Capítulo 5.

116 24 17
                                    


La mujer cayó al suelo una vez más, soltando un millón de maldiciones por no poder mantenerse en pie. Los barrotes de hierro fueron los únicos que sonaron, acoplándose con las quejas y el llanto de la mayor. Todos la miraban, pero nadie quería decir algo tonto que pudiera enfurecerla aún más.

—Una vez más, cariño. Tú puedes —la alentó Vernon mientras sentía sus manos hormiguear por querer ayudarla a ponerse de pie. Sin embargo, las reglas de Joshua eran estrictas.

Ella debía hacerlo sola.

—¡No, no puedo! —gritó _____, golpeando el suelo llena de frustración.

—Claro que puedes, mamá —habló Mino, más calmado que el resto. Él confiaba plenamente en esa mujer. Ella era fuerte y nunca se dejaría vencer, así que estaba más que seguro de que podría con esto.

Se acercó a su madre y secó sus lágrimas antes de besar su mejilla y pedirle que lo intentara una vez más.

Ya habían pasado tres semanas desde que _____ comenzó con su rehabilitación para recuperar la movilidad en sus piernas. Era difícil, en verdad, era una de sus más grandes batallas, pero si había algo que _____ debía agradecer, era el apoyo de sus amigos y su hijo; su familia.

Con el paso de los días, sus ejercicios daban resultados aún más favorables. No solo había luchado con el hecho de no poder caminar, sino también con la depresión al sentir que lo había perdido todo. No fue para nada fácil, pero poco a poco, regresó a controlar la movilidad de sus extremidades, a pesar de que aún se trasladaba en una silla de ruedas o con muletas, por la casa.

Sin duda, Mino era el que se encontraba más feliz de poder tener a su madre cerca y claro que se lo hacía saber con cada abrazo y beso que le regalaba a la mayor en el transcurso del día.

Luego de pasados cinco agobiantes meses, _____ ya estaba lista para tomar las riendas del asunto. Lo primero en que pensó (y que ese grupo de tontos no había hecho), fue en buscar a Jimin. Él era una de las claves para acercarse a Ren. Si encontraba al menor, posiblemente también encontraría al pelinegro.

Pero vaya que enorme fue su sorpresa cuando realizaron un viaje a El Cairo y descubrieron que el pelinegro (antes pelirrojo), se encontraba recluido en la prisión de Tura. ¿Los cargos? Portación de armas ilegales, droga y atentado contra el bien común de los ciudadanos. Cargos que solo fueron manipulados por alguien más. Todas las denuncias estaban a nombre de un tal Iam Nouan.

—Paga la fianza —le ordenó la mujer a Vernon mientras ella entraba al área de reclusos, siendo escoltada por un guardia de la prisión.

Cientos de miradas se posaron en ella al verla pasar. También se oyó algún que otro silbido y hasta palabras obscenas que ni siquiera procesó por el simple hecho de que le daba igual lo que dijeran ese grupo de bestias. Ella solo quería verlo...

Por su garganta ni siquiera pudo escapar un jadeo cuando llegó hasta su celda y lo vio allí, echado en un rincón, tan demacrado como jamás en su vida se lo hubiera imaginado. Su cabello estaba un poco más largo de como solía llevarlo, al igual que una barba demasiado crecida. Su piel parecía tan maltratada, su cuerpo tan delgado y sus ojos... fríos y sin vida.

—Jimin —susurró, en cuanto el hombre le abrió la celda.

Como si su voz se tratada de música para los oídos del contrario, éste elevó su mirada, sintiendo que el mundo caía a sus pies. Ni siquiera lo pensó dos veces cuando se puso de pie, con algo de dificultad, y envolvió a la mujer en sus brazos.

—Te tardaste mucho —susurró el menor, con la voz tan quebrada, apretando a la mayor con más fuerza contra su pecho, como si temiera que solo se tratara de un vil espejismo.

Por ti (Nu'est) -4° Parte-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora