Capítulo 10.

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—_____, en serio creo qu-

—Di una sola palabra más, Jimin y juro que volaré tu cabeza.

El pelinegro se estremeció y se cubrió los labios con ambas manos, temiendo por su vida. Aunque el menor de los tres era un poco más arriesgado y estaba dispuesto a enfrentar a su madre con tal de mantenerla a salvo hasta que sus tíos regresaran.

—Ma, el señor Park tiene razón y te lo repetiremos las veces que sean necesarias. No es buena idea que vayamos. Si dices que en Londres está oculta la base principal de los Yenaid, ¿por qué ir directo hacia la boca del lobo nosotros también? Yo confío en mis tíos y sé que ellos-

—Amor, no lo entiendes —suspiró la mayor, mirando también a Jimin por unos segundos. Sabía que ambos solo querían evitar lo peor al pedirle que regresaran a Japón, pero ellos no comprendían la magnitud de todo lo que les esperaba. Al menos no su hijo, ni sus tontos amigos que decidieron irse sin ella.

____ se puso de pie y caminó hasta los estantes debajo de la mesa frente a ellos y sacó una copa junto a una botella de vino. Los tres estaban a bordo de un avión privado que les fue asignado por el clan Karata. Ese era el clan que controlaba Japón y fue el que los acogió cuando escaparon por primera vez de los Mikage, hace más de quince años atrás.

En cuanto _____ les comunicó su enorme problema, el líder del clan no dudó en ayudarlos, sabiendo el riesgo que corrías los otros hombres.

—Los Yenaid y Mikage fueron conocidos como grandes rivales, aunque no los únicos En este mundo existe más de un clan. —bebió un sorbo luego de servirse y regresó su mirada hacia los dos hombres —. Casi doscientos en total.

Mino la miró sorprendido, comenzando a entender lo mucho que le faltaba por comprender del mundo al que pertenecieron sus padres; o al que aún pertenecían.

—En el planeta hay exactamente ciento noventa y cinco países, aunque muchos digan lo contrario. Y cada país posee su propia protección, su propia seguridad, su propia sombra que todo lo controla.

—Tratas de decir que...

—Que los Yenaid son la sombra de Inglaterra —le respondió a su hijo —. No existe alianza entre los clanes, pero sí respeto. "Tu espacio es tuyo y no entraremos a él a menos que tú entres en el nuestro". Yo la llamaba, la regla diamante —sonrió a medias, ocupando de nuevo su lugar.

—Esa regla solo fue rota una vez, y por los Yenaid, cuando traicionaron a los Mikage hace muchísimos años —susurró Jimin, recordando aquello que sus maestros le enseñaron; la gran leyenda de los trágicos amantes.

—Y tuvimos suerte de ser más que los Mikage o el clan hubiera desaparecido en aquella guerra —agregó la mayor.

—¿Guerra?

_____ asintió, viendo la sorpresa plasmada en el rostro del menor.

—Verás, hijo. Un clan puede tener diferentes puntos de ubicación a lo largo y ancho de todo el planeta. Pero siempre respetando las reglas. Si alguien quiere entrar al territorio de otro, debe pagar un precio. Por lo general es dinero. En un tiempo se permitía el intercambio de unidades, soldados para ser más específicos, pero eso ocasionaba revuelos y contiendas en las bases, así que se quitó la opción.

—¿Qué ocurre cuando alguien tiene que realizar una misión?

—También se debe pagar un precio —respondió Jimin —. Los clanes deben informar la entrada y salida a otro país. No es necesario revelar la identidad de los agentes, pero sí asegurar cuantos ingresan y cuantos salen. Digamos que esa tarea forma parte del papeleo de los clanes para mantener el orden.

Por ti (Nu'est) -4° Parte-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora