2do pecado: Pereza

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Arathe, el hogar de un singular Karitio de cabello verde que confundido caminaba por la capital en donde la luz llenaba el paisaje, piso de mármol blanco y pilares con detalles tan hermosos que se podría decir que eran obras de arte. El viento resoplaba tan ligeramente, y las pequeñas avecillas revoloteaban al ritmo de las pisadas del inocente.

Pies descalzos, en las manos sus tenis, sus piernas que lucían unos jeans de mezclilla y una sudadera que cubría su loca melena verde, pero que aún así dejaba ver sus hermosas pecas. ¿Creías que en el cielo solo se usaban túnicas?, yo también lo creía.

-... A veces me pregunto... ¿Por que los Kaios son tan confusos?...- dijo

          Los karitios son tan inocentes que ven pureza y amabilidad en todo, pero este en especial era el más amable y sonriente de todos, a pesar de que en la última vida que vivió era alguien que al ver que las cosas no iban bien, solo lo soltaba todo en un llanto. Los Karitios y los Kaios como antes ya mencionado, son "almas" que han dejado sus cuerpos, por lo tanto no hay ningún Karitio o Kaio que no haya estado vivo alguna vez. Las almas nuevas que apenas vivirán un ciclo de vida se les llaman "Lyophers" que en nuestro idioma significa "Estrellas", pues estas son solo capaces de brillar, no pueden hablar o siquiera moverse pues su cuerpo no tiene otra figura a la de una esfera brillante.

          Del otro lado, en el Goyenjio, se encontraba Todoroki el Kaio que estaba sentado en la orilla de un barranco y que también había caído perdidamente enamorado por la belleza de un Karitio, él sin importar que quisiera hacer solo podía recordar el hermoso rostro que vio en los límites de Arathe, sonrojado observaba como en el Saligia los amantes eran separados para pagar sus pecados y así un extraño sentimiento de melancolía lo invadió.

<<Tengo que volver a verlo... estoy muy seguro de que está prohibido pero... la ansiedad de ese recuerdo no me deja olvidarlo>> pensaba todoroki.

Emprendió vuelo, dejando caer un pedazo de roca proveniente de aquel barranco. Pero el no miró atrás, pues tenía tanta ansiedad de verlo que no le importaba nada más.

Nuevamente en el Arathe, nuestro pequeño amigo pecoso se dirigía hacia la fuente, con ganas de ver al Kaio una vez más para saciar su propia curiosidad, aún con los tenis en la mano corría velozmente.
Muchos en el camino lo saludaban con amabilidad.

-¡Hola, joven Midoriya!, !¿Por que tan apresurado?!- saludó un señor quien conocía al joven, en realidad como la mayoría de la población en Arathe.

-¡Buenos días señor Might!, ¡voy a refrescarme en la fuente y de paso correr un rato!- decía mientras seguía corriendo.

-Ese chico es realmente alegre, todos los días va a esa fuente... me pregunto ¿por que?...- Susurraba cuando veía la espalda alada del pequeño al irse.

Sin detenerse ni un segundo solo tenía el rostro de aquel Kaio bicolor en mente, la curiosidad del pequeño inocente estaba cada vez más sedienta de saber las respuestas de muchas preguntas que se habían formulado en su curiosidad. Con un poco de miedo a resbalar con el frío piso por estar descalzo aceleró el paso cada vez más. En el Arathe no existe como tal una regla gravitacional tan fuerte como el mundo terrenal, así que caminar y volar eran igual de tardados y gastaban el mismo costo de energía, por lo tanto los Karitios solo utilizaban las alas cuando se quisiera subir o mantenerse en el aire.

Las esperanzas de encontrarse en la fuente no morían para ninguno de los dos, que ansiosos ya querían verse nuevamente.

El más pequeño había arribado primero al lugar terriblemente agitado quien un tanto decepcionado veía que no había nadie en aquella fuente ni a su alrededor. Su respiración se empezó a calmar y su mirada se comenzó a dirigir al suelo, siendo capaz solo de sentarse en la orilla de la fuente a esperar, con la poca fe que le quedaba de que aquel Kaio bicolor llegara.

-Tododeku- El demonio y el ángel. (Estado Haitus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora