Los días pasan, quizás sean semanas; yo he perdido la noción del tiempo, ver cómo pasa es parecido a contemplar hojas caer: lento, expectante y, en mi caso, es acompañado por el anhelo de que el viento indulgente provoque algún cambio. Pero nunca sucede.
Tarde tras tarde, me detengo a pensar en aquella mañana en la que arruiné todo cuanto habíamos logrado levantar de sus cenizas juntos, y en mi cabeza hacen eco todas las palabras que no debí haber pronunciado y me visitan letras nuevas que debí haber gritado.
Desearía poder volver atrás en el tiempo.
Las noches se me asemejan eternas ya que tan solo me dedico a esperar poder escuchar sus pasos tras mi puerta, cuando quizás debería ser yo quien se dignara a poner un pie en su hogar. Mi mirada se extravía en el blanco del techo al tragar saliva y respirar hondo, y doy mil vueltas en la cama, dejando mis párpados descansar durante unos segundos para que así, tan gentiles como son, me permitan imaginar una escena en la que ambos nos hallamos sentados sobre la fina arena, embelesados por el sonido de la marea.
Quizás me encuentre pecando así como hacemos todos alguna vez, rogándole al cielo sordo que nos regale un viento que cambie el sentido del agua que lleva el río, a pesar de que deberíamos ser nosotros quienes provocaran ese huracán que cambie el rumbo que toma nuestra vida.
Y una vez más, balanceándome sobre la línea entre el remordimiento y la nostalgia, recuerdos de un pasado no tan lejano acuden a mí veloces añorando pintar el lienzo que es mi rostro con el azul claro de unas lágrimas que se ocultan en la penumbra de un corazón que late a destiempo.
Quizás fuera aquel el día en que las patrañas que tejimos comenzaron a quemarse.
Como ya se había convertido en una costumbre, incluso tras el fatídico accidente, nos adentramos una tarde más en aquella playa que a aquellas horas parecía más un desierto. Había abusado ya mil veces de su amable aura, la cual había aceptado seguir acompañándome en mis viajes para observar el océano desde la lejanía. Y no negaré que se me escapó alguna mentira producto de la desesperación por mantenerle junto a mí, a pesar de que no pudiera recordar mi silueta.
-Porque yo estaba enamorado del azul del océano, siempre visitábamos esta playa. -Aseguré con manos sudorosas- Espero... que esto jamás cambie.
Y esas palabras embrujadas se tornaron en una cuerda invisible para ojos humanos que le ató a mi sombra. Ese hechizo que me susurró al oído una nube gris, le mantuvo preso de mi sombra.
Si ahora mismo una figura curiosa me preguntara porqué mentí en aquel momento, me limitaría a musitar que el miedo me poseyó; miedo a ser abandonado. Porque sí, porque, aunque quisiéramos negarlo a gritos, el camino que tomamos y los pasos que damos están mayormente controlados por el mayor enemigo del ser humano: el miedo. ¿Y yo? Yo jamás he sido una excepción. Siempre fui una víctima más de todos esos temores he inseguridades que a todo ser vivo atormentan, pues soy débil como el que más.
Que me perdone el cielo, ya que yo no soy capaz.
Sin embargo, frente a aquel mar de agua cristalina que era devorada por los seres marinos que añoraban conquistar cada rincón de sus profundidades, me permití arropar una gran paz y soñar que aquel que estaba sentado junto a mí seguía siendo la misma alma imprudente que tan enamorado había estado una vez de mí. Y, puede que gracias a las olas compasivas, él se dejó ser acariciado por ese aura gentil y llena de afecto que yo desprendía. Por ello, ambos fuimos cautivados por la nostalgia y la sensación de que el tiempo se había detenido antes de que el perdiera su memoria.
Aquella tarde jugamos a pretender que nada había cambiado.
Entre sonrisa y miradas robadas, imitando el juego de un par de niños que aún no han sido golpeados por la crueldad de la vida, llevados por mil bromas y la inocencia que aún reinaba en nosotros por nuestra aún corta edad, y, antes de que pudiera darme cuenta, acabé encima de él, quien me brindaba una risa que parecía interminable.
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mil cartas para el océano. | kookmin
Fiksi Penggemar❝-¿Crees que es posible tocar el cielo?❞ ❝-¿Y qué si no podemos? Estamos tan obcecados en querer llegar al cielo, que olvidamos el suelo sobre el que caminamos. Mientras pueda mantenerme de pie aquí mismo, no me importa que mis dedos nunca rocen las...