Cuando era pequeña, me hicieron unos test para medir mi coeficiente intelectual y salió que era superdotada. A día de hoy, creo que he ido perdiendo coeficiente por el camino. Sino, que alguien me explique porque estoy de camino a casa de Kilian (sí, ya me sé su nombre. Me ha estado llamando para decirme tonterías dos días seguidos).
Me paro en un supermercado a comprar palomitas y algo que beber para cuando estemos viendo la película antes de llegar a su casa.
Normalmente, la suerte no está de mi parte, como he dejado ver. Por eso, cuando estoy ya en la cola para pagar, veo que dos personas más adelante está mi ex novio Dorian con la chica con la que se ganó el título de ex novio. Empiezo a apretar los dientes y los puños. Me está costando mucho no ir allí y darle una patada en su precioso y calvo culo. El problema llega cuando me ve y me dedica una sonrisa. ¡Y el capullo me dedica una sonrisa! Mientras Martha (su actual novia), recoge las cosas y las mete en bolsas, él se acerca a mí.
–¡Spence! ¡Cuanto tiempo!
–Sí. Es una lástima que se haya roto esa buena racha. –Digo intentando morderme la lengua para no ponerle de gilipollas para arriba.
–Todavía me guardas rencor... –Suspira rascándose la cabeza nervioso, cosa que antes me hubiera hecho abalanzarme sobre él cual loba a una presa fácil, pero que ahora, lo único que quiero es cortarle ese brazo y darle tortazos con él.
–Lo vas pillando.
–Bueno... Espero que te vaya bien... Me voy con Martha. –Responde señalando a la chica rubia. En estos momentos, debo parecer un mono enfurecido porque en sus ojos, veo un rastro de miedo, igual que el día que le pillé en la cama con... Exacto, Martha.
–Capullo insolente. –Murmuro para mí cuando veo que se aleja.
Tras pagar lo que he comprado, más enfadada que un mono, vuelvo a mi coche donde me sumerjo con la música a todo volumen para intentar olvidar mi encuentro con Dorian. Segundos después, más relajada, doy un concierto a las bacterias de mi coche. Sin duda, adoro conducir por estas cosas.
Como la primera vez que fui a ver a Kilian, llamo a la puerta y él me abre, para mi buena salud mental, con camiseta.
–Sabía que vendrías. –Dice en un tono arrogante y con una sonrisa picarona.
–¿Ahora eres pitoniso?
–Brujo, en general. Puedo detectar qué chica está interesada en mí a 50 km.
–Guau. Yo no tengo ni idea que hay a más de 50 Km de aquí.
Paso por su lado dándole un pequeño empujón escuchando su suave carcajada y como cierra la puerta mientras yo me adentro en las profundas oscuridades de su casa (en su salón, vamos).
–Por lo que veo, no me hace falta decirte que mi casa es tu casa. –Suelta mientras se acerca a donde estoy yo con las muletas.
–No. Yo no me ando con timideces. Si tengo hambre, saquearé tu nevera. Si tengo sueño, roncaré como si fuese un dragón y si quiero cagar, te dejaré un precioso regalito en tu váter. –Admito sentándome en el sofá. –Tú solito te has metido en esto. Eso te pasa por invitarme.
–Entonces, luego no te quejes si cuando vaya a tu casa, atasco tu baño. –Responde levantando una ceja.
–¿Quién ha dicho que vaya a invitarte? –Pregunto con una sonrisa juguetona.
–Lo harás. –Me guiña un ojo acompañado de una sonrisa juguetona con la que, desde luego, quiero jugar.–¿Qué película vemos?
–Shrek.
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[ENTRE DOS PAREDES]
RomanceHISTORIA ACABADA Dos chicos. Dos polos opuestos. Uno. Hudson Whitaker. Un productor de cine adicto al café. 80% cactus. 20% sarcasmo. El otro. Kilian Blake. Un enfermero que nadie sabe cómo ha podido llegar a serlo. Futuro payaso de circo e inten...