Prólogo

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¡AVISO! Esta historia no es de poliamor! Ahora, que empiece lo bueno!

Un mes. Un mes ha pasado desde que la productora de cine dijo que me mandaría la carta. Y aquí estoy, desesperada en mi sillón haciendo zapping porque, ¡ha pasado un mes y no me han contestado! ¿Tanto les costará escribir un 'me importa una mierda tu idea'? No sé, ¡no pido tanto!

Cuando les propuse la idea de adaptar mi libro para llevarlo a la gran pantalla, me dijeron que se lo pensarían y que primero tenían que leerlo (lo que es obvio). Pero aquí llega mi dilema... No creo que nadie tarde un mes en leerse un libro y menos si de verdad les interesa, así que, poco a poco, he ido perdiendo las esperanzas.

Resoplo y me levanto del sofá. Normalmente, cuando no quiero pensar, me pongo a recoger y la verdad, con todas las cajas de la mudanza que hay por mi casa, no estaría nada mal. Pero no me apetece. No quiero pensar, pero tampoco tengo ánimo para limpiar, mucho menos desempaquetar, ¿a quien se le ocurrió la gran idea de la mudanza y lo de emanciparse? Con lo bien que estaba yo en mi casita...

El timbre de mi casa hace que pegue un bote en el sitio. Seguramente, sea mi madre con alguna excusa para verme. Hace dos semanas que me independicé y creo que ha venido siete veces: que si no la funciona el móvil. Que si mi padre se ha ido a ver un partido de fútbol con TJ, mi hermano pequeño. Que si necesita sal y el mercado está cerrado... En vez de ir a ver a mi otra abuela que vive a su lado, se viene hasta mi casa. Desde luego, mi madre no es la reina de las excusas.

Abro la puerta cansada de la vida en general y un chico con una gorra azul, aparece ante mis ojos. Al verme, abre la boca tanto que casi le llega hasta el suelo y empieza a temblar.

–¿Está Spencer Peterson? –Pregunta temblando y mirándome de arriba a abajo.

–Soy yo.

–To-toma. –Dice entregándome una carta. –Ti-tienes que firmar aquí.

Me da un cacharro digital. Lo cojo y firmo sin muchas ganas. El chico se va a despedir pero cierro la puerta antes de que abra de nuevo la boca. El último repartidor, por dejarle decirme algo, estuvo dándome una charla de 30 minutos y Spencer Peterson no comete el mismo error más de cuatro veces (o de siete).

Miro el sobre y al ver la firma de la editorial, lo abro corriendo. Mis ojos van a una velocidad que marearía a cualquiera, pero soy impaciente. Muy impaciente.

Nos gustaría realizar una entrevista para aclarar ciertas cosas el día martes 13 de este mes, a las 11:30. Si hay alguna emergencia, llame al número indicado en la parte de arriba.

Firmado, Hudson Whitaker.

El grito que mi garganta reproduce, ha sido capaz de escucharlo hasta el pez del Atlántico que nade a la mayor profundidad. Comienzo a bailar por toda mi casa, porque, de pronto, me convierto en la mejor bailarina del mundo. Sé bailar claqué, ballet, flamenco, contemporáneo... Hasta que me doy con una de las cajas que están sin desempaquetar. Ese grito, también lo escucha mi nuevo amigo Flonder.

–Bueno. Creo que es hora de sacar las cosas las cajas. –Me digo a mí misma mirando mi dedo que se ha empezado a poner rojo.

 –Me digo a mí misma mirando mi dedo que se ha empezado a poner rojo

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Aquí tenéis a mis tres niños de este libro. A Kilian le faltan los tatuajes pero ES INCREÍBLE, me encanta!!!!

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