–Pero yo no puedo amarte –dijo entonces con el corazón roto–. No puedo asegurarte que haya un felices para siempre.

–¿Por qué? ¿Porque tuviste cáncer?

Micaela asintió.

–Por haber estado enferma, ¿ya no mereces amar?

Las lágrimas le caían de los ojos sin que ella pudiera hacer nada para evitarlo.

–No puedo dejar que me ames. ¿Y si muriera?

–¿Y si muriera yo? Mica, en esta vida no hay garantías. Sólo tenemos el presente y tú estás dispuesta a renunciar a nuestro futuro porque tienes miedo de morir. ¿Es eso lo que quieres?

–¿Cómo es posible que alguien como tú pueda querer a una chica sin educación? –Micaela seguía llorando y enjugándose los ojos con la mano.

–¿Por qué tú no puedes aceptar que sé lo que quiero? no me importa tu educación, lo único que me importa es que sé que eres todo lo que quiero y que esas cosas son parte de ti, son lo que te hacen ser quien eres.

Dios, ¡Deseaba tanto poder creerlo! Deseaba acurrucarse en sus brazos y aceptar su amor.

-Me dejarías por otra al notar que estas atada a una persona inútil.

El enojo se hizo vidente en los ojos de Bar.

–No me jodas Mica –dijo agarrándola por los hombros–. Yo no soy así. No sé con qué otras mujeres o hombres habrás estado, pero cuando yo me comprometo, lo hago de verdad

–Barbara –no sabía qué decir.

–Te quiero, Micaela Suarez. Si no puedes aceptarlo, si dejas que el miedo se interponga entre nosotras, lo sentiré mucho por las dos porque habría sido maravilloso.

Y, sin decir nada más, se vistió y salió del departamento.

Enmascarada (Barbica) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora