24. jm

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Un par de manos presas del frío que se aferraban a una taza blanca de café, con el cual quemó su lengua un par de veces porque jamás había sido capaz de esperar pacientemente. El aroma de los dulces pasteles inundando el lugar, una mirada suave en su rostro que caía sobre mis dedos y una sutil sonrisa que comenzaba a ser dibujada en su tez al sentir mi tacto sobre su piel. Hablando sobre decenas de temas frívolos, el atardecer inquieto ya despidiéndose. Pájaros valientes batiendo sus alas en la inmensidad del cielo sin preocupación alguna, pues jamás temieron a poner en palabras aquello que cruzaba por sus mentes. Recuerdo desear poder ser como ellos.

Una escena tan simple y banal fue la que brindó un rayo de felicidad a mi descuidado corazón, una escena tan sencilla y humilde y que aún así me robó el aliento. Me sentí en paz perdiéndome en el color cálido de sus ojos, respiré con calma al permitirme enamorarme tan solo un poco más, pues fue él. Fue él quién me enseñó a atesorar la sencillez del día a día. Me enseñó que cada segundo de nuestras vidas debería ser guardado en una diminuta caja de oro en el desastre de nuestras mentes, ya que nunca sabemos con seguridad cuándo será que comenzaremos a extrañar esos discretos momentos y desearemos que el cielo nos permita volver a caminar a través de ese mismo sendero.

El mundo en el que vivimos; él me enseñó a arroparlo con manos humildes.

Y es que, quizás, fuera él quien construyó con ahínco y esperanza cada lugar en el que me digné a aparecer. Pues ambos fuimos dos figuras que no conocían la existencia de un mundo en el que el otro no estuviera, ya que desde el instante en que aprendimos a leer los colores de la naturaleza, nuestros dedos ya estaban entrelazados. Tal y como si hubiéramos sido dos piezas que formaban un mismo alma, ya esperábamos al otro en este mundo cruel cuando parpadeamos por primera vez, siendo sostenidos por los brazos gentiles de aquellas que nos otorgaron la vida aquel mismo día a tan solo unos pasos de distancia. Siempre perseguimos la misma sombría sombra, contemplamos el mismo azul cautivador sobre nosotros e intentamos desesperados alcanzar aquellos imprudentes sueños en la sencillez de nuestras vidas.

Pero entonces el día llegó, el día en que comencé a anhelar haber atesorado más aquellas memorias que escribimos juntos en el libro de nuestras aventuras.

Cuando Jungkook olvidó aquel mundo en el que una vez los dos pintamos mil blancas nubes, empezó a desmoronarse, provocando que mil escombros cayeran sobre los hombros de mi figura decaída.

Ahora me pregunto, si te hubiera sostenido en mis brazos tan solo un poco más, ¿habría el destino perdonado nuestros pecados?

-Jimin.

Si aquella noche hubiera observado unos segundos más tu mirada entusiasmada, ¿habría perdido de vista tu silueta en la oscuridad?

-¿Estás escribiendo otra vez?

Si tan solo no hubiera dado por sentado que regresarías sano y salvo a la seguridad de nuestro hogar, entonces, habría susurrado aquellas dos palabras una vez más.

-¿Por qué no te detienes?

¿Habrías entonces olvidado mi voz?

-Ya es suficiente.

De nuevo, me hallo ahogándome en autocompasión y una nostalgia que arrasa con la única pizca de luz que quedaba en mi marchito corazón.

-Él no volverá a recordar.

Lo sé.

-Ríndete.

Debería.

-Pero solo un poco más, Jin. -Musito plasmando mil pensamientos más en las hojas blancas- Tan solo permíteme acabar estas cartas.

-¿Y qué harás después?

-Arrojarlas al lugar en el que los recuerdos escritas en ellas se hallan.

Si tan solo hubiera pronunciado tu nombre en voz alta para detener tus pasos...

-El océano.

¿Estarías aquí a mi lado ahora mismo?

Me pregunto cuándo pensar en tus suaves manos comenzó a traer tanta desdicha consigo y a provocar que las lágrimas invadieran mis mejillas.

Quizás si tan solo hubiera apreciado aquellos banales momentos junto a ti, ahora el remordimiento no me devoraría.

mil cartas para el océano. | kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora