Capítulo 12.

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—Cariño, te traje un caldo para que recuperes fuerzas —habló Ágata, moviendo el hombro del pelinegro que comenzaba a despertar de a poco.

—No tengo hambre, Nona —protestó Ren, enterrándose de nuevo bajo las sábanas.

—La tengas o no, comerás —mandó la mujer, intentando parecer molesta, terminando por entristecer su semblante —. No hagas que esta vieja se preocupe —susurró, logrando que el otro cediera.

—Está bien —respondió Ren, más que rendido, y se acomodó mejor en la cama para acomodar la mesilla en sus piernas y así recibir la charola de las manos de la anciana. Podía notar en la mirada de la contraria que estaba preocupada por él, aunque sabía que no preguntaría nada. Ágata era quizás la única que respetaba su espacio y prefería acompañarlo en silencio, respetando sus tiempos cuando él no deseaba hablar.

—Está bueno —comentó luego de dar algunos sorbos —aunque algo caliente —añadió, haciendo reír a la mujer.

—Pues me alegro —respondió ella, soltándole un codazo juguetón —. Dime, ¿ya te sientes mejor? Te noté bastante cansado en la mañana.

Oh, sí. Sin duda solo me hacía falta dormir un poco. Luego de lo de anoche supongo que-


«¡No dejaré que te lleves a Ren!»


Ambos se exaltaron al oír aquel grito de Rose. Se notó en su voz el miedo que recorría su cuerpo, y por supuesto, eso fue más que suficiente para que Ren saltara de la cama y corriera hasta donde se encontrara la castaña.

—¡¿Tú y cuantos más me lo impedirán?! —vociferó una rubia, fuera de la gran casona, acompañada de dos hombres.

Cuando el pelinegro la vio, sintió cada músculo de su cuerpo fallar. Por poco terminara de rodillas en el suelo, pero es que... no podía ser ella... ¿verdad?

Miró rápidamente a Rose, notando como sus manos temblaban a pesar de que las apretaba con fuerza.

Sin duda, la castaña no sabía qué hacer o decir. Su jefe no le había advertido de la posibilidad de que aquella mujer se apareciera por su casa tan pronto, pero sabía que debía actuar como sea. No podía permitir que _____ se llevara a Ren bajo ninguna circunstancia.

—Minki —susurró _____ cuando al fin lo vio. Era él. Sin duda era él, sano y salvo frente a sus ojos —. Ren, hemos venido por ti —habló más alto para que el otro lo escuchara a la distancia.

El pelinegro no pudo evitar ver aquel brillo particular en la mirada de esa mujer desconocida. Un brillo... que no le causaba buena espina.

—¡Ren no se irá! ¡Porque...! Ren... él... ¡él es mi esposo! —gritó Rose, sorprendiendo a los dos hombres que estaban unos pasos más atrás de _____ —. No sé ni me interesa quien seas, pero no te dejaré que le hagas daño o te lleves a mi esposo y... al padre de mis hijos —amenazó la mujer.

Por su parte, Ren solo permanecía allí, sin soltar palabra alguna, con la vista totalmente trabada en los ojos de la rubia. No se parecía tanto a la mujer de sus sueños, pero sin duda su voz...

—Ren —le habló a él, ignorando por completo las palabras de la otra mujer, a pesar de que éstas se clavaran en lo profundo de su ser —. Soy yo. Tú... bueno... no sabría cómo describir nuestra rara relación —bromeó, sonriendo apenas, tratando de contener las lágrimas que se agrupaban en sus ojos, luchando por salir —, Solo mírame... ¿en serio no me recuerdas?

Por ti (Nu'est) -4° Parte-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora