15. jm

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Sentimientos, ¿hay algo más efímero?
Así como nos enamoramos, empezamos a odiar. Así como reímos, las lágrimas se convierten en nuestra cruda realidad.
Se asemejan a las estrellas, pero no a las que vemos en una noche cualquiera. Sino a esas que, de vez en cuando, se asoman al cielo pasando velozmente y dejando un rastro de luz.

Estrellas fugaces, sentimientos efímeros.

Se desplazan a la velocidad de la luz dentro de nosotros marcando nuestros cuerpos con huellas amargas y mil recuerdos negros.

-¿Quién es el que está sentado junto a Jungkook? -Su voz me devuelve a la realidad, así como un viento huracanado.

Mi mirada viaja apresurada hacia la mesa en la que ellos se encuentran, aquella que Tae señala, y les hallo perdidos en mil palabras y risas que retumban en las paredes de la cafetería, llevando ese sonido hasta mis oídos.

-No lo sé. -Musito en voz alta.

Sin conocer la razón, me levanto arrastrando la silla hacia atrás con brusqueda y me encamino hacia ellos.

¿Por qué está aquí?

Y es que sus labios no me confesaron que al fin volvería a pisar este suelo que dejó atrás hace meses, a pesar de que solía ser yo a quien acudía para susurrar al oído cada pesamiento que cruzaba su mente, por muy alocado que fuera.

Así como una vez caminamos juntos a través de mil campos de batallas, ahora soy incapaz de acercarme a ti.

Sin importar cuán cerca estén nuestras manos de rozarse, jamás soy capaz de alcanzar ese corazón que late vívido tras el escudo que levantó a su alrededor.

Creamos millones de recuerdos, pero todas ardieron en aquel océano.

Aunque esté justo delante de mí, pareciera que se encuentra tan lejos que se me asemeja ya inalcanzable.

¿Acaso no son efímeros los recuerdos también?

-Hey, Jungkook.

Se gira rápido hacia nosotros, probablemente porque reconoció mi voz, y su mirada nerviosa nos saluda.

-Jimin, Tae.

Enseguida, señalado a aquel sentado junto a él con un movimiento ligero de cabeza, y pregunto intrigado:

-¿Quién es él?

-Puedes preguntarme directamente, ¿sabes? -Irrumpe entre risas pero con semblante serio esa sombra desconocida para mí- Tengo mi propia boca.

Antes de que pueda responder, Jungkook se interpone revelando ese misterio del que tanto habría deseado que me hablara sin que yo tuviera que rogarle que lo hiciera.

Porque así solía ser.

-Él encontró mis llaves cuando las perdí el otro día y...

Espera.

-¿¡Perdiste las llaves?!

Mi tono detona preocupación, cruzando la línea de la rabia, lo cual provoca que dude al continuar.

-Sí, yo... -Comienza a balbucear al dirigir sus ojos hacia el suelo, probablemente para evitar mi mirada inquisitiva que se clava en él como un cuchillo afilado.

No debí haberle dejado marchar solo.

-¡¿Por qué no me llamaste?! -Vuelvo a exclamar- ¡Te lo dije! ¡No deberías haber...!

-¡Hey! -La figura de cabello rubio junto a él detiene mis movimentos bruscos llevando una de sus manos a mi pecho, empujándome ligeramente hacia atrás- Cálmate.

La voz de esta sombra que aún es un secreto para mí provoca que la ira recorra mis venas, pues él desconoce el camino por el que hemos sido obligados a arrastrarnos, y su ignorancia me conduce a respirar a destiempo, a negar varias veces a gritar ensimismado:

-¡Cállate! -Aparto su mano bruscamente- ¡No sabes nada! ¡Tú...!

Pero antes de que me sea posible continuar, su tono tranquilo y semblante serio me sorprenden con estas palabras:

-Sí, sí lo sé. -Coloca sus dedos finos sobre el hombro de Jungkook, quien le observa de reojo- Sé qué le sucedió.

Petrificado, siendo devorado por el asombro, vuelvo a negar, ahora por una razón distinta. Y es que mi mi mente desastrosa se niega a creer en esas letras que cayeron de sus labios, se niega a creer que alguien más haya derribado el escudo tras el que él siempre se oculta, aquel que construyó tras el accidente.

Sentimientos, recuerdos. Efímeros, frágiles.

-Tú... -Pronuncio aún siendo avasallado por mil pensamientos- ¿Lo sabes?

A pesar de que ya debería ser consciente de ello, aún debo repetirme que todo se ha esfumado.

Quizás fueran las nubes que se abalanzaban con prisa sobre nosotros o el cielo que oscurecía a cada instante, no lo sé, pero entonces la rabia volvió a consumirme una vez más, provocando que transformara todas mis inseguridades en cuchillos emponzoñados destinados a clavarse en él.

-¿¡Se lo dijiste?! -Me dirijo a él manteniendo la distancia, pues soy capaz de sentirle temblar- ¡¿Por qué?!

-Yo...

Toma una gran bocanada de aire justo antes de enfrentarse a mí, habiendo reunido la fuerza necesaria para derrumbarme sin tan siquiera ser consciente de ello.

-Simplemente, sentí que podía confiar en él.

¿Tal y como solías confiar en mí?

-¡Pero...!

Pues era yo a quien no hace tanto le confesabas cada uno de tus secretos.

-Además, ¿por qué debería darte una explicación? -Frunce el ceño al cruzarse de brazos- ¿Quién te crees que eres?

-¡Soy tu...!

-¡Jimin! -Un grito de voz profunda proviene de mi izquierda, y me interrumpe sin consideración- Recuerda dónde estamos.

Al escrutar la sala con ojos temblorosos, hallo decenas de miradas clavadas sobre nosotros, contemplando la escena intrigados como simples espectadores, ajenos al hecho de que estoy cayendo a través de un pozo sin final.

-¡No me importa!

-Jimin. -Repite Tae, ahora más bien sonando como una demanda.

Y mis pupilas se posan una vez más sobre su silueta, esa que se levanta cansada delante de mí. Pues el centro de mi ira no es él, sino tan solo yo mismo, quien sigue obcecado en negar la realidad.

-Perdón. -Susurro- Perdóname, Jungkook.

-No. Ya estoy harto. -Espeta provocando que un huracán derribe mi propio escudo- Pareciera que sigues aferrándote al que yo solía ser, pero escucha con atención, Jimin: ya no soy ese Jungkook.

Así como nos enamoramos, empezamos a odiar, me repito.

-Él ya no existe.

Me pregunto por qué arde tanto mi pecho al ser asaltado por unas palabras que ya conocía, pues incluso mis dedos saben que aquel al que tanto me aferro aún ya no está aquí. Pero aún así, un ápice de esperanza ha hallado un rincón en mi corazón, y me incita a esperar que él vuelva.

-Vámonos, Yoongi.

Una vez, hará tan solo medio año, era yo quien abandonaba esta sala junto a él y escapaba del gentío y las miradas entrometidas.

Le habría detenido, pero cuando intenté alcanzar su mano, él ya estaba demasiado lejos.

mil cartas para el océano. | kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora