Anabelle
¿¡Qué mierda había hecho?!
¿Qué maldita mierda había hecho?Corrí lo más rápido que pude, aún sintiendo el alcohol en mi sangre, ¿a dónde? No lo sabía, quizás volvería con los idiotas. Unos cuántos caminantes se cruzaban por mi camino atravesándolos con mi katana.
—Mierda Anabelle, por qué hiciste eso. — me exclamé a mí mientras cerraba los ojos. Me encontraba frente a los muros del refugio Alexandrino. Un guardia se encontraba distraído en la entrada, por eso, lo único que hice fue abrirla con cuidado y pasar por ella.
Imbéciles, cualquiera podría entrar, e irse a la mierda por un guardia distraído y un sistema de mierda.
Ya estando adentro corrí con pequeños tambaleos hacia la parte trasera del lugar. Por cada paso que avanzaba retrocedía diez, el alchohol distorsionaba todo ante mis retinas. Qué había hecho.
Me sentía débil.
Me sentía estúpida.
Me sentía vunerable.
Me sentía viva.
Desperté con la cabeza pesada. El techo de la habitación era blanco. Mi vista estaba nublada y no sentía mi lengua.
Me levanté de manera abrupta. Caí en cuenta de mi realidad en el estúpido refugio de Alexandría. ¿Qué me había ocurrido?
Salí de la cama y contemplé mi cuerpo desnudo frente al espejo del muro. Mi mente se comprimió. Mi piel pálida estaba dorada y en los hombros presentaba duras heridas de insolación, en la zona de mi nariz presentaba descueros y tenía el rostro sucio y graso. La delgadez que mantenía no era extrema, pero mis costillas se asomaban en mi torso que estaba completamente tonificado, mis brazos estaban musculosos y mis piernas mucho más gruesas de la última vez que me vi. Mis pechos desnudos permanecían igual que siempre, al igual que mi rostro lampiño. Era la primera vez que contemplaba mi físico, que era completamente desagradable por las heridas y moretones que había acumulado durante años.
Me volví a sentar en la cama y entonces me di cuenta de la venda que tenía en la cabeza. No recordaba nada de lo que había ocurrido desde que me fui de la casa de los niñatos.
La puerta de la habitación se abrió dejándome ver a una mujer rubia con lentes que se ruborizó al verme desnuda, cosa que no me incomodó en absoluto por la costumbre de que la gente me viera en ese estado.
-Disculpa, no quise molestar.
-¿Dónde estoy? Más bien, por qué estoy así. - pregunté soberbia.
-Yazzi te encontró tirada en la acera, al parecer te caíste y sufriste de una fuerte contusión...
-Ya veo. ¿Dónde está mi ropa?
-La mandamos a la lavandería. - lo que faltaba. -pero puedes tomar una ducha y vestirte con la camisola de la silla.
Todo lo que dijo lo hizo sin mirarme.
Sin siquiera hablarle tomé la toalla y me metí a la bañera.
El agua tibia se volvió algo exótico, por lo cual al prender el grifo y sentir el chorro recorrer mi cuerpo causó y escalofrió por éste.
Al vestirme salí y omití mirarme una última vez al espejo por lo ridícula que me vería con la camisa.
-Oye, Anabelle... ¿Estás bien? - dijo Carl mientras se acercaba. Ni siquiera lo había visto venir.
-Sí.
Seguí caminando.
Él me siguió.
-¿Sabes...?
-¿Por qué me sigues? - dije de manera violenta. -Qué quieres, niño.
-Lo que pasó ayer.
-Perdón si no estoy tan domesticada como tú que me acostumbro a ver a todos como si nada jugando videjuegos o leyendo. - la ira subió de forma inmediata a mi cabeza.
-No me refiero a eso...
-¿Entonces a qué?
-¿No te acuerdas?
-¿Acordarme de qué?
-Nada. - frunció el ceño como si sintiera decepción.
Me di la vuelta y me fui hacia el huerto.
Sentía una gran impotencia por no tener mis armas conmigo, hasta las navajas las había perdido por el estúpido golpe en la cabeza.
-Anabelle... - escuché una voz a mi espalda.
-¿Anabelle? ¿Cierto?Era uno de los niños.
-Toma, encontré esto enterrado en el muro y supuse que era tuyo, ya que bueno. - rió. -dice anabelle y además acá la gente no suele usar armas.
Lo recibí.
-¿Qué haces acá?
-Miro. - respondí con seriedad.
La presencia del niño me estaba molestando demasiado.
-Ya veo. No quieres que esté aquí. - volvió a sonreír. La gente de aquí no paraba de sonreír. -Me voy, que estés bien.
-Gracias.
Al menos este chico sabe cuando uno quiere estar solo.
Seguí mirando el huerto por lo que pareció un instante efímero, pero se desvaneció esa idea cuando miré a mi alrededor. Ya había oscurecido.
Me levanté y caminé a la casa. En el camino estaba Daryl. Me miró con desaprobación.
-No te vuelvas a separar.
-Sabes que no me importa lo que digas. - entré.
Todas las miradas se posaron en mí.
-Lindo cambio de look. - dijo el chino de forma burlona.
-Cállate chino estúpido.
-Oye, no le contestes así. - saltó Maggie defendiendo a su pareja.
-Soy coreano...
-Toma. - me tendió Carol un plato de puré de zanahorias con frijoles. Lo devoré en medio segundo y caminé a un espacio de la habitación. Ahí comencé a hacer abdominales mientras todos hablaban del lugar, menos Daryl que estaba en el pórtico y Carol que estaba mirando a través de la ventana con desconfianza.
-Creo que iré a acostarme arriba. - dijo Sasha mientras se levantaba. La mayoría les siguió, otros se quedaron en la planta baja; Carol, Rick y Carl.
Carol salió a hacer guardia junto a Daryl y quedamos sólo nosotros tres.
Me acurruqué en la esquina más desolada del lugar. Quería sólo salir de esa falsedad. Del poder dormir en paz.
Sentí un cuerpo desplomarse cerca del mío. Pero no voltee. Ni siquiera me importó.
-Ayer atravesaste el muro. Estabas ebria y me besaste. - Era la voz de Carl.
Lo que no recordaba.
-¿Lo recuerdas?
No voltee. Como si estuviera dormida. Era imposible que yo besara a ese imbécil.
-Sé que no estás dormida...
-No. No lo recuerdo y si te besé qué.
Voy a seguir escribiendo por ustedes.
Lamentablemente ya no me gusta tanto Chandler y dejé de ver la serie desde que salió Negan, así que retomaré la novela y volveré a ver la serie sólo por ustedes.Sorry por lo corto, el próximo será mucho más largo.
-Valentina.
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You can't change me (Carl Grimes y tú)
FanficLa tortura, el abuso, la crueldad te vuelven otro.