Capítulo 11.

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—Oye _____, ¿crees que es seguro estar en este lugar?

—Es un café, Jimin. Somos personas normales, tomando algo caliente y ocupando la señal de wi-fi como cualquiera —susurró, sin apartar la mirada de su Tablet —. Hijo, ¿tus tíos tienen el mismo teléfono?

—Solo tío Vernon. Tío Josh lo cambió hace unos años por uno que tío Han le regaló y él perdió el antiguo así que también se compró otro.

—Con el de Vernon bastará entonces —murmuró. Ingresando la clave de seguridad que había diseñado hace años atrás para rastrear a sus amigos. Era una forma que encontró para mantenerlos seguros y vigilados. Si alguien corría peligro, los demás sabrían cómo encontrarlo.

Suspiró satisfecha cuando una señal comenzó a centellar en la pantalla y pronto, un mapa detallado se dibujó hasta el lugar en donde se encontraba activado el celular del rubio.

Aunque el alivio no llegó a durarle mucho.

—Joder. ¿Cómo es que esos tontos terminaron en North Acton? Ese es uno de los barrios más peligrosos de todo Londres.

—¿Los encontraste? —preguntaron ambos a la vez; hombre y joven, sorprendidos por la rapidez con la que trabajaba la mujer a pesar de los años perdidos.

—Sí, estamos a media hora del lugar, pero no creo que algún taxi desee entrar en esa zona. Lo mejor es que alquilemos un transporte y nos movamos ahora que es de día.

______ pronto buscó dinero en su bolso, dejando unos cuantos euros sobre la mesa antes de ponerse de pie, haciéndole una seña con la cabeza a los otros para que la siguieran.

Al salir del café, se apresuraron en alquilar dos motocicletas. Por un buen rato, madre e hijo se debatieron para decidir quién llevaría a quien, terminando por ganar el menor al cuestionarle a su madre que sus piernas se veían cansadas, porque sí, desde que habían bajado del avión, ______ había sufrido de algunos calambres que apenas la dejaban caminar.

La mayor suspiró y subió detrás de su hijo, asegurando primero el casco de éste antes que el suyo. Una vez listos, el acelerador fue girado a fondo, acallando las protestas.

Mino sabía que no había tiempo que perder cuando sus tíos estaban corriendo peligro, así que lo mejor sería apresurarse por hallarlos.

En menos de veinte minutos, entraron en las primeras calles de aquel barrio, notando drásticamente el cambio de ambiente. A diferencia de la calle central, allí no transitaban muchas personas, algunas ventanas se encontraban selladas con tablones y los faroles que se suponían debían iluminar las calles en la noche, no tenían lámparas que cumplieran con dicho trabajo. Sin duda, aquel lugar parecía estar muerto.

_____ comenzó a dar unas indicaciones a los dos hombres que manejaban, girando en algunas calles hasta llegar a un pasadizo sin salida. En aquel lugar solo había una puerta roja con un cartel de luces de neón, que, a pesar de esas horas del día, se encontraba encendido para que el lugar no pasara desapercibido entre las penumbras.

La rubia fue la primera en bajarse de la moto, quitándose el casco mientras avanzaba hasta el lugar. Revisó una vez más la Tablet en su mano y sí, era correcto. Aquel era el lugar donde se encontraban sus amigos.

Ni siquiera le dijo algo a los otros dos que la miraban, solo entró, esperando que la siguieran. En la recepción, había una mujer algo mayor, pintando sus uñas de un rosa chicle mientras hablaba con alguien por su teléfono. Eso a _____ no le importó y se apoyó en el mesón, tamborileando sus dedos en la madera para llamar la atención de la contraria.

Por ti (Nu'est) -4° Parte-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora